Skip to main content

DOSS 4 RUANDA

13 May 2016
2987

RUANDA, ¿POR QUÉ?

Una enfermedad con raíces profundas

Todo parece indicar que los primeros habitantes de Ruanda fueron los pigmeos. Sus descendientes forman hoy el grupo étnico de los batwa que representan sólo el 1% de la población total del país.

 

LAS MIGRACIONES BANTUS

En los primeros siglos de nuestra era, los pueblos bantú, originarios de África centro-occidental, iniciaron una larga marcha que les conduciría a las selvas de África Central y, hacia el siglo VIII, a las colinas de Ruanda dando origen al actual grupo étnico de los bahutu que constituyen el 89 % de la población actual del país.

Los hutu, como todos los bantú, son un pueblo de agricultores. Fue gracias a sus conocimientos de agricultura que se impusieron a los pueblos autóctonos a los que fueron sometiendo hasta reducirlos en minorías sin importancia.

La población hutu instalada en las colinas de Ruanda se organizó en pequeños estados bajo la autoridad del jefe del clan.

Más tarde, los varios clanes se unieron bajo la autoridad de reyes ("abami") a quienes se reconocían poderes divinos en cuanto intercesores ante la providencia de Dios y responsables de la fertilidad de las tierras y de la lluvia...

 

LA EXPANSIÓN DE LOS PUEBLOS DEL NILO

Hacia el siglo XIV se inició una gran migración de los pobladores del valle del Nilo que les condujo hasta la zona de los grandes lagos de África Central.

Eran pueblos nómadas, dedicados al pastoreo. Su expansión hacia las tierras fértiles de Ruanda fue el resultado de su búsqueda constante de pastos para sus rebaños de vacas. En Uganda se les conocía con el nombre de "bahima". En Ruanda, como en el vecino Burundi, se les denominó batutsi que significa "los que han llegado". Hoy los tutsi representan el 10 % de la población total de Ruanda.

La vida de los tutsi giraba en torno a sus vacas de las que recibían el alimento: leche y sangre. Su tipo de vida les hacía excelentes guerreros, ya que muchas veces debían defenderse de ladrones o conquistar nuevos pastos.

En la organización social de los hutu, la tierra, que era el bien principal, pertenecía al clan y era administrada por su jefe o rey que era sobre todo "agricultor".

Entre los pastores tutsi, en cambio, el bien esencial era el ganado. Los rebaños pertenecían al clan y eran administrados por su jefe que era, sobre todo, un "guerrero".

Posiblemente, el primer contacto entre bahutu y batutsi se produjo de manera pacífica. Los pastores se presentaban como gente de paso, en busca de pastos para sus rebaños.

Pero dada la fertilidad y la abundancia de pastos en Ruanda, los clanes nómadas empezaron a instalarse en aquellas colinas. Adoptaron la lengua de los hutu, su organización social y su religión.

Con el tiempo, los tutsi, mejores guerreros, se impusieron a los dueños de la tierra, suplantaron a sus reyes y los hutu se convirtieron en siervos de una tierra que ya no les pertenecía.

 

ESTRUCTURA FEUDAL

Hacia el siglo XVIII la población alcanzó tal densidad que las tierras empezaron a ser un bien escaso. Algunos jefes tutsi obtuvieron del rey los derechos exclusivos sobre las tierras de los pastos; eran derechos hereditarios y contemplaban la posibilidad de arrendar las tierras sobrantes a los agricultores.

Esto hizo que los hutu, en busca de tierras para cultivar, tuviesen que pedirlas a los señores tutsi quienes se las concedían a cambio de prestaciones en productos o en trabajo.

Los lazos entre "señores" y "siervos" se fueron haciendo cada vez más pesados. Además, para poder conservar el uso de los campos, los agricultores debían mostrarse sumisos a sus "señores". Para los hutu esto significó la dependencia, la pobreza, la pérdida de dignidad y el crecer en una cultura de siervos. Para los tutsi significó una fuente de riqueza, de poder y una cultura de señores.

 

PROTECTORADO ALEMÁN

Fue en Berlín, en el año 1884, donde los países europeos se repartieron África. Ruanda fue atribuido a los alemanes que, en 1898, entraron en territorio ruandés y un año después imponían su autoridad.

Aparentemente nada cambiaba en las relaciones del rey con su pueblo. Alemania protegía al país de cualquier ataque exterior y el rey, a cambio, aceptaba la vigilancia alemana sobre dicho país.

Este fue el acuerdo verbal con el que empezó la colonización. Ruanda, casi sin darse cuenta, perdía su independencia y el país quedaba sometido a una potencia europea.

La ocupación alemana duró 17 años. Fue, de hecho, un gobierno indirecto: continuaban funcionando las instituciones locales. Los alemanes se reservaron sólo la soberanía, el poder militar y la policía.

El problema más importante con el que se enfrentaron los nuevos dueños fue el de los transportes. Era necesario unir todo el protectorado que iba desde el Océano Índico hasta los grandes lagos Victoria, Kivu, Tanganica y Malawi. Para ello, se proyectó construir un ferrocarril que uniese el puerto de Dar-el-Salaam con el lago Tanganica y se empezaron a construir carreteras.

Pero la primera guerra mundial paralizó estos proyectos. Con la derrota de Alemania, sus territorios coloniales pasaron a los países vencedores: Ruanda, junto con Burundi, se dio a Bélgica, que lo unió a su colonia del Congo con el título de "Protectorado de Ruanda-Burundi".

 

LA COLONIZACIÓN BELGA

Bélgica tuvo enseguida la preocupación de controlar efectivamente el país. Se le quitó al rey el poder de condenar a muerte (que se reservó al gobernador belga) y de nombrar a los jefes de las provincias sin el consentimiento de la autoridad colonial.

Se establecieron impuestos obligatorios y se creó una administración nueva. Los belgas confiaron esta administración a los "señores" que encontraron en el país. Así aumentaron, sin darse cuenta, el poder de los "señores" tutsi.

Estos se alinearon claramente con el poder colonial, mandaron a sus hijos a las escuelas. Se convirtieron en un instrumento dócil y devoto a la administración colonial. La "nobleza" tutsi pudo perpetuar así sus privilegios y su prestigio de dirigentes del país.

En este período se implantó el carnet de identidad obligatorio, en el que debía figurar la etnia a la que pertenecía cada individuo.

La alianza entre poder colonial y jerarquía tutsi duró hasta 1955, cuando los intelectuales tutsi empezaron a distanciarse del poder belga.

 

EL DESPERTAR DE UN PUEBLO

En 1956 un grupo de intelectuales ruandeses, hutu y tutsi sin distinción, formados en las escuelas católicas, denunciaban públicamente el inicuo sistema colonial.

En 1957 se hacía público el "Manifiesto de los Bahutu", un documento que denunciaba la ineficacia de la administración colonial belga para promover el desarrollo del pueblo ruandés. Para resolver los problemas se exigía la independencia del país.

Se preparaba, pues, la independencia con unos desequilibrios sociales profundos. La historia había llevado a un grupo de "señores" tutsi a concentrar en sus manos el poder político y económico, con ello habían marginando a la mayoría de los ruandeses.

Las posiciones eran cada vez más radicales, los intereses entre la masa de los desheredados y los "señores" tutsi se alejaban cada vez más. Se anunciaba un conflicto y Bélgica era incapaz de impedirlo.

Los dirigentes locales se mostraban hostiles a cualquier cambio que pudiese significar pérdida de sus privilegios que consideraban seculares y perpetuos. El 17 de mayo de 1958 un consejero del rey así se expresaba: "Ya que nuestros reyes han conquistado el país y destruido a los reyes de los hutu sometiéndolos a esclavitud perpetua, ¿cómo pueden decir que son nuestros hermanos y que somos iguales?"

 

"REVOLUCIÓN DE 1959"

Ninguna reforma había sido llevada a cabo y los agricultores, en su mayoría hutu, exigían cambios cada vez más radicales.

Los jerarcas tutsi se unieron en un partido político UNAR (Unión Nacional Ruandesa) para defenderse de los hutu, a quienes acusaban de favorecer la permanencia del poder colonial belga.

Como oposición a los "señores tutsi" nació el partido PARMEHUTU (Partido del Movimiento para la emancipación Hutu) bajo la guía de Gregoire Kayibanda que exigía cambios radicales en Ruanda para llegar a una auténtica justicia y democracia en el país.

La tensión entre estos partidos no hacía más que mostrar la tensión que vivía el pueblo. Empezaron las campañas denigradoras, acusaciones gratuitas, manifestaciones populares que no hacían sino incrementar la inseguridad del país.

El 1 de Noviembre de 1959, un grupo de jóvenes, pertenecientes a UNAR, atacaron al jefe de distrito Dominique Mbonyumutwa, un hutu. Fue la chispa que hizo estallar la violencia en todo el país.

Empezaron los asesinatos, los saqueos, las destrucciones que se extendieron por todo el país. Miles de tutsi tuvieron que exiliarse en los países vecinos para salvar sus vidas.

El gobierno belga quiso acelerar las cosas colocando a numerosos hutu en puestos de responsabilidad en el gobierno de la nación.

Pero el rey y sus cortesanos no aceptaron este cambio realizado por el poder colonial. Parece que ellos mismos favorecían los desordenes para provocar una intervención de la ONU. Esperaban que así se les concediese inmediatamente la independencia del país y, a ellos, el pleno poder en el mismo.

 

LAS PRIMERAS ELECCIONES LIBRES

En el mes de julio se tuvieron las primeras votaciones libres para elegir a los alcaldes. PARMEHUTU obtuvo el 70,4 % de los votos, mientras que UNAR obtenía sólo el 1,7%. Poco después el rey abandonaba el país y el 28 de enero de 1961 se proclamaba la república.

El 25 de septiembre de aquel mismo año, bajo el control de la ONU, se realizó un referéndum que aprobó por un 80 % de votos la instauración de la República. En las mismas elecciones el PARMEHUTU obtuvo el 77,7 % de los escaños de la Asamblea y proclamó a Gregoire Kayibanda primer presidente de la República de Ruanda.

 

LA INDEPENDENCIA

El 1 de Julio de 1962 era oficialmente proclamada la independencia del país que se abría al futuro lleno de tensiones sociales.

El gobierno de Kayibanda abolió la estructura de poder que favorecía a los jefes tutsi y repartió la tierra en parcelas a los agricultores, pero no logró crear una verdadera unidad nacional ni superar las diferencias raciales.

Al año siguiente estalló nuevamente una guerra civil que arrojó un saldo de 20.000 muertos y la expulsión del país de 160.000 tutsi. ¡No todos eran señores feudales!

El país no lograba liberarse de las tensiones pasadas. Estas fueron agravadas con la creación de una nueva "burguesía rural", formada por amigos del presidente. El gobierno del país estaba favoreciendo a ciertos clanes hutu, de los que habían salido los dirigentes, y marginando a otros.

Surgió, en estos años, un movimiento terrorista que, formado por tutsi exiliados, operaba desde los países vecinos: Burundi y Uganda.

La reacción no se hizo esperar, hubo represiones contra los tutsi que se habían quedado en el país.

En 1972 la violencia entre tutsi y hutu se desencadenó en el vecino Burundi donde un grupo de hutu quería repetir la "revolución ruandesa". La represión del ejército, que en Burundi estaba dominado por los tutsi, fue terrible.

Estos hechos tuvieron mucha repercusión en Ruanda, que se llenó de hutu refugiados procedentes del país vecino, empeorando aún más las relaciones entre las dos etnias.

 

LA SEGUNDA REPÚBLICA

Frente a la grave situación, el 5 de julio de 1973, tomaba el poder el general Juvenal Habyarimana, dando inicio a la Segunda República.

Los primeros pasos del nuevo gobierno fueron intentar frenar las tensiones étnicas y equilibrar los regionalismos.

Se trabajó también para normalizar las relaciones internacionales con los países vecinos: Burundi, Uganda y R.D Congo, desde los que operaban las bandas guerrilleras de los exiliados tutsi.

El resultado fue un período de estabilidad. Se llegó a considerar a Ruanda como una isla de paz y progreso en el continente Africano.

Pero la oligarquía hutu, que controlaba la tierra, el comercio y la banca desde 1959, seguía siendo la dueña del país. Este problema quedaba sin resolver.

Tampoco se resolvió el problema de los tutsi refugiados en los países vecinos. Habyarimana se negaba a su retorno, alegando que el país estaba superpoblado y no podía recibir esta oleada de nuevos habitantes, ya que no había tierra suficiente para ellos.

En el interior del país empezaron los movimientos de rebelión contra el clan de Habyarimana. La represión fue implacable, miles de personas pagaron con su vida la oposición al dictador.

 

LOS REFUGIADOS EN LA REGIÓN DE LOS LAGOS

Los sucesos de Ruanda no pueden separarse del contexto geográfico en que se han producido y, en concreto, de la situación de Uganda y de Burundi.

Estos dos países habían acogido a los refugiados tutsi que desde 1959 continuaban huyendo de Ruanda y esto pesaba enormemente en sus pobres economías y desestabilizaba la región.

En Uganda, después de los años de dictadura de Amín y de guerra civil, en el año 1986, tomaba el poder Yoweri Museveni.

Éste se dio como objetivo devolver la paz social al país. Para ello, había que resolver el problema de los refugiados ruandeses.

Por otro lado, la represión contra los hutu que se desencadenó en Burundi en 1972 y que se repitió en 1988, 1991 y 1993, había convertido a Ruanda en país de acogida de los exiliados del Burundi. Esto avivó los viejos rencores étnicos.

En Burundi, la Tercera República, iniciada con el golpe de estado de Buyoya, intentaba una política de democratización y de normalización en las relaciones entre hutu, excluidos del poder en aquel país, y tutsi que disponían del control absoluto de la política, de la economía y del ejercito.

Hubo elecciones libres y democráticas. Salió elegido el primer presidente hutu del país, Ndadaye.

Pero el de golpe de estado y el asesinato de Ndadaye frustraron todas las esperanzas puestas en la posibilidad de un cambio democrático y no violento de la situación.

Esto tuvo profundas repercusiones en Ruanda que, una vez más, recibía oleadas de refugiados hutu que huían de los horrores del vecino Burundi.

Si además, tenemos presente la situación siempre complicada de R.D Congo, otro país vecino que acogía a los refugiados ruandeses, nos damos cuenta que la región ha sido escenario de continuas migraciones de refugiados, víctimas siempre de las violencias raciales.

En 1990 unos 500.000 refugiados ruandeses esperaban que el Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados les ayudase a volver a su país, y que se les reconociese su derecho a la nacionalidad ruandesa. En su pobreza, soñaban poder volver a su tierra para llevar una vida digna.

El alto crecimiento de la población en Ruanda y la falta de tierras cultivables hacían que este país viese como un problema el eventual regreso de los exiliados.

Hay que pensar que en R.D Congo, Uganda, Burundi y Tanzania viven actualmente unos tres millones de ruandeses o ex-ruandeses a quienes, si se les reconociese el derecho a volver a sus tierras, pondrían a Ruanda ante una situación insostenible.

 

LA OFENSIVA DEL FPR

El 1 de octubre de 1990, el FPR (Frente Patriótico Ruandés), formado mayoritariamente por tutsi, aunque no faltaban hutu en sus filas, desencadenó una ofensiva contra el gobierno de Ruanda desde el territorio ugandés.

La ofensiva llegó a amenazar Kigali, la capital, y sólo la intervención de militares belgas y franceses, en apoyo del "gobierno legítimo", logró parar el avance.

El FPR se presentaba como un auténtico ejército. No hay que olvidar que sus comandantes eran oficiales del Ejército de Resistencia Nacional de Uganda que había dado el poder al presidente Museveni.

El norte del país se convirtió en una zona de continuos ataques de la guerrilla. Muchos tuvieron que abandonar sus tierras buscando seguridad en otros lugares del país.

 

El tres de marzo de 1993, ochenta misioneros, religiosos y religiosas, dirigían una carta a Boutros Ghali, secretario general de la ONU. En ella decían:

"Hace ya demasiado tiempo que somos testigos de la violencia que continúa creciendo en Ruanda. Los autores de la misma son el FPR, el ejército y los mismos partidos políticos.

Condenamos y denunciamos, con todas nuestras fuerzas, todas las violaciones de los Derechos Humanos y todas las muertes de inocentes de las que somos testigos.

Queremos gritar al mundo la desesperación del millón de ruandeses desplazados, que han tenido que abandonar sus casas, sus campos, sus bienes, para cobijarse en campos de desplazados que nada tienen de humano.

Vivimos con ellos, somos testigos de lo inhumano de su situación. Vemos, día a día, deteriorarse su situación: los niños mueren por falta de alimentos adecuados, los adultos están siendo presas de la desesperación, es enorme el dolor que tienen que soportar.

Estos campos de "desplazados" habrán producido más muertes que la misma guerra.

Estamos seguros que este pueblo quiere la paz. En nombre de Dios: ¡Que acabe esta guerra! ¡Que acabe esta deshumanización escandalosa del 15 % de la población del país!".

Como tantas otras veces nadie escuchó esta llamada. Luego el mundo se asombró del estallido de violencia en el país.

 

Nacieron los "campos de desplazados" en el interior de Ruanda. Todo esto no hacía sino avivar los odios y rencores.

 

DENUNCIAS DE LA IGLESIA

La situación era insostenible. Muchos la denunciaban pero nada se hacía para poner remedio a la catástrofe que se acercaba.

El 10 de febrero de 1992, los misioneros de Mutara, región fronteriza con Uganda, escribieron:

"La situación está siendo cada vez más dramática. Los ataques del FPR se repiten continuamente produciendo muchas víctimas inocentes entre la población.

Miles de personas, por la noche, deben buscar refugio en los campos. Quien tiene el valor de quedarse en su casa, si no es víctima de los ataques lo es de las acusaciones de ser colaborador del FPR.

Pedimos a los medios de comunicación que informen sobre lo que aquí se está viviendo. Que se presione al gobierno de Uganda y de Ruanda para que, negociando, encuentren una solución justa y se ponga fin a los sufrimientos de la población civil".

El 11 de marzo de 1992, la conferencia episcopal ruandesa publicó un documento denunciando las injusticias cometidas, declarando el derecho que los exiliados tenían de volver al país, y pidiendo el respeto de los derechos humanos y el ejercicio democrático del poder.

 

VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS

El 8 de marzo de 1993, Daniel Jacoby, presidente de la Federación Internacional para los Derechos Humanos, afirmaba:

"La violación de los Derechos Humanos ha ocasionado en Ruanda en estos dos últimos años más de 2.000 víctimas y se tienen pruebas de que desde el 1 de octubre de 1990 han sido cruelmente asesinados más de un millar de tutsi".

La misma relación subrayaba que "en esta violación sistemática de los Derechos Humanos el gobierno de la nación está implicado con un altísimo grado de responsabilidad. Pero también el FPR ha cometido delitos muy graves contra la población civil".

El periódico francés Le Monde el 10 de Marzo de 1993 afirmaba tener pruebas de que "un círculo de unas veinte personas, muy cercanas al presidente Habyarimana, estaba organizando sistemáticamente masacres contra una parte de la población". En ese momento Francia estaba apoyando militarmente al régimen de Habyarimana.

 

HACIA EL PLURIPARTIDISMO

La política del presidente Habyarimana había sido la de airear los fantasmas de la guerra civil para permanecer en el poder.

Desde los años 80 los oficiales del ejército nacional pertenecían, en su mayoría, al clan del presidente que se aseguraba así la fidelidad y la conservación de los privilegios para sus allegados.

En el mes de Junio de 1991, después de fuertes presiones interiores y exteriores, había sido reconocida la posibilidad de crear partidos políticos y periódicos libres. Con ello se ponía en marcha un proceso que habría conducido a elecciones libres y democráticas.

"La única solución para atenuar los problemas étnicos de nuestro país es instaurar un régimen verdaderamente democrático", afirmaba Fidel Kanyabugoyi, miembro de la asociación ruandesa para la Defensa de los Derechos Humanos.

Los dirigentes de la oposición política a Habyarimana declaraban: "Para resolver los problemas entre hutu y tutsi no hay otro camino que instaurar una democracia que nos haga sentirnos a todos ruandeses. Una auténtica revolución cultural es la única manera de salvar a nuestro país".

En 1992 se abrieron negociaciones para la creación de un gobierno de transición que debería preparar elecciones democráticas en el país. Para ello, era necesario abrir conversaciones de paz con el FPR que continuaba acosando el norte del Ruanda.

 

ACUERDOS DE PAZ

El 4 de agosto de 1993 en la ciudad de Arusha (Tanzania) se firmaba un acuerdo entre el presidente Juvenal Habyarimana y el coronel Alexis Kanyarengwe, presidente del FPR.

Este acuerdo preveía la creación de un estado de derecho basado en la "unidad nacional, la democracia, el pluripartidismo y el respeto de los Derechos Humanos".

Se formó enseguida un gobierno de transición que englobaba a las varias opciones políticas y se anunciaron elecciones libres para 1995.

En el plan militar, las fuerzas del FPR deberían integrarse en el ejército.

Un punto quedó sin resolver: el problema del retorno de los exiliados que lo deseasen y que la ONU calculaba en un millón. Esto era esencial, ya que en los acuerdos de paz se había reconocido que "el retorno de los refugiados ruandeses y su reinstalación en sus tierras constituyen un derecho inalienable".

Para asegurar el cumplimiento del tratado de paz y facilitar la integración del FPR en el ejército nacional, llegaron a Kigali, capital del país, los cascos azules de la ONU.

 

ESTALLA LA TRAGEDIA

El 6 de abril de 1994 los presidentes de Ruanda y de Burundi mueren en un atentado en el aeropuerto de Kigali. Saltan de repente todos los planes. El FPR lanza una gran ofensiva militar para conquistar la capital, donde, desde la muerte del presidente, han empezado las masacres de tutsi y de opositores hutu, acusados del asesinado del presidente.

El ejército, que no deseaba el acuerdo de paz que suponía compartir el poder, se lanza a la búsqueda y extermino de las familias tutsi, de los hutu miembros de los partidos de la oposición.

Es la historia que estamos viviendo en estos días: masacres, refugiados y miseria. No es más que el resultado de una larga serie de errores históricos.

Una vez más se ha desencadenado la cadena de odios y venganzas que difícilmente podrá pararse y que marcará el futuro del país.

 

"En contra de la idea generalizada de que la violencia étnica es la principal causa de las decenas de miles de muertes que se están produciendo en Ruanda, Amnistía Internacional señala que las fuerzas de seguridad han ordenado y tolerado las matanzas.

Si el conflicto tuviera sólo raíces étnicas, las fuerzas armadas dominadas por bahutu no habrían asesinado a varios ministros de esta etnia.

El partido del fallecido presidente J. Habyarimana armó y movilizó a sus seguidores, especialmente a los jóvenes, que, organizados en los movimientos "Interahamwe" o "Impuzamugambi", con la complicidad de las fuerzas del orden, prepararon una violenta campaña contra cualquier hutu o tutsi que apoyase los acuerdos de paz de Arusha.

Ya antes de la muerte del presidente 2.300 personas habían sido asesinadas con total impunidad por estas bandas de jóvenes.

La mayor parte de los homicidios tienen motivación política y su finalidad última es eliminar a los seguidores de los partidos de oposición.

Algunos gobiernos extranjeros tienen una responsabilidad indirecta en los hechos que se están produciendo. Se sabe que Francia, Sudáfrica y Egipto han proporcionado las armas al gobierno que, con casi total certeza, se han usado para armar a las bandas de jóvenes.

El Frente Patriótico Ruandés ha cometido también graves y repetidos abusos contra los derechos humanos desde que inició en 1990 la actual guerra contra el gobierno ruandés.

Amnistía Internacional tiene pruebas de que el FPR ha llevado a cabo homicidios de represalia contra civiles hutu desarmados.

La comunidad internacional no debe ignorar las causas de las matanzas: no son únicamente étnicas.

Los responsables de estas atrocidades deben ser identificados y conducidos ante la justicia".

(Amnistía Internacional)

 

RUANDA, datos generales:

Superficie:

26.340 kilómetros cuadrados

Población:

7.7232.000 de habitantes

Los bahutu constituyen el 89 % de la población, los batutsi son el 10 % y los batwa el 1 %

Densidad:

275 habitantes por kilómetro cuadrado

Capital:

Kigali, 350.000 habitantes

Lengua:

Kinyarwanda y francés

también se habla el swahili

Religiones:

Católicos 47 %

Protestantes 13 %

Religión tradicional 32 %

Musulmanes 8 %

Salud:

Hay un médico por cada 2.330 habitantes

Sólo el 64 % de la población tiene acceso al agua potable

La expectativa de vida es de 50 años

Educación:

El 64 % de los hombres y el 37 % de las mujeres están alfabetizados.

Hay 48 estudiantes universitarios por cada 100.000 habitantes.

FRENTE A LA TRAGEDIA,

LA IGLESIA: VOZ DE LOS SIN VOZ

Para completar este dossier os proponemos leer algunas de las voces que en la Iglesia se han levantado en favor de las víctimas de Ruanda.

El Papa Juan Pablo II, incluso desde el hospital, continuamente ha implorado que el mundo intervenga para detener las masacres.

Desde Roma se ha denunciado al mundo su incapacidad de moverse para salvar vidas y se han propuesto caminos para construir la paz. También los misioneros han hablado, se han hecho portavoces de aquella situación. Las "monjas perdidas en la selva" han obligado a los medios de comunicación a interesarse del problema y han manifestado la amargura que invadía su corazón.

 

LA VOZ DE JUAN PABLO II

La voz de Juan Pablo II se ha hecho oír repetidamente para implorar la paz y la reconciliación para el pueblo ruandés.

En la apertura del Sínodo Africano, el Papa se declaró preocupado de que Ruanda se vea atormentada por añejas tensiones y luchas sanguinarias. "Con vosotros, los obispos -dijo Juan Pablo II- comparto el sufrimiento frente a esta nueva, catastrófica oleada de violencia y de muerte que, ensañándose contra este querido país, ha hecho correr también, en proporciones impresionantes, la sangre de sacerdotes, religiosas y catequistas: víctimas de un odio absurdo.

Junto con vosotros, reunidos en este sínodo Africano, y en comunión espiritual con los obispos de Ruanda que no han podido estar hoy aquí con nosotros, siento el deber de dirigir una llamada al mundo para que se detenga la mano homicida de los violentos.

Con vosotros elevo mi voz para decir a todos: ¡Basta con estas tragedias! ¡Basta con estas masacres fratricidas!".

A la comunidad internacional: buscar toda vía que pueda detener la violencia.
Poco después el Papa renovó su llamada en favor de la paz en Ruanda, dijo: "Las trágicas noticias que llegan de Ruanda suscitan en el ánimo de todos nosotros gran sufrimiento. Un nuevo e indecible drama: el asesinato de los Jefes de Estado de Ruanda y de Burundi, el Primer Ministro ruandés y su familia asesinados; sacerdotes y religiosos asesinados. En todas partes odio, venganzas, sangre fraterna derramada.

En nombre de Cristo, os suplico: ¡Deponed las armas, no hagáis que sea vano el precio de la Redención, abrid el corazón al imperativo de paz del Resucitado!

Dirijo mi llamada a todos los responsables de la comunidad internacional, para que no desistan en buscar toda vía que pueda frenar a la muerte".

A los católicos: no ceder al odio, ser artífices de amor
A la comunidad católica de Ruanda el Papa había dirigido un mensaje deplorando que entre los autores de la violencia se encontrasen cristianos y continuaba diciendo: "no cedáis a los sentimientos de odio y de venganza, sino practicar valientemente el diálogo y el perdón. En esta trágica etapa de la vida de vuestra nación, sed todos artífices de amor y de paz".

El 15 de mayo, desde el hospital donde se encontraba, Juan Pablo II volvió a recordar con fuerza, una vez más, la agonía del pueblo ruandés: "Siento el deber de evocar, también hoy, las violencias de que son víctimas las poblaciones de Ruanda. Se trata de un verdadero y propio genocidio, del que lamentablemente son responsables también algunos católicos.

Día tras día estoy cerca de este pueblo en agonía y quisiera nuevamente despertar la conciencia de todos los que planifican estas matanzas y las ejecutan. Estos están llevando al país hacia el abismo. Todos tendrán que responder de sus crímenes ante la historia y, sobre todo, ante Dios.

¡Basta ya de sangre! Dios espera de todos los ruandeses, con la ayuda de los países amigos, un despertar moral: la valentía del perdón y de la fraternidad".

 

LA VOZ DE "CARITAS INTERNATIONALIS"

El 13 de mayo, Caritas Internationalis, organismo de la Iglesia Católica, en un comunicado presentaba algunas estadísticas en las que se afirmaba que más de 200.000 ruandeses habían ya sido masacrados y más de un millón y medio se habían refugiado en los países vecinos. En este comunicado se decía:

"La comunidad internacional tiene la responsabilidad y el deber de contribuir a poner fin a la matanza de civiles inocentes en Ruanda y de ofrecer ayuda humanitaria a todas las víctimas del conflicto. La situación de la población continúa empeorando y ya empieza a estar amenazada por la penuria de víveres.

Las violencias provienen de una lucha por el poder conducida por diversas facciones políticas, que han explotado intencionalmente y llevado a la exasperación las rivalidades étnicas.

Pedimos a las Naciones Unidas, a la Organización para la Unidad Africana y a todos los Países de buena voluntad, que emprendan iniciativas que inciten a los beligerantes a detener las matanzas y a emprender negociaciones de paz.

Es indispensable garantizar la protección de las poblaciones civiles y de los refugiados, asegurándoles el acceso de la asistencia humanitaria.

¡Que el tráfico de armas deje lugar al tráfico de caridad!"

 

LA VOZ DE LOS MISIONEROS

Los misioneros y misioneras, después de muchos años de trabajo solidario en aquel país, han sentido su corazón desgarrado al ver a su pueblo, muchas veces a sus fieles cristianos, ser autores y víctimas de la violencia.

Escogemos las palabras de Clemente Forestier, misionero huido de Ruanda. Creemos que expresan lo que muchos de nuestros misioneros han sentido y vivido. Decía al llegar a Europa:

"Estoy afligido por una enorme desilusión. Todos aquellos cuerpos destrozados que vi eran cristianos de mi comunidad a los que no pude salvar. Los asesinos eran también cristianos a los que no pude proteger de la corriente de violencia ciega que se ha apoderado del país.

Catequistas, curas, hermanas religiosas... han sido torturados y asesinados, no he podido hacer nada por ellos.

El hospital estaba lleno de cadáveres. Niños mutilados a los que les habían cortado las manos y los pies... El corazón humano no puede aguantar tanta barbaridad.

Quien no crea en el diablo que vaya allí y vea lo que ha sucedido, porque debe existir una terrible fuerza, más poderosa que el hombre, para llegar a tales bestialidades".

Volveremos para ayudar a reconstruir el país

Volver a Ruanda es el deseo de tantos misioneros y misioneras que han sido obligados a abandonar sus campos de trabajo. Denuncian las causas de la violencia, saben que volver a empezar será duro pero, a pesar de todo, quieren volver.

Un grupo de misioneros y misioneras de Ruanda, originarios de la diócesis de Vic (Barcelona), han hecho público un comunicado en el que dicen:

"Hemos salvado nuestras vidas, pero nuestro dolor persiste porque la guerra continúa en Ruanda arruinando muchas vidas humanas, víctimas de una violencia terrible que incluso nos ha sorprendido a nosotros mismos.

Las imágenes crueles y escalofriantes de Ruanda, que han transmitido los medios de comunicación, son el estallido final de una serie de muchas y complejas causas que desde hace mucho tiempo se notaban en el ambiente. Estas son algunas de estas causas:

1. La lucha por el poder de dos grupos minoritarios. Lucha sostenida con las armas.

2. La guerra civil que ha durado tres años y medio, causando un millón de desplazados y muchos muertos, y que ha acelerado un proceso de hambre como jamás se había visto en Ruanda.

3. La explotación por parte de los políticos del factor étnico y regional que ha despertado odios y violencias presentes desde tiempos remotos.

4. La guerra y las violencias no han empezado ahora, sino que perduran desde octubre de 1990, cuando el FPR atacó Ruanda desde sus bases en Uganda.

5. El pueblo ruandés no quiere la guerra. Es un pueblo pacífico. Toda la violencia que está devastando el país está protagonizada por grupos minoritarios reclutados entre jóvenes sin trabajo ni perspectivas de futuro y manipulados por políticos sin escrúpulos.

6. Como causas indirectas debemos mencionar también la poca solidaridad de los países ricos hacia Ruanda, y el envío de armamento que ciertos países han realizado para que pudiese continuar la guerra.

Quienes hemos pasado muchos años en Ruanda tenemos la esperanza de que la violencia acabará.

Regresaremos allí para ayudarles a reconstruir el país, regresaremos para recomenzar las escuelas, los dispensarios, los hospitales, los talleres, las parroquias.

Sabemos que en el centro del país, donde aún no ha llegado la violencia, grupos de cristianos se han organizado para asistir con urgencia a los desplazados que por allí pasan o allí se quedan. Son un signo de esperanza.

Lo que no podemos hacer es abandonar Ruanda. Ahora es cuando tienen más necesidad de nosotros. No podemos desolidarizarnos con África y con los países pobres. Todos formamos una única familia humana. Somos un solo cuerpo.

La reconstrucción del país no deberá ser solamente material sino sobre todo espiritual. Las heridas del corazón son muy profundas".

 

TESTIGOS DEL AMOR

EN UN MUNDO DE ODIO

De entre las masacres y ciegas venganzas que los medios de comunicación nos han presentado con abundancia, han surgido testigos silenciosos y serenos del Amor, de ellos la prensa no ha hablado.

Son ellos los que garantizan que la evangelización de Ruanda ha calado en lo más profundo de muchos ruandeses.

La evangelización de un pueblo se mide por la capacidad de imitar a Cristo que tienen sus seguidores y por el talante evangélico con el que afrontan las situaciones de la vida.

En Ruanda, en medio del odio, de las venganzas y de la muerte, han florecido ejemplos de santidad. El trabajo y el sacrificio de tantos misioneros no ha sido inútil.

Queremos presentaros algunos de estos "mártires" ruandeses.

 

PASION Y MUERTE DEL PADRE GASHUGI

El P. Jorge Gashugi, primer franciscano ruandés, fue asesinado el lunes 18 de abril por una banda de bahutu enfurecidos.

George viajaba en una furgoneta junto con otros dos misioneros, un francés y un italiano, escoltados por tres miliares ruandeses, cuando tuvieron que detener el vehículo en un bloqueo de la carretera.

La muchedumbre amenazante, buscaba víctimas tutsi, descubrió inmediatamente la presencia de P. George, un tutsi. Confirmada por su carta de identidad la pertenencia a la etnia tutsi, la sentencia de la muchedumbre fue inapelable: "¡Reo de muerte!".

El P. George afrontó la muerte con plena y serena coherencia de fe. "Me matarán -susurró a sus acompañantes- pero es mejor que uno muera para que el grupo no perezca".

Ninguno de los acompañantes pudo hacer nada para salvarle.

Se lo llevaron los militares y cuando estos regresaron, la furgoneta pudo continuar su viaje, esta vez sin la escolta de los militares.

Todos los que le conocieron están de acuerdo en resaltar su espíritu de servicio y la alegría que acompañaba siempre al P. George.

Antes de ingresar en el seminario franciscano, George era sastre en Kigali y formaba parte de un grupo cristiano de la ciudad. Se sintió atraído por el estilo de vida que llevaban los misioneros franciscanos y decidió vivir con y como ellos.

Ahora ha muerto para que otros pudiesen salvarse.

 

SOLDADOS TESTIGOS DE HUMANIDAD

Se han recibido noticias de Kicukiro según las cuales un grupo de soldados hutu, después de que un grupo de la guardia presidencial y de milicianos había pasado por la zona masacrando a todos los tutsi que encontraba, se pararon a dar de beber a los tutsi heridos, les curaron sus heridas con los botiquines de campaña que llevaban y les ayudaron a escapar hacia zonas más seguras.

También se sabe que en Nyamirambo unos soldados hutu habían conducido a un grupo de tutsi a la parroquia más próxima para que desde allí pudiesen escapar y así salvar sus vidas.

En Cyangugu unos soldados hutu no acataron la orden recibida de matar a un grupo de tutsi inocentes. A causa de ello fueron condenados a muerte y fusilados en el acto.

 

SOLIDARIDAD ENTRE LOS POBRES

Tal vez nunca se podrá saber cuántos han sido los tutsi que han sido escondidos y salvados por sus compatriotas hutu.

Sabemos que en Butare, a finales de mayo, los tutsi supervivientes de las matanzas que allí se habían producido, estaban siendo protegidos y cuidados por vecinos hutu.

En Kinungo un sacerdote tutsi, huyó de los militares que le buscaban, el comité de una comunidad cristiana de su parroquia, cuyos miembros son en mayoría hutu, decidieron esconderlo y así lo protegieron durante semanas hasta que pudieron ayudarle a llegar a la frontera y ponerse a salvo.

 

CON SU VIDA PAGARON EL RECHAZO A LA VIOLENCIA

El gobernador adjunto de Gitarama, Jean Kabaga, un hutu, se negó rotundamente a colaborar en las matanzas programadas por los militares de la guardia presidencial: Por esta razón fue fusilado.

En Kabgayi, la directora de la Escuela de Ciencias de la Salud, la señora Dorothé Mukandanga, una hutu, miembro del grupo Pax Christi de la diócesis, se negó a acatar la orden de los soldados de dejarlo todo y salir de la clase junto con las alumnas hutu. Permitió que salieran las alumnas hutu pero ella no quiso abandonar a las alumnas tutsi. Por ello los militares la mataron en el acto.

 

TESTAMENTO DE UN MISIONERO

P. Joaquim Vallmajó, natural de Navata (Gerona), era un misionero de los Padres Blancos en Ruanda. Allí trabajó en varias diócesis desde 1965. En abril de 1994 murió a manos de los guerrilleros tutsi del Frente Patriótico Ruandés.

Se desconocen aún los detalles de su muerte y el lugar de su sepultura. Posiblemente esté enterrado en una fosa común, junto a su gente, con aquellos a los que entregó su vida.

Se sabe sólo que no quiso abandonar Ruanda cuando se lo propusieron. Su lugar estaba allí y esperaba con su presencia mitigar el desastre que se preveía.

También se sabe que un día aparecieron en su misión un grupo de soldados del FPR que le ordenaron de seguirles. Desde entonces no se sabe nada más de él.

Delante de las investigaciones realizadas para descubrir su paradero, uno de los dirigentes del FPR dijo: "Dejad de buscarle. Debía morir, sabía demasiadas cosas que no deben conocerse".

Poco antes había escrito una carta a sus amigos en la que exponía, con la lucidez de quien conoce la situación, la realidad que se estaba viviendo en Ruanda.

Estos son algunos extractos de su carta:

(...) Por aquí continuamos viviendo una situación muy complicada y dolorosa, que se está prolongando demasiado. Sobre todo, aquí, en el norte es sumamente penosa.

De los años de crisis económica y social, hemos pasado a la guerra más absurda, para desembocar en la crisis política más vergonzosa.

Un pequeño grupo de politicastros totalmente corruptos quiere conservar el poder a cualquier precio y, desgraciadamente, están dispuestos a sacrificar al pueblo y al país, si es necesario, para conseguir sus propósitos.

Otro grupo, no menos sospechoso, también quiere el poder a cualquier precio y por cualquier medio (aquí, el P. Vallmajó se refiere, evidentemente, al FPR).

Un tercer grupo, el más numeroso, digno de respeto y lleno de valores, sufre el acoso del poder y de sus agentes de una forma continua y desde hace ya mucho tiempo. Es el pueblo pobre, víctima siempre de la ignorancia, del racismo, de la dictadura, de la pobreza y de la guerra y, ahora, además, del hambre, de la depredación, de la inseguridad, del vandalismo, de la violencia y de la manipulación.

¿Qué nos está pasando? ¿A dónde vamos? ¿Hasta cuándo vamos a seguir así?

Las manipulaciones del poder y de sus acólitos son sencillamente vergonzosas (...)

El presidente de la República, el primer ministro, los presidentes de los partidos, el presidente del Tribunal Constitucional, todos se comportan como dictadores. En la radio, en la prensa, en los mítines, todos mienten de una manera descarada y provocadora en grado sumo.

(...)Todo está preparado para la llegada de la agitación social, algo que están esperando algunos políticos para pescar en río revuelto.

¿Y el Frente Patriótico Ruandés? Tampoco se queda atrás. ¿Tanto monta, monta tanto?

(...) El racismo es excitado por algunos aprovechados sin escrúpulos del régimen.

Las juventudes del partido en el poder también asesinan, queman, destruyen, levantan barricadas impunemente e, incluso, se desplazan en autobuses del estado.

(...) ¿Qué hacemos nosotros? ¿Qué hago yo en medio de esta vorágine?

En primer lugar, creemos, o al menos yo creo y confío, en el pueblo que ha sabido conservar su dignidad (...)

En segundo lugar respeto y creo que hay intelectuales capaces, inteligentes, serenos y dignos que algún día podrán reemplazar a este "rebaño" de lobos sanguinarios que nos gobierna o que pretende gobernarnos

Como portadores de esperanza que queremos ser, estamos apoyando a todos los movimientos que están naciendo para crear una sociedad de paz, de justicia, de desarrollo y de respeto a la naturaleza.

(...) Mientras en todas partes se habla de destrucción, de pillaje y de marcha atrás, nosotros hablamos de construcción, de justicia y de solidaridad.

(...) Nuestra parroquia de Rushaki sigue llena de desplazados, víctimas de la guerrilla del FPR. Tres días por semana los llevo al campo de Muhura con mis compañeros. Ellos se ocupan de la distribución de los víveres, desde que la misma gente echó a los miembros de la Cruz Roja, que se estaban aprovechando de la situación. Hacemos distribución de víveres dos veces al mes por familia, lo que equivale a más de 1.000 toneladas de alimentos: harina de maíz, aceite, judías y, a veces, sorgo (...)

En una postdata añadida, P. Vallmajó comentaba:

Los guerrilleros están contra nosotros, tienen miedo de lo que hacemos y de lo que sabemos. Orad por nosotros.

 

Han pasado cuatro años desde que en verano de 1994 el Frente Patriótico Ruandés se hizo con el poder e instauró en el país un régimen fundamentalmente tutsi. Este hecho obligó a dos millones de hutu a refugiarse en los países vecinos.

Más tarde, llegó la tragedia con la guerra en el antiguo R.D Congo. Por televisión pudimos ver la persecución de los refugiados hutu por las selvas, con una secuela de cientos de miles de muertos.

Hoy, la situación de Ruanda sigue produciendo un reguero de muertes, víctimas inocentes, ante el silencio internacional.

 

SITUACIÓN ACTUAL

Hoy, en la región de los Grandes Lagos, se da la situación siguiente:

En Burundi hay un régimen militar, presidido por el comandante Pierre Buyoya, tutsi, que se hizo con el poder con un golpe de estado en julio de 1996.

En Ruanda acapara el poder un grupo de tutsi, cuyo hombre fuerte, Paul Kagame, es Vicepresidente, Ministro de Defensa y Jefe del Frente Patriótico Ruandés.

En el antiguo R.D Congo, rebautizado República Democrática del Congo, gobierna otro dictador, Laurent Kabila, que conquistó el poder gracias a la ayuda de los tutsi banyamulenge apoyados por los ejércitos tutsi de Uganda, Ruanda y Burundi.

Así pues, en los tres países se ha consolidado la dictadura y nada parece indicar que, a corto plazo, se vaya hacia la creación de sistemas democráticos en la región.

También han cambiado las alianzas internacionales. Ruanda ha dejado de ser un aliado de Francia para convertirse en un fiel aliado de Estados Unidos. Hasta tal punto que se ha impuesto el inglés como idioma administrativo y el Presidente Clinton ha visitado este país "amigo" en su última gira por África.

La situación interior de Ruanda apenas trasciende al exterior. Sólo de tanto en tanto aparecen en la prensa noticias breves que informan de algún atentado, matanzas o secuestro de misioneras, acciones casi siempre atribuidas a rebeldes hutu.

 

MENTIRAS OFICIALES

Sin embargo, la situación en Ruanda se caracteriza por una violencia que cada día produce muertos. Y, aunque ninguna región se salve de esta violencia, los hechos más graves están teniendo lugar en el noroeste del país, en las provincias de Ruhengeri y Gisenyi.

La versión que de estos hechos dan las autoridades ruandesas es que las matanzas son provocadas por miembros de las antiguas fuerzas armadas ruandesas (hutu) y por restos de las milicias responsables del genocidio (los interahamwe).

Sin embargo, a pesar de la dificultad para acceder a estas zonas, las informaciones reunidas por fuentes fiables que han podido investigar algunos casos, rechazan la versión oficial de los hechos. El ejército tutsi asalta en muchas ocasiones a la población civil indefensa, produciendo muchos muertos y culpando de ello a grupos de hutu rebeldes.

 

JUSTICIA INJUSTA

Muy preocupante es también la suerte de los miles de personas encarceladas y acusadas de genocidio. Entre ellas hay gente culpable, pero muchos son sólo víctimas de arreglos de cuentas, de denuncias falsas por parte de quienes intentan apropiarse de sus bienes, de sus empleos... o, simplemente, a causa de su pertenencia étnica. Hoy, ser hutu en Ruanda es indicio de culpa.

Seth Sendashonga es un hutu que se opuso radicalmente a la política del presiente Juvenal Habyarimana. Para forzar una salida democrática al régimen se pasó al Frente Patriótico Ruandés en 1992. Fue Ministro del Interior desde julio de 1994, hasta que, en septiembre de 1995, dimitió y se refugió en Kenia. Dimitió precisamente por estar en desacuerdo con la política represiva del vicepresidente del gobierno ruandés, Paul Kagame. Es, por tanto, un hombre que conoce muy de cerca y desde dentro las intenciones del gobierno ruandés. Recientemente ha declarado: "El Frente Patriótico Ruandés ha puesto en marcha un mecanismo de marginación social de los hutu, que va acompañado de matanzas, asesinatos y apropiaciones de los bienes. Hasta los mismos tutsi que lograron escapar del genocidio son marginados como sospechosos por los nuevos dueños del país".

 

PODER DE UNOS POCOS

En Ruanda, como en otros países Africanos, la única manera de participar de la riqueza del país es participando del poder político.

Así pues, los factores del conflicto étnico de Ruanda están básicamente relacionados con las desigualdades políticas y económicas. Obedecen a una regla muy sencilla: dado que existen muchos menos puestos de influencia en la política, administración, ejército y negocios que competidores, hay que eliminar al posible contrincante.

En un país con una economía predominantemente rural y donde la superpoblación aniquila el progreso económico, el Estado representa el único medio de vida para las elites cultas. El poder es un instrumento de acceso a la escasa riqueza.

La polarización hutu-tutsi en este contexto es un síntoma de problemas sin resolver, de un control del poder étnicamente orientado, de un acceso desigual a las riquezas nacionales y de una espantosa pobreza rural; quien detenta el poder tiene control sobre las riquezas nacionales y determina quién puede y quien no puede acceder a ellas.

 

CUATRO PROBLEMAS

Se pueden esbozar cuatro problemas básicos:

1. Con la desigualdad de acceso al poder y a la riqueza, las facciones étnicas imponen el miedo sobre sus rivales y se apropian del Estado.

2. Los medios públicos coercitivos (ejército, policía y jueces) son usados para mantener la desigualdad y para excluir a los perdedores.

3. Existe un círculo vicioso de pobreza resultante de una creciente población y de unos medios de vida per cápita decrecientes.

4.- Existe una espiral de guerra en la medida en que los excluidos luchan para dar la vuelta a la situación de perdedor o vencedor.

Con el tiempo, la raza se convierte en resentimiento y revanchismo, dos caras de la misma moneda.

 

SOLUCIONES PREVISTAS

Pocos creen que actualmente pueda haber una solución política a la crisis ruandesa. Muchos apuntan a que es imposible la reconciliación nacional en Ruanda si no existe una intervención militar fuerte. Los países afines a Ruanda (Uganda, Burundi y el Congo de Kabila) son partidarios de una intervención militar a gran escala para acabar con la resistencia hutu. Y, al parecer, existe ya un plan militar conjunto para acabar con la rebelión.

Otros creemos que con la fuerza no se soluciona nada. Sabemos que, tanto en Ruanda como en Burundi, hay un problema de fondo que es preciso tener en cuenta antes de apuntar soluciones: en estos países existe la mayor densidad de población de África, por ello la lucha es sobre todo por los recursos, por la tierra. Así pues es necesario una especie de nuevo Plan Marshall para ayudar a la gente a reconstruir y desarrollar sus países.

Creemos que ésta es la premisa para sacar a estos países de una situación peligrosa y desesperante. Si no se produce una gran inversión de la comunidad internacional, se corre el riesgo de asistir a una situación de guerra crónica, un auténtico polvorín para todo el continente.

La democracia y la justicia es la base de la reconciliación. La pacificación pasa por la formación de un gobierno interino apoyado por la comunidad internacional y bajo la autoridad de las Naciones Unidas.

Con la devastación provocada por la falta de democracia, creemos que la paz duradera en Ruanda no se puede alcanzar si no se avanza hacia el consenso político, el respeto al gobierno de la mayoría y a los derechos de la minoría. Se trata de caminar hacia una democracia consensuada que permita a las diferentes facciones participar en la construcción del destino del país.

La democracia significa el cambio del gobierno de las balas y el terror por el gobierno de los votos y la convivencia. Y es la única medicina eficaz.

Pero hay que reconocer que, por desgracia, actualmente existe una utilización inmoral por parte del régimen tutsi de Kigali de la identidad étnica. Todo parece indicar que no se camina hacia la democratización del país, que el objetivo es continuar con las matanzas hasta que llegue un tiempo en que la población hutu quede numéricamente a la par con los tutsi. Es un plan diabólico que ya en el pasado se intentó aplicar en el vecino Burundi.

Sólo una fuerte presión internacional, que actualmente no se da, podría detener las matanzas y obligar a Kagame a ceder el poder y la soberanía al pueblo para que sea éste quien dé forma a las instituciones y elija a sus representantes.

 

EL PODER DE LOS UGANDESES

Aunque actualmente los tutsi estén prácticamente solos en la escena política ruandesa, no existe homogeneidad entre ellos. En una situación de lucha política distintos grupos tutsi tratan de repartirse áreas claves para asegurarse ventajas administrativas y con ello el acceso a la riqueza.

La gente en Ruanda habla ordinariamente de los "ugandeses", los "tanzanos", los "burundeses", los "congoleños". No es que los tutsi así designados sean originarios de estos países, sino que pasaron allí muchos años de exilio, algunos de ellos desde la infancia. Existen así sutiles redes de solidaridad dentro de un mismo grupo.

Prácticamente todos los hombres clave de la estructura de poder en Ruanda son "ugandeses" y casi todos son oficiales del brazo armado del Frente Patriótico Ruandés. En el ejército actual el grupo de coroneles "ugandeses" tiene los puestos claves. Son la nueva elite del país.

Los hutu, lo mismo que los tutsi de otros "clanes", sobre todo los que no estuvieron en exilio, que siguen actualmente en el gobierno, detentan cargos meramente simbólicos sin ninguna posibilidad de influir en la marcha del país. Los que mandan son los "ugandeses" de Paul Kagame.