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doss 31: La otra Colombia

13 May 2016
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El Dossier que tienes en tus manos, quiere ser una presentación de la labor misionera que llevamos los Misioneros Javerianos en Colombia.

Colombia es un país lleno de contrastes, de belleza y de café, de paisajes hermosos y de gente con ganas de salir para adelante a pesar de la violencia que genera muerte y desolación y de una pobreza que está generalizándose a la sombra de una minoría rica.

Los Misioneros Javerianos intentamos, dentro de nuestras posibilidades y limitaciones:

-       anunciar un mundo nuevo donde sea posible la justicia;

-       colaborar con la Iglesia de Colombia para que el Reino de Dios se haga presente;

-       compartir con otros pueblos, desde nuestra pobreza, las maravillas que Dios nos dona gratuitamente para

-       construir un mundo de hermanos.

En estas páginas encontrarás la historia y la vida que hemos recorrido hasta ahora, pero dentro de estas páginas hay personas (niños, jóvenes, adultos de nuestras comunidades cristianas) con historias concretas; sin su colaboración, toda nuestra misión hubiera sido inútil. A ellos va dedicado este dossier porque son ellos los que van haciendo la misión hoy en día.

Te invitamos también a que leas este dossier con ojos diferentes a los de los medios de comunicación que, desde Colombia, nos relatan noticias de violencia y de guerra, y que descubras la otra Colombia de que se habla poco, pero que está haciendo historia, para que te acerques y te dejes interpelar por la misión, cuestionarte por los valores que este pueblo nos transmite. Ojalá que una vez que la hayas comprendido, descubierta, apreciada y querida, empiece a formar parte de tu vida para, ¿por qué no? un día poder compartir con este país también tu dimensión misionera y cristiana.

 

ANÁLISIS SOCIO-CULTURAL-RELIGIOSO DEL AMBIENTE DONDE TRABAJAMOS LOS MISIONEROS JAVERIANOS

     Teniendo en cuenta los lugares donde estamos ubicados los Javerianos en Colombia, sobre todo las realidades de Cali y Buenaventura, hay que decir que bastantes aspectos de la manera de pensar, ver y vivir la vida, coinciden.

 

La familia

     Todos, en Colombia, creen que la familia es un valor muy importante y necesario para la persona, aunque después las relaciones no sean de las mejores. Según estadísticas recientes, el hogar es el lugar donde el ciudadano recibe más sorpresas des-agradables: violencia en la familia, abandono, enfrentamientos, violencia y explotación de los más indefensos como son los niños y los ancianos.

     En la familia destaca de una manera evidente la figura de la madre, hasta casi ser identificada con el mismo “hogar” (quien tiene madre, tiene hogar). La madre es la persona que se dedica, cuerpo y alma, para que el niño sobreviva, pueda crecer y andar por la vida. Si las dificultades,  a veces terribles de la vida, han

 

creado una fuerte dependencia entre la madre y cada uno de los hijos, no por esto la unión entre hermanos está más garantizada y fuerte. Normalmente se da una relación vivida a nivel estricta y egoístamente personal.  Por consiguiente prevalece el sentimiento sobre las otras dimensiones y actitudes de la persona. Siendo las relaciones tan en función de la protección de sí mismos, es difícil desarrollar unas relaciones profundas y desinteresadas con otras personas.

     Falta entonces el sentido integral de pertenencia y falta una autoestima suficientemente fuerte que sostenga una personalidad autosuficiente y capaz de asumir las relaciones con equilibrio e independencia.

     Los afro-americanos, que en el contexto nacional suponen el 4 por ciento de la población, pero que en la ciudad de Buenaventura, por ejemplo, alcanzan hasta un 70 por ciento, tienen un concepto de familia ancho y abierto, con un sentido profundo del parentesco o familia extensa. Aunque la mujer y la madre jueguen un papel de protagonistas, la cercanía y la protección del propio grupo es valorada y fortalecida.

     Las relaciones sociales están condicionadas por un sentimiento de omnipotencia infantil determinado por la súper protección maternal recibida. En las relaciones entre personas es fácil que domine la irracionalidad, el instinto incontrolado, la primera impresión, el machismo, los entusiasmos y las depresiones, el riesgo asumido como valentía y demostración de fuerza, el valor absoluto de no perder nunca la cara.

 

La autoridad

     Las reglas de juego de la sociedad o de cualquier tipo de grupo organizado, no tienen mucho crédito ni respeto. La autoridad tampoco hace mucho por hacerse apreciar porque la mayoría de las veces es injusta, lenta e ineficaz.

     Se reconoce como autoridad aquel que se ha portado bien con uno en momentos difíciles; en este caso la amistad o la aceptación es incondicional y a veces a-crítica.

 

El trabajo

     Se valora mucho sobre todo por el hecho del salario y de la supervivencia. Esto conlleva aceptar unas condiciones de trabajo a veces injustas y humillantes, y un sueldo de hambre. A los afro-americanos parece que el trabajo les sirva para sobrevivir pero sin tener que programar ni ahorrar recursos. El trabajo es un instrumento que permite conseguir recursos para que se pueda vivir bien la vida presente.

     Para algunas personas es también una forma de superación. Por medio del trabajo han salido de su pobreza y viven contentos por la condición más digna y humana alcanzada.

     Por lo general, la gente es muy creativa e inteligente. Tal vez las situaciones tan tremendas en que les toca vivir hacen que haya mucha creatividad, inventiva y mucho tesón al enfrentarse con la vida.

     Desde luego que la mentalidad creada por el narcotráfico (la del dinero obtenido con facilidad, sin trabajar y sin esfuerzo), ha inyectado en la gente, sobre todo en los jóvenes, un sentimiento de frustración cuando no se consiguen recursos inmediatos y una actitud dañina de despilfarro que recorta cualquier deseo de superación.

     Por otra parte, el fenómeno del narcotráfico ha trastornado la escala de valores que regía en las familias y en general en la sociedad colombiana. El motor que mueve a la mayoría de las personas, y no precisamente a la gente de condición más humilde, es la preocupación de tener dinero como sea, de donde sea y cuando sea. Esta actitud es generadora de muchos abusos como la corrupción, sobre todo en el sector público, la ineficacia de las leyes y de la justicia porque todo se compra y todo se vende, hasta llegar al sicariato, donde un individuo se presta a matar por cualquier precio, con tal de conseguir un momento de bienestar para uno mismo o para su adorada mamá.

 

El tiempo libre

     Es un capital que no se aprovecha del todo, en el sentido de quedar frustradas muchas veces las ganas de “ponerse a hacer algo que en los tiempos normales no se puede hacer”. Cosas naturalmente de utilidad, incluyendo la posibilidad de pasar un rato bebiendo y conversando con el amigo o el vecino. Muchos se conforman con una aburrida sentada delante de un televisor viendo las telenovelas de siempre. Muchos hombres encuentran su centro de interés en la bebida o en los parqués.

     Hay personas que aprovechan para pasar un rato con toda la familia, en la casa o dando un paseo al lado de un río y preparando juntos las comidas típicas de su región donde no puede faltar un buen sancocho de gallina(cocido). Y se declaran felices si logran realizar esto.

 

Los jóvenes

     La sociedad colombiana, como las demás de América Latina, se distingue por un alto porcentaje de jóvenes. Este hecho conlleva unos aspectos positivos y negativos que repercuten en el convivir cotidiano de las personas y también en la problemática a nivel general del país.

     Los fenómenos que se pueden relacionar directamente y que afectan a la juventud colombiana son los siguientes: la debilidad de la estructura familiar, la precaria educación escolar recibida (que poco a poco se va superando en los niveles de primaria pero que sigue grave en los niveles de secundaria y universidad), las escasas oportunidades de empleo y trabajo, el consumismo y la falta de ideales (se vive al día), el fenómeno de la drogadicción, el dinero perseguido y obtenido de cualquier manera, la violencia endémica de este país...

     Por otro lado, hay factores que dejan espacio a la esperanza: el compromiso de muchos por la paz y la convivencia ciudadana, las ganas de formarse y de sobresalir, la sed y búsqueda de ideales fuertes y duraderos que den sentido a la vida, creatividad y capacidades intelectuales y artísticas...

La violencia

     El fenómeno de la violencia afecta a todos los niveles de la población y a las diferentes modalidades de vida del pueblo colombiano.

     Las raíces de este fenómeno están tal vez en la historia pasada pero también en los acontecimientos recientes que han condicionado la vida política, económica y social del país: las injusticias, la corrupción a todos los niveles, el manejo politiquero de los recursos, el poder del narcotráfico… Estando así las cosas, la vida en Colombia no vale nada.

     Todo aquel que intente desenmascarar el sistema de corrupción que hay dentro del país es amenazado, perseguido e, incluso, asesinado como ocurrió con Monseñor Isaías Duarte Cancino, arzobispo de Cali, asesinado en el distrito de Aguablanca cuando salía de celebrar la Eucaristía.

     A todo esto hay que añadir la violencia de la guerrilla extendida por todo el país. A pesar de las negociaciones de paz y de los encuentros para solucionar el conflicto, se continúa usando la violencia como medio para alcanzar unos objetivos que ya no interesan a nadie.

     En estos últimos años ha surgido otra violencia, la de los paramilitares. Con el pretexto de enfrentarse a la guerrilla, usan la violencia como arma de intimidación contra la población civil que no tiene otro recurso que abandonar sus casas e irse a sitios más seguros.

     Esta violencia casi institucionalizada crea un contexto y una cadena de violencia que poco a poco va afectando a las relaciones personales de los colombianos y a su manera de organizarse y de dar respuesta a los problemas cotidianos. Se llega así a la violencia “normal” a la que están expuestos todos los que conforman esta nación.

     Una actitud frecuente y algo extraña de las personas frente a esta situación tan tremenda es, por un lado, la resignación y, por otro, la esperanza confiada y firme que antes o después vamos a salir de esto.

 

Desplazados y Expatriados

     Otro apartado de infinito sufrimiento causado por todos los factores en juego es el fenómeno de los desplazados. Hay en este momento más de dos millones de colombianos fuera de su tierra, de su mundo, de su ambiente, amontonados en campamentos y cinturones de miseria de las periferias de las grandes ciudades. Todavía no se ha tomado conciencia del drama humano y social que tanta gente está viviendo.

     Por último tenemos que destacar los miles de colombianos que por diferentes motivos se van de Colombia. Algunos de ellos (periodistas, defensores de derechos humanos, artistas...) porque han sido amenazados de muerte, otros por la inseguridad del país y la mayoría en búsqueda de mejores oportunidades económicas para su familia.

     Pensando que el cambio a un nuevo país les dé una nueva y mejor oportunidad de vida, llegan a formar parte de la lista de los inmigrantes sin papeles que viven en la clandestinidad sufriendo situaciones humillantes con tal de mandar algún dinero a su familia. Menos mal que también hay personas que se solidarizan con ellos, los tratan como personas y buscan los medios para que se vayan integrando en el nuevo país donde llegan, sin olvidarse de donde han salido.

 

La religión

     La religión juega seguramente un papel significativo dentro de la vida del colombiano. La educación católica tiene raíces muy hondas en el alma de la mayoría. Pero, como en los demás aspectos de la idiosincrasia de esta nación, también lo religioso está condicionado por un cierto infantilismo, superstición o fatalismo. La religión o se percibe como un deber que Dios exige y por el que cobra (no se sabe por qué, pero se sabe que habrá castigos para los que no cumplen), o como una relación intimista auto justificante que mantiene bien distanciado lo que se cree y lo que es la vida de todos los días (hay un dicho popular: el que reza y peca empata).

     Es un hecho que lo religioso ha cobrado un sentido muy fuerte y generalizado en los distintos niveles de la sociedad colombiana. La cercanía del fin del mundo anunciada por las diferentes y múltiples sectas protestantes que proliferan en Colombia y la presencia más eficaz de la Iglesia Católica, hacen de la religión un factor que, hoy en día, mueve y condiciona a las personas. Los colombianos están viviendo un tiempo de búsqueda y de ansia religiosa muy fuerte.

     La Navidad, la Semana Santa y la celebración de los sacramentos son momentos significativos de la vivencia religiosa de nuestra gente.

     Por otra parte hay personas que desde la religión saben dar un sentido a su propia vida, refuerzan su compromiso con el hogar, con sus deberes y con los vecinos y están abiertos a lo eterno y a Dios.

     La Iglesia Católica en Colombia tiene una credibilidad enorme por el enfoque que le da a las graves y actuales problemáticas sociales que está viviendo la nación. Hay como una ilusión de que las masas todavía están con la Iglesia, porque en ocasiones congrega a multitudes, pero las nuevas generaciones muchas veces no buscan en la Iglesia la respuesta a sus dudas y a sus deseos de una vida diferente.

     A nivel de minorías, por el contrario, hay una muy buena respuesta religiosa. Entre ellas hay unos ejemplos claros y firmes de presencia del Evangelio. Para enumerar tan sólo algunos: las comunidades insertas en los medios populares; las comunidades eclesiales de base; la presencia de los creyentes en medio de las situaciones más trágicas y candentes del país…

 

LAS DOS CARAS DE UN MISMO PAÍS

     En la noche del pasado 7 de febrero (2003) estallaba en el exclusivo club El Nogal, de Bogotá, un coche bomba. El atentado, que ha provocado 33 víctimas y muchos heridos, encontraba a la burguesía ciudadana preparando otro fin de semana al ritmo de rumba, ron y aguardiente.

     Era una noche templada. Los puntos neurálgicos de la capital –el Centro comercial Andino, la Zona Rosa, y el Parque de la calle 93- estaban llenos de grupos de chicos y chicas que programaban irse a los cines o a las discotecas, vestidos como los ídolos del pop latino. Por las calles pasaban coches con la radio a todo volumen. Los Restaurantes trabajaban al máximo de sus posibilidades. Por otro lado, como en un mundo paralelo, estaban unos niños de la calle que buscaban entre los desperdicios algo para reciclar mientras otros vendían rosas, cigarrillos, caramelos y otras chucherías.

Un atentado

     De repente, desde lejos, se oye el estruendo de una explosión. En un primermomento la gente pensó que setrataba de algún petardo, pero en cuanto la televisión empezó a transmitir las imágenes del edificio El Nogal ardiendo, con los bomberos que hacían lo imposible para salvar a alguien que se encontraba en el interior, todos se dieron cuenta que algo grave había pasado a unos tres o cuatrocientos metros de distancia.

     Uno de los centros de la oligarquía colombiana había sido el objetivo alcanzado, probablemente, por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) que desde hacía tiempo proyectaban llegar con la violencia terrorista a las ciudades; o –y es otra hipótesis- por sectores del narcotráfico que quieren impedir la extradición de los “capos” de la droga a Estados Unidos. Alguien, cercano a los sectores anti gubernamentales, llegó a afirmar que la matanza había sido preparada y ejecutada por los servicios secretos para satanizar las FARC delante del mundo y justificar de esta manera la mano dura del señor Presidente Uribe y una posible intervención de la comunidad internacional.

     Pero, a pesar de todo, el rito de la fiesta seguía adelante. De los locales se seguía oyendo ritmos de vallenato, salsa, merengue; y las personas, aunque tocadas por la enésima tragedia, seguían por su camino. «Un colombiano es como un médico que está acostumbrado a la muerte y a las masacres. Un muerto o una masacre más no cambia su postura», -ha sido el amargo comentario de una chica sentada en el parque de la calle 93.

 

50 años de lucha

     Dejando a un lado la lucha que desde hace unos 50 años está ensangrentando el país, los estragos en la misma capital, Bogotá, no son una novedad. Si han sido las FARC las causantes de la tragedia de El Nogal, es nuevo el hecho que esta narco guerrilla, con una ideología marxista y una tradición más bien rural, empiece a actuar en las ciudades mientras que no son nada nuevas las bombas y las masacres en el centro administrativo del país.

     La segunda mitad de los años ochenta y el comienzo de los años noventa, han sido dos momentos obscuros. Antes el M19, una guerrilla de izquierda especializada en el conflicto urbano y después sobre todo el narcotraficante Pablo Escobar, han sembrado el terror en la capital.

 

Fatalismo

     La gente, acostumbrada a la muerte y a la violencia alimentada cada día por imágenes de guerra y destrucción ofrecidas por Rcn y Caracol, las dos principales redes televisivas privadas colombianas, vive en una actitud de fatalismo. El hombre de la calle no ve la posibilidad de cambiar las cosas en un País donde la mayoría de los homicidios quedan impunes, donde los políticos son corruptos, donde los narcotraficantes son unos sanguinarios sin corazón y donde la violencia político-social parece no tener fin. Unos son tan pesimistas que ven en una invasión norteamericana la única posibilidad de redención. «¡Qué vengan los gringos, que nos invadan y lo arreglen todo!»,es un refrán que se oye repetir a menudo entre la burguesía.

 

La cultura de la separación

     Por todas estas razones muchos colombianos, sobre todo los que tienen la posibilidad de vivir de manera confortable en la ciudad, no quieren saber nada del conflicto y buscan todas las formas posibles para quedarse a una distancia prudencial dando origen a una verdadera cultura de la separación y de la huida de la realidad que es una de las características más singulares del estilo de vida de las clases medio-altas.

     Colombia es un país joven, tropical con un clima templado todo el año y donde no faltan las chicas bonitas. Es suficiente disponer de un poco de dinero en el bolsillo para olvidarse de lo social y dejarse llevar por la cultura de la rumba y de la dolce vita, atrincherados en los barrios altos, en las zonas comerciales protegidas, en los locales chic y en los clubes como El Nogal.

     Al norte de Bogotá, la zona más rica de la capital y donde vive una cuarta parte de la población, la seguridad se ha transformado en una obsesión. Algunas calles parecen militarizadas; los edificios y los centros comerciales son protegidos las 24 horas por un pequeño ejército de vigilantes privados. Una persona que crece en este ambiente se acostumbra desde pequeña a vivir en un mundo aislado, alejado de las difíciles realidades del centro, del sur y de los barrios de invasión donde viven los pobres que tienen algo y los pobres que no tienen nada y donde todos los problemas sociales –analfabetismo, homicidios, mal nutrición, droga, prostitución infantil, violencia doméstica y alcoholismo– son agudizados.

 

Aislados en la ciudad, en el colegio y en el trabajo

     En cierto sentido el único contacto de los del norte con los del sur se realiza a través de las camareras y de los celadores –los guardas de los palacios– que por lo general vienen de esos barrios. En Bogotá se pueden encontrar muchas personas que, a lo largo de toda su vida, nunca han ido al sur y ni tienen la menor intención de ir en lo sucesivo. Tantos, demasiados “colombianos bien”, no quieren mirarle la cara a la pobreza y a la violencia de su país. Están orgullosos de la Colombia de Shakira, de Juan Pablo Montoya, de García Márquez, de Fernando Botero; están orgullosos de la belleza de sus mujeres y de su tierra olvidándose con demasiada frecuencia de todas las terribles injusticias sociales que se esconden entre ellos.

     La separación entre la élite y las masas empieza en el colegio para seguir en la universidad y en el mundo del trabajo. Los mejores colegios de Bogotá, todos privados y bilingües y súper caros, ofrecen una protección total a los chicos durante toda la jornada. Cada mañana la ciudad se llena de autobuses escolares que recogen a los estudiantes en uniforme, casa por casa y los devuelven por la tarde. Terminada la clase está terminantemente prohibido a un/a chico/a alejarse del colegio sin el permiso escrito de los padres. Y es evidente que, de esta manera, si por un lado se evitan las malas compañías y los secuestros, por otro se impide a los jóvenes hacerse una idea concreta de la sociedad que los rodea.

 

Divisiones entre ricos y pobres

     Cuando llega el momento del servicio militar, evidentemente peligroso en un país que vive en estado de guerra, como es Colombia, es suficiente con pagar para quedarse en casa. Casi todas las familias que tienen la posibilidad económica de hacerlo, lo hacen. Los ricos no mandan a sus hijos a morir por su País. Lo de Colombia es una guerra de los pobres contra los pobres.

     Está después la Universidad. El que quiera tener un buen trabajo en Colombia tiene que salir de una Universidad de renombre como Los Andes o La Javeriana de Bogotá; pero para ingresar en ellas hay que haber estudiado en un buen colegio y tener una familia económicamente solvente ya que los costes son muy altos, superiores a cualquier universidad privada de Europa. En la capital la única universidad estatal de buen nivel es La Nacional, frecuentada por las mejores mentes de la clase media y que es, junto con la Universidad Antioquia, de Medellín, el más importante depósito de inteligencias de izquierda. De aquí sale la subversión.

     Caminando entre los edificios de La Nacional parece que el muro de Berlín aún no haya caído: se pueden ver murales con los rostros de Che Guevara,  Marx,  Leniny se pueden

leer eslóganes como «Barricadas socialistas», «muerte a los gringos», y cosas por el estilo.

 

¿Será posible un cambio?

     Como se puede ver es todo un círculo vicioso que favorece a los más ricos y crea resentimiento entre los más pobres. Para que las cosas cambien de veras, la clase medio-alta de la ciudad debe cambiar de mentalidad. No debe cerrarse en sí misma creando un país imaginario como un parque de diversión y olvidándose de los males que hay en el país. El estilo de vida consumista que propone la publicidad y que tanta aceptación tiene entre la gente de todas las clases sociales, no tiene otro resultado que dividir aún más los ricos de los pobres. El proceso de modernización es lento. Mientras tanto hace falta que las clases más ricas y más educadas demuestren mayor austeridad, mayor altura espiritual, mayor fraternidad y mayor “espíritu misionero” hacia sus compatriotas que viven en una condición de subdesarrollo económico y cultural.

 

PRESENCIA DE LOS MISIONEROS JAVERIANOS EN COLOMBIA

Los tres primeros Misioneros Javerianos llegaron a Colombia en febrero de 1975 invitados y hospedados en su Vicariato por el entonces Vicario Apostólico de Buenaventura, Mons. Heriberto Correa Yepes, mxy.

Aceptada nuestra presencia como válida en un país tradicionalmente católico pero necesitado de mano de obra, hemos ido extendiendo nuestra presencia, además de en Buenaventura (Valle), en Cali, Bogotá y Medellín.

Parroquia Sagrado Corazón, Buenaventura

     A los tres primeros Javerianos que llegaron a Buenaventura se les confió la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en el barrio de “El Firme”.

     El trabajo pastoral, asumido con entusiasmo desde el principio, se caracteriza por una metodología renovada de la catequesis: más tiempo de preparación a los sacramentos, más contactos con las familias para involucrarlas en la educación religiosa de los hijos, cursos de formación para la preparación de los catequistas…

     Teniendo en cuenta la situación de pobreza absoluta y de abandono en que está sumergida la población de Buenaventura, se organiza la pastoral social tanto a nivel parroquial que a nivel de Vicariato siendo responsables del Instituto Matia Mulumba, creado para responder a las necesidades de salud, educación y evangelización del inmenso sector rural del Vicariato de Buenaventura.

     Desde un principio se empieza a valorar los elementos de la cultura afro-americana: desde las expresiones de la religiosidad popular y de la liturgia hasta la organización de una verdadera y seria pastoral afro para el Vicariato de Buenaventura, dando lugar a los diferentes encuentros afro-americanos (COMLA) en América Latina.

     Empiezan las primeras Escuelas Bíblicas, con reuniones familiares y grupos bíblicos; se llegará a organizar una Semana bíblica para todo el Vicariato.

     La catequesis recibe siempre más atención. Se prolonga la duración de los cursos de preparación a los sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Primera Comunión y Confirmación) y se capacitan siempre más a los catequistas.

     Se intenta concretar la importancia de la dimensión comunitaria de la fe. Para ello se convocan periódicamente Asambleas de evaluación y programación del trabajo pastoral, se constituye la Asamblea del pueblo de Dios y se da pleno espacio y vigencia al consejo Pastoral.

     Los enfermos y ancianos, que siempre habían tenido una importancia especial, siguen como un punto importante de nuestra tarea pastoral.

     Con la creación de pequeñas cooperativas, se intenta dar respuesta al profundo y más reciente malestar social buscando al mismo tiempo una solidaridad con los más marginados.

     No se descuidan las estructuras. A nuestra llegada recibimos un templo y una casa parroquial, ya totalmente terminados y aptos para nuestra Comunidad. Después nos preocupamos por levantar un polideportivo donde la juventud pudiera reunirse y por renovar o construir unos salones como lugares de encuentros, de catequesis y como escuela de alfabetización de niños y muchachos que quedaban fuera de las normales estructuras educativas.

     En 1998, después de 23 años de presencia javeriana en esta parroquia, llegó la hora de pasar el relevo a la Iglesia local de Buenaventura para que asumiera su responsabilidad evangelizadora.

     Nosotros, por parte nuestra, le damos gracias a Dios por la misión que pudimos realizar en medio de esta comunidad cristiana, por los laicos que han asumido su tarea evangelizadora y por las vocaciones sacerdotales que han salido de este pueblo y que ahora toman en sus manos la parroquia del “Sagrado Corazón de Jesús” que camina anunciando a Jesucristo en Buenaventura.

* * *

Parroquia Cristo Redentor, Buenaventura

     Esta parroquia nos fue confiada en 1984. Está formada por los barrios periféricos de la ciudad de Buenaventura que van naciendo por el fenómeno de la migración desde las zonas rurales a la ciudad.

     Los comienzos, como casi siempre, son heroicos. Se empieza celebrando la Eucaristía debajo de una ramada o en las escuelitas de los diferentes barrios. Nos preocupamos también por reunir a la gente para una mayor integración. El desafío inicial urgente es entrar en contacto con las personas de los inmensos barrios que van naciendo en el territorio de la parroquia. Y la estrategia inicial consiste en crear capillas como punto de referencia para las personas que empiezan el camino como comunidad cristiana. Con la ayuda de las personas y con el apoyo económico de entidades locales y extranjeras, se logra levantar seis capillas. La última será la del barrio Bolívar que quedará como centro de la parroquia.

     Cada capilla organiza sus actividades de pastoral con participación y continuidad variada y con paciencia por parte de todos.

     Intentamos garantizar una presencia más continuada de los misioneros en estos centros buscando y promoviendo la colaboración de las personas mismas, formando grupos de jóvenes, de estudio bíblico, de liturgia... y la constitución del Consejo pastoral.

     Cuando el señor Obispo lanza una nueva metodología de trabajo pastoral centrada en la Nueva Evangelización, serán los mismos seglares quienes, después de una seria preparación, se comprometerán a llevarla adelante. Después de unos años de “Nueva Evangelización” podemos decir que los resultados han sido más que satisfactorios.

     Por un tiempo, la parroquia se hizo cargo de una zona rural del Vicariato, llamada “la carretera vieja”, antigua carretera que unía la ciudad de Cali, en el interior del país, con el puerto de Buenaventura y que perdió su importancia, hasta llegar al abandono casi total, al construirse una nueva más moderna y más veloz.

     En la docena de pueblecitos que siguieron perteneciendo, civil y religiosamente, a Buenaventura, hemos intentado mantener viva la fe a través de nuestra por lo menos semanal presencia pastoral

* * *

Parroquia S. Francisco Javier, Cali

     Cuando el X Capitulo General de nuestra Congregación toma la decisión de ampliar y consolidar la presencia javeriana en Colombia, nos preocupamos por buscar otro campo de trabajo misionero fuera de la ciudad de Buenaventura. Después de examinar las respuestas que nos dieron unos señores Obispos a quienes habíamos manifestado nuestros deseos, aceptamos abrir una parroquia en el distrito de Aguablanca, en la periferia de la ciudad de Cali.

     La situación total de pobreza y precariedad en que está sumida la gente de este sector marginado de Cali, condiciona todo el trabajo pastoral desde el inicio.

     La pastoral social es la más privilegiada y la creación de un comité parroquial de pastoral social (COPPAS) permite involucrar y educar más a la gente en el esfuerzo de mejorar su vida y de buscar sus recursos.

     Fruto de esta preocupación social fue la creación de un Colegio Parroquial, de una guardería y de un puesto de salud. Fue la respuesta de la Iglesia en esos momentos tan tremendos de los inicios del distrito de Aguablanca.

     Al mismo tiempo se levantan también los templos, en los dos barrios más importantes que conforman la parroquia y la casa parroquial donde pueda vivir la comunidad javeriana.

     En el aspecto religioso, se intenta desde un principio dar una respuesta adecuada a la exigencia de la gente de seguir teniendo sus ritos, sus sacramentos y sus devociones. Se cuida mucho la preparación a los sacramentos de la iniciación cristiana y se tiene en cuenta la manera de celebrar los momentos religiosos más significativos del año (Navidad / Semana Santa / Fiesta Patronal).

     Desde un principio es grande la preocupación de formar un buen grupo de catequistas y de líderes pastorales. La preparación a los sacramentos es seria exigiendo participación y continuidad tanto a los niños que a sus padres..

     Se comienza a organizar grupos parroquiales, grupos de oración, donde las personas, con la presencia del misionero, oran, leen y reflexionan la Biblia...

     Es constante nuestra relación con la Iglesia local: colaboramos directamente en la elaboración de un plan pastoral para el arciprestazgo del distrito de Aguablanca; dos misioneros javerianos llegan a ser encargados de la zona.

     La elaboración y la puesta en marcha de los distintos frentes de la pastoral han sido fruto de la reflexión y el discernimiento comunitario.

     Es en esta búsqueda comunitaria donde empezamos a plantearnos nuestra presencia y nuestra pastoral ya que no nos convencía la pastoral enfocada exclusivamente en los sacramentos, el poco o escaso compromiso de los que recibían los sacramentos y nos aterraba más todavía la distancia entre la fe que profesaban y la vida de cada día manejada con criterios antievangélicos.

     Por eso hemos llegado a definir unos criterios fijos de evangelización:

-    Anuncio explícito de la persona de Jesús;

-    La formación de las Comunidades eclesiales de base;

-    Acompañamiento personalizado con aquellos que forman parte del camino de vida cristiana.

* * *

Comunidad Javeriana de Bogotá

     La comunidad de Bogotá inicia oficialmente su camino en 1995 como comunidad formativa. Más tarde será también comunidad de acogida de los misioneros que llegan de otros países. Aquí encontrarán un tiempo de formación e inserción en la nueva realidad colombiana. Y una tercera actividad es la de ser centro de animación misionera y vocacional y espacio para la formación permanente de los misioneros.

     En 2001 asumimos una cuarta actividad: dirigir la parroquia de “La Encarnación”, haciendo realidad de esta manera la opción y presencia pastoral en la capital del país facilitándonos así un contacto directo con la realidad social y eclesial de Colombia.

     Por el hecho que el señor Cardenal Pedro Rubiano nos haya brindado la oportunidad de una labor pastoral parroquial, hemos podido ahondar más las raíces de nuestra presencia y nuestro compromiso con la Iglesia colombiana y con su pueblo. Y esto lo consideramos un don de Dios que nos permite compartir nuestro carisma misionero con este maravilloso pueblo que consideramos también nuestro pueblo.

     No es fácil la tarea de acompañar y guiar una comunidad parroquial pero sí es maravilloso caminar junto con tantos hermanos y hermanas siguiendo a Cristo en la construcción del Reino de Dios. Es lo más gratificante que podemos hacer.

     Será un camino largo, paciente y con dificultades, pero estamos seguros que con nuestra confianza puesta en la presencia del Espíritu, seguramente alcanzaremos, aún con nuestras limitadas capacidades, las metas más difíciles.

     Nuestra familia misionera ha apostado por Colombia porque creemos en su pueblo y el haber aceptado una parroquia más es una concretización de nuestra opción.

     En una época tan difícil, en que muchos se van del país, nosotros queremos quedarnos y queremos compartir nuestras ilusiones con este pueblo para alcanzar, juntos, la construcción de un mundo mejor, sabiendo que el Señor de la vida está siempre con nosotros.

Comunidad Javeriana de Medellín

     En 1997 se pensó en la posibilidad de tener una presencia javeriana en Medellín trasladando allí la comunidad formativa de Bogotá. Después de haber reestructurado la casa, en 1999 se inicia oficialmente la formación misionera de aquellos colombianos que quieran seguir al Señor según el carisma de nuestro beato Fundador, Mons. Conforti. En la actualidad son 5 los jóvenes que han llamado a nuestra puerta.

     Proceden de diferentes lugares de Colombia: Villavicencio, Quindío, Boyacá y Bogotá. Son jóvenes que se han preparado a lo largo de un año antes de salir de sus respectivas familias y ambientes para decirle Sí a Jesús en el proyecto de vida que les ha traído hasta Medellín.

     En aquel tiempo Jesús llamó a Pedro y a Andrés; más adelante llamará a Santiago, a Juan,... Hoy Jesús sigue pasando por los caminos de nuestra vida e historia y sigue llamando. Sigue invitando a seguirle cada vez más de cerca.

     Estos cinco jóvenes colombianos han comenzado a desinstalarse, a desacomodarse y se han puesto en camino; han comenzado la ardua tarea de discernir la vocación a la que Dios les está llamando.

     Como comunidad formativa de Medellín les damos la Bienvenida y les decimos de corazón que cuenten con todos nosotros y con todos aquellos que nos apoyan en nuestra labor misionera en Colombia.

 

CONCLUSIÓN

     No podemos más que agradecerle a Dios lo que han sido estos años de trabajo misionero en Colombia. Quisimos fuera un compromiso directo de Evangelización y promoción humana en medio de personas golpeadas por la violencia, el abandono, la pobreza y el desempleo.

     Dice un artículo de nuestras constituciones: ”Nuestra misión nos exige proclamar el Reino allí donde aún no está reconocido, denunciar cuanto se opone al mismo, mostrarlo ya presente en los signos y colaborar a su venida” (nº 7). Es lo que hemos intentado realizar a lo largo de estos años, convocando a las personas, intentando formar comunidades cristianas fuertes y comprometidas, anunciando el Evangelio a los pobres, levantando también estructuras para el trabajo social (educación, salud, deportes...) y para la vida cristiana (templos parroquiales).

     Si al comienzo de nuestra presencia en Colombia nos pareció urgente la colaboración directa con la Iglesia local en la compleja realidad de Colombia, también llegó el momento de hacer madurar una ilusión que siempre habíamos cultivado: la aceptación en nuestra familia javeriana de vocaciones colombianas.

     Con la aceptación y la formación de vocaciones javerianas colombianas “ad gentes” se completa el ciclo vital de un carisma encarnado en este país. Es como una planta que llega a dar fruto... Para nosotros, este paso significa haber nacido de una manera definitiva a la realidad y a la riqueza hermosa de todo lo que es Colombia, asumir toda la energía desbordante del pueblo colombiano y ponerla al servicio del Evangelio. La presencia de colombianos en nuestra familia misionera constituye un mutuo enriquecimiento que va a beneficiar a las 19 naciones donde estamos presentes y a todo el mundo.

     Si en estos años hemos descubierto esos dones, se lo debemos al Señor ya que nosotros, citando el Evangelio de Jesús, somos servidores inútiles .

     También tenemos que reconocer que no siempre hemos estado a la altura de nuestras exigencias misioneras y debemos pedir perdón por la poca disponibilidad, por los egoísmos y personalismos de cada uno, por la fidelidad a medias, por el tiempo no aprovechado...

     Queremos renovar nuestro compromiso de misioneros “ad gentes”, siguiendo con nuestro servicio de Evangelización a las Iglesias de Buenaventura, Cali, Bogotá y Medellín, pero manteniéndonos abiertos a Colombia y al mundo entero.

     Intentaremos seguir el camino indicado por Jesús: “id por todo el mundo y predicad la Buena Noticia...”.

     Seguiremos sirviendo a este pueblo de Colombia que busca, en mediodedificultadesysufrimientos, un mañana mejor. Nos enriqueceremos cada vez más de los valores humanos y cristianos de nuestra gente para que de en medio de ella surjan y salgan Misioneros para todas partes donde Jesús es todavía un desconocido.

     Hermosa aventura la de anunciar el Evangelio hasta las más lejanas fronteras. Seguirá siendo un honor inmerecido para todos nosotros, para todos aquellos que un día quieran venir a vivir y a entregar sus vidas con este pueblo y para muchos colombianos que comparten y compartirán esta misma ilusión y tarea: construir un mundo de hermanos que vivan en la familia de Dios.

 

UNA FORMA DE VIVIR LA MISIÓN: LAS COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE

     En nuestro caminar como misioneros en el distrito de Aguablanca (Cali), nos preguntamos cuál es la razón de nuestra presencia en estos barrios marginales, sobre todo al darnos cuenta de las luces y de las sombras de este camino.

     Nos inquietaba la situación de nuestro pueblo y los fallos cometidos a la hora de vivir y hacer la misión (muchos bautizados y confirmados y pocos evangelizados).

     Llegamos a preguntarnos: ¿Qué significa Jesús de Nazaret en nuestras vidas?

     Compartiendo entre los miembros de la comunidad la experiencia de Jesús, nos dimos cuenta de que Su persona y Su proyecto de vida son una Buena Noticia para todos. Él era y es la razón de nuestro estar en Colombia, por Él y por su Reino lo habíamos dejado todo: personas, familias, nuestro país.

     Si Jesús es una Buena Noticia para nosotros, los misioneros, también tiene que serlo para las personas que se encuentran con ese Jesús que les invita a cambiar su estilo de vida para ser más felices.

     Así nuestra manera de vivir la misión entró en un proceso de cambio, ayudándonos recíprocamente a evangelizar.

     Nos preguntábamos como misioneros: ¿A quién anunciamos? ¿Qué anunciamos? (Mt 16,13-20) Descubrimos, con la ayuda de la comunidad, que la persona de Jesús y su mensaje son valores importantes y liberadores, que tenemos que conocerle, enamorarnos de Él y de su proyecto de vida por medio de la Palabra, que escuchamos en la Eucaristía y en la escuela de Biblia.

     Jesucristo era el gran desconocido en medio de nuestro pueblo, más pegado al Antiguo Testamento que a la persona de Jesús.

     Al confrontar nuestra vida con la Palabra de Dios, nos dábamos cuenta de las ganas que tenía nuestra gente de salir adelante a pesar de tantas y tan graves dificultades. Descubrir por medio de la Palabra lo que Dios quería de sus vidas era motivo de transformación de su estilo de vida.

     El comienzo del cambio respondía a una necesidad. Si una persona sigue a Jesús, tiene que hacerlo en comunidad (Hch 2,42-47).

     Por eso se comenzaron a organizar las comunidades eclesiales de base, grupos de personas que se reúnen en las casas del barrio para ver la realidad, juzgarla desde la Palabra de Dios y comprometerse en la vida de cada día, viviendo la solidaridad cristiana con los demás.

     Hemos dividido la parroquia en cuatro zonas para animar a las comunidades de los diferentes barrios o sectores.

     De estos grupos van surgiendo los diferentes líderes en derechos humanos, promoción de la mujer, catequistas, cáritas, consejería de familia, economía solidaria y de los ministerios de la Eucaristía y de la Palabra. Sin descuidar a los monaguillos, infancia y juventud misionera, jóvenes, etc.

     De esta manera, a las personas que piden recibir un sacramento las invitamos a que participen en su comunidad eclesial de base más cercana, de modo que toda la comunidad cristiana se siente implicada en el proceso de formación. No han faltado dificultades en este segundo momento.

     Las resumimos:

*   Les cuesta entrar en esta manera nueva de plantearse su ser cristiano y siguen haciéndose preguntas tales como: ¿Cuánto dura el cursillo? ¿Hay que pagar algo?

*   Encuentran difícil cambiar la mentalidad de “supermercado de los sacramentos”: voy, aguanto, celebro o recibo el sacramento y desaparezco hasta otra ocasión.

*   No logran darse cuenta y descubrir que ser cristiano es una manera nueva de vivir la relación con Dios, con uno mismo y con los demás, pero en la vida concreta de todos los días quieren seguir llamándose cristianos, sin serlo en la vida práctica.

*   Les cuesta también entender que, poco a poco, debemos dejar de ser una Iglesia de masas para transformarnos en una Iglesia de pequeñas comunidades.

      Cuando una persona se encuentra con Jesús, ve que su vida cambia y que, aunque despacio, participa más en la vida de comunidad. Sobre todo, descubre que ser cristiano es para toda la vida; que no se vive la fe y la vida por momentos, sino que le implica en su vida entera y en su relación con los demás.

     El proyecto de Jesús forma parte, ya, de su vivir diario:

*   Reconocen de esta manera su propia dignidad de personas y se sienten amadas por Dios

*   se sienten libres y felices de haberse encontrado con Jesús

*   y de vivir la vida cristiana en comunidad.

     Aquel que descubre su dignidad tiene ganas de conocer y de formarse humana y cristianamente y de llevar a los demás todo lo que va descubriendo; si es un líder de comunidades se compromete en profundizar, a través de charlas semanales, su formación para, después, compartir en los grupos respectivos la formación que va adquiriendo.

     Sin una formación religiosa seria, las personas pueden quedarse con una religiosidad infantil.

     La comunidad entera tiene momentos para celebrar la vida manifestada en los acontecimientos propios de la misma comunidad. En todas nuestras celebraciones, sobre todo en la Eucaristía, tenemos en cuenta la realidad en la que vivimos, escuchamos la Palabra que nos sale al encuentro ante tantas situaciones de muerte y de violencia con las que nos encontramos y nos comprometemos a vivir de modo que se haga realidad el proyecto del Reino.

     El pueblo de Dios quiere recuperar el sentido de la fiesta y gozar con todos los pequeños detalles de la Vida. Salir juntos para un día de excursión o unos encuentros de integración comunitaria son también momentos de celebración de la fe y de la vida.

     Las personas que viven esta experiencia rica, gozosa y liberadora sienten ganas de compartirla con los demás. No se la pueden callar y la van anunciando.

     Las personas y las comunidades se vuelven misioneras. Quieren dar razón de su fe y de su vida a otras personas para que también ellas encuentren el sentido de sus vidas y esta experiencia sea el motivo principal de su existir.

     En todo este proceso hay personas de la comunidad que nos acompañan, que están a nuestra disposición para hacer el camino juntos, comparten con nosotros los problemas y dificultades, se involucran en nuestra vida y, al mismo tiempo, nos orientan para que cada uno vaya descubriendo su propia vocación de servicio a la comunidad.

 

El distrito de AGUABLANCA de Cali (Colombia)

 

   El Padre Iñaki Larrea, de los Misioneros Javerianos, que nos ha preparado este dossier, vivió su experiencia misionera en el distrito de AGUABLANCA. Lo que nos cuenta es, por lo tanto, fruto de una vivencia personal y de muchos años.

   El distrito del que nos habla en estas páginas más que un barrio periférico de la ciudad de Cali es una ciudad dentro de la ciudad. Empezó a formarse a comienzos de los años 80. Hoy son aproximadamente unas 700.000 personas las que viven en él, bien desplazados por la violencia o simplemente pobres que han invadido un terreno de nadie y han terminado por considerarlo suyo. Con la esperanza también de abrirse a un futuro mejor.

 

LA LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS EN LAS COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE

 

LLEGÓ EL JUBILEO DEL AÑO 2000

     En el mundo de la tradición bíblica (Lev 25), el jubileo nació en Israel como un esfuerzo comunitario periódico, para contener y corregir la desigualdad social y las tendencias de insolidaridad y discriminación.

     Esta actitud se vive hoy desde tres planteamientos bíblicos, según el jubileo:

-    Perdonar las deudas: contra el endeudamiento, el desempleo, el empobrecimiento, el sistema financiero internacional;

-    Recuperar las tierras: contra el latifundio y por el reparto equitativo de los bienes de la tierra;

-    Poner en libertad a los oprimidos: contra el sistema penitenciario, la violación de los derechos de la comunidad reclusa, la criminalización de la pobreza, de la protesta social y la desaparición forzada y el secuestro.

     Los encuentros de experiencias bíblicas apuntan a que las comunidades podemos tener muchos más elementos para hacer que esta práctica sea concreta y responda a las exigencias que la realidad nos está planteando hoy.

     Estas exigencias van en el sentido en que las deudas que pesan sobre el pueblo colombiano sean realmente perdonadas.

     Condonar la deuda significa

-     tener nuevas relaciones con la tierra,

-     poder ser un pueblo libre de las esclavitudes que cargamos encima, y

-     apuntar, sobre todo, a que debemos ser el verdadero pueblo de Dios, Iglesias hermanas, familias de Dios, familias comprometidas y solidarias con las personas más desfavorecidas de la sociedad.

 

ENCUENTRO DE EXPERIENCIAS BÍBLICAS EN CALI

     Los encuentros de experiencias bíblicas, son acontecimientos de vida, nacidos y desarrollados en diferentes contextos: entre indígenas, afro-americanos, en ambientes juveniles, en barrios populares, entre mujeres... A partir de ahí se va configurando una urgente necesidad para encontrarse y compartir experiencias de esperanza y de fe.

     Yo creo que estos encuentros aportan dosis de ánimo a una población tan agredida en diferentes ámbitos de la vida. En la medida en que estas comunidades van aportando a la sociedad su fe, su resistencia popular, sus organizaciones vecinales, esa misma experiencia les va a permitir vivir el encuentro como un hecho de fe y de alegría.

     Entre estas iniciativas está el encuentro nacional ecuménico de experiencias bíblicas que se celebró en Cali, en el distrito de Aguablanca, durante el año 2000 con motivo, también, del año del jubileo, con todo su significado para las comunidades cristianas.

     Dejemos que los mismos participantes nos cuenten lo que significó para ellos estos encuentros :

- «Valoro el encuentro de experiencias bíblicas porque nos permite conocer a Iglesias hermanas que siguen la experiencia de Jesús y que comparten el hecho del seguimiento del Señor de la vida desde diferentes experiencias».

-       «A lo largo de estos encuentros con personas de diferentes lugares del país, nos damos cuenta de que la experiencia bíblica es el hecho central que vamos compartiendo, lo que va generando en cada lugar una manera diferente de ser comunidad y de profundizar cada vez más la Palabra de Dios».

 

COMPARTIMOS NUESTRAS EXPERIENCIAS Y EXPECTATIVAS

     «Nuestro grupo bíblico empezó hace 18 meses. Además de pertenecer al grupo, somos una comunidad donde hemos crecido como personas, una comunidad muy bonita donde hay mucha solidaridad».

     «Hemos llegado desde Bogotá, del barrio de las guacamayas, representamos a los diferentes grupos de la comunidad, como catequistas, grupos juveniles, tercera edad...

     Este encuentro nos ha brindado la oportunidad de comprender a otras personas que tienen una manera diferente de entender la Biblia así como de conocer otras culturas con una manera diferente de vivir la Palabra de Dios que se nos comunica».

     «Me parece bien que hayan organizado este encuentro y nos tengan en cuenta a los indígenas y a los afro-americanos, que cuenten con nosotros».

 

     Estamos con uno de los organizadores de experiencias bíblicas y queremos preguntarle:

- «¿Cómo se llegó a la idea de que se hicieran aquí, en la parroquia San Luís Beltrán, ubicada en un sitio tan recóndito y desconocido como el distrito de Aguablanca?»

- «Realicé mi primer encuentro de experiencias bíblicas en Medellín. A la hora de decidir el lugar para el próximo encuentro, la mayoría dijo que aquí, en Cali. Como sabían que éramos del distrito de Aguablanca, con mayor razón quisieron darnos esa oportunidad.

    Así que hemos hecho este encuentro para que fuera algo novedoso y la gente se quedara muy contenta y se diera cuenta de que el distrito de Aguablanca no es como la gente dice: un distrito donde sólo hay violencia; también hay mucha gente con empuje y arranque.

    Y a pesar de que es un trabajo muy comprometido organizar un encuentro de esta magnitud, todos nos hemos responsabilizado para que estuviera bien organizado y saliera bien».

 

¿QUÉ DIFICULTADES ENCONTRAMOS EN LA COMUNIDAD?

-    Apenas estamos conociendo el rostro de Dios;

-    Hay una confusión religiosa donde todo vale;

-    Nos falta mucho para conocer nuestras propias raíces: desconocemos lo nuestro;

-    Hay separación entre la fe y la vida;

-    Nos falta sensibilidad ante el dolor humano y la tragedia, porque nos hemos acostumbrado a sufrir y a ver sufrir.

-    Nos falta credibilidad entre nosotros, ya que tenemos prejuicios frente a los demás;

¿QUÉ NOS DEBE LA SOCIEDAD?

-    Empleo social, trabajo, educación, seguridad social, oportunidades para poder trabajar;

-    Derecho a decidir sobre nosotros mismos, derecho a la tierra y a disfrutar de ella, derecho de los presos;

-    No ser tratados como delincuentes, derecho de participación.

¿QUÉ LE DEBEMOS A LA SOCIEDAD?

-    Compromiso de solidaridad en el mundo del trabajo;

-    Reconocer los errores;

-    Creer en las mujeres;

-    Reconocimiento a la igualdad;

-    Cuidar y respetar la naturaleza, regalo de Dios, y tener conciencia ecológica;

-    Asumir el liderazgo y ser más participativos, aprovechando los espacios de movimientos populares;

-    Alimentar y reproducir nuestras experiencias cristianas y comunitarias.

PROPUESTAS CONCRETAS

-    Debemos investigar nuestra problemática, hacer estudios para darnos cuenta dónde podemos trabajar;

-    Atención a los desplazados, con una persona que les asesore;

-       Escuela bíblica de dos años.

HECHOS DE VIDA EN EL DISTRITO DE AGUABLANCA

     Entre las actividades que hemos organizado para buscar soluciones a tantas situaciones de pobreza está la formación de una economía solidaria, una actitud de vida que da la pauta para cambiar nuestra forma de vivir, mejorando nuestra situación con alternativas de trabajo, de alimentación y de salud, en definitiva de progreso; porque una persona cuando empieza a cambiar, progresa en lo personal.

     Tenemos un proyecto de papelería que comenzó a partir de la búsqueda, por parte de los jóvenes, de un trabajo propio donde se sientan partícipes y vivan para ese proyecto. Se tiene en cuenta a las mujeres, a los niños y especialmente a las personas que carecen de recursos. Por ahí está nuestro futuro, por pensar desde lo más pequeño.

     Y el proyecto empezó a caminar, ya que todo en la vida tiene una renovación, un nuevo reciclaje. Lo que en la práctica estamos haciendo es recolectar artículos de papelería, arreglarlos y comercializarlos a un precio mínimo, que cubra los gastos de transporte y de alquiler del local donde actualmente estamos funcionando. Las personas que estamos aquí en el taller hacemos un trabajo que, por cierto, es muy apreciado por la gente de Aguablanca.

     Y se podría hablar de otras muchas pequeñas empresas que tenemos en el distrito de Aguablanca.

CELEBRAMOS EL ENCUENTRO

     Hemos querido celebrar este encuentro compartiendo la mesa de la Palabra y de la Eucaristía.

     La primera lectura (Génesis 22,1-18), recordándonos el sacrifico de Isaac por parte de su padre Abrahán, nos dice: ¡No más sacrificios humanos! ¡No más discriminación ni marginación! ¡No más deudas que sacrifiquen a pueblos enteros!

     El Evangelio de Marcos (9,1-9), trasladándonos al monte de la Transfiguración, nos dice: “Éste es mi Hijo amado”. Para Dios el valor supremo es el ser humano, que creó a su imagen y semejanza: hombre y mujer los creó; a imagen de su Hijo amado para que seamos hijos e hijas de Dios.

     Ante el dolor y el sufrimiento de tantas personas, estas palabras son una llamada a la esperanza. El saber que Dios está al lado de los que luchan, sufren y buscan, es algo muy importante para nosotros.

     «Felices vosotros, los niños, que no sois reconocidos por la sociedad que os maltrata; sois vosotros los primeros en el Reino de Dios».

     «Felices vosotros, los que vivís en la calle, despojados de vuestra dignidad de seres humanos, porque Dios os reconoce como hijos suyos».

     «Felices vosotras, las mujeres, que vivís del maltrato y que sois utilizadas como pieza de comercio y que sufrís las desigualdades de una sociedad machista porque sois generadoras de vida, porque sois fuerza constante de que merece la pena seguir esperando».

MENSAJE FINAL

     Las comunidades nos hemos sentido interpeladas por el Espíritu Santo para hacer el bien, construir el Reino de Dios, trabajar por la comunión, la justicia, la paz; hemos sido enviadas a anunciar la Buena Noticia de Jesús a los pobres.

     Debemos devolverle al pueblo la Palabra de Dios, ya que la Biblia nos fortalece en nuestro caminar y nos ayuda a vivenciar el Reino de Dios en nuestros proyectos comunitarios y populares.

     Necesitamos de comunidades con redes solidarias para una vida con justicia, por medio de la defensa de los derechos humanos.

     El perdón de la deuda externa es algo muy urgente para los hombres y mujeres del mundo.

     Que se condone la deuda de los servicios públicos a los sectores populares que no pueden pagarla.

     Que la familia sea la escuela del perdón y la reconciliación.

CONCLUSIÓN

    Esto es lo que ha dado de sí el encuentro de experiencias bíblicas, camino de Fe y Esperanza. El caminar de un pueblo que está afirmando un hecho de base, su opción como pueblo: contribuir al futuro que soñamos, que anhelamos, al futuro que urgimos, al futuro de vida que estamos pidiendo con gritos cada vez más tumultuosos para que penetren en el cielo.

TESTIGOS DE LA MISIÓN

     Traemos a continuación el relato de algunas personas, testigos de la misión que llevamos adelante, así como el trabajo de algunos sectores donde estamos actualmente en Colombia.

     Unos relatos que nos invitan a dejarnos interpelar por la misión para que cada persona se involucre también en la actividad misionera.

 

* * *

Hola, me llamo Carmen, soy colombiana y vivo en el distrito de Aguablanca, en Cali. Pertenezco a la parroquia Nuestra Señora de Aguablanca atendida por los Misioneros Javerianos.

     Mi experiencia de vida en una comunidad eclesial de base parte del hecho de que, antes de conocer a la comunidad, participaba en sus celebraciones como una persona más y simplemente por el deseo de cumplir con un requisito.

.    Un día en que un grupo de señoras que se dedicaban al ministerio de los enfermos y de la Eucaristía y estaban renovando su compromiso con la comunidad, me pregunté si también yo podría vivir un día esa experiencia.

     Al final de la celebración, me presenté al sacerdote y le pregunté qué había que hacer para entrar a formar parte del grupo de las ministras de la Eucaristía y del ministerio de los enfermos.

     El me invitó a formar parte de las comunidades eclesiales de base y, así, empecé este caminar donde, poco a poco, fui comprendiendo el valor que tiene Jesús para nosotros y descubriendo que en la vida cristiana tenemos que vivir en comunidad.

     Con la ayuda de otras personas, comenzamos a organizar en nuestra calle una pequeña comunidad de base donde escuchábamos la Palabra de Dios, compartíamos la realidad que íbamos viviendo día a día, nos íbamos conociendo, nos ayudábamos en todos los aspectos de la vida.

     En esta pequeña comunidad, nos lanzábamos, junto a otras comunidades, a ser testigos de la vida con las personas más necesitadas y descubríamos que ser cristiano tenía que ser un compromiso social y eclesial de nuestro seguimiento a Jesús.

     La participación en las comunidades ha sido para mí una revolución que cambió por completo mi vida en todos los aspectos.

     En primer lugar, encontré que la vida tiene un sentido y descubrí que somos personas, que las mujeres tenemos unos derechos y tenemos que luchar por ellos, que tenemos capacidad de dar nuestra propia opinión, sin que nadie nos manipule y sabemos tomar nuestras propias iniciativas sin que se nos explote por el hecho de ser mujer.

     Por otra parte, una vez descubierto a Jesús, me afiancé más en no dejarlo tirado por el camino, sino que quería seguir enamorándome de Él y de su proyecto de vida, para transformarlo en un proyecto para mi vida.

     La experiencia que estoy viviendo junto al resto de la comunidad me llena de ganas de anunciarla a los demás y me lleva a invitar a otras personas para que se dejen transformar por Cristo y se acerquen a vivir su vida cristiana en comunidad.

     Esta experiencia la intento vivir en medio del ambiente donde me encuentro, dando a los demás el amor que necesitan y ayudando a las personas para que encuentren sus derechos para reconocerse como hijos e hijas de Dios. En este proceso, siempre están los misioneros que nos llevan a descubrir lo que Dios quiere de nuestras vidas. De esta manera, en mi vida, junto con otras personas y comunidades, me siento misionera y trabajaré para que todos conozcan, amen y sigan a Jesús».

Carmen Flores

* * *

     La experiencia de Nati, una mujer de nuestra parroquia, de nuestro barrio, de nuestras comunidades eclesiales, tuvimos que escribirla nosotros ya que su vida fue como la de Jesús: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto...». (Jn 12,24)

Nati, como la conocíamos todos, era una mujer luchadora que tenía a su cargo tres hijas y una sobrina por las que se desvivía.

     Su vida fue una entrega continua a los demás, sobre todo a los enfermos y a los pobres. Fue una auténtica animadora de las comunidades eclesiales de base. Estaba siempre invitando a las personas para que se integraran en la comunidad parroquial.

     Cada semana, con las personas de su comunidad eclesial, se encontraba para compartir la vida, escuchar la Palabra y comprometerse en el duro vivir diario, animando a las personas a seguir fieles a Jesucristo. La conclusión del encuentro no podía ser de otra manera: con un buen café de Colombia hecho con mucho cariño para todos.

     Era amiga y compañera, porque siempre estaba allí en el momento que más necesitaba uno y con la sonrisa y la carcajada para todo. Así demostraba que, a pesar de las dificultades, había que echarle mucho humor para enfrentarse a la vida.

     Asumió la enfermedad con naturalidad, enfrentándose a una situación de dolor y de sufrimiento. En esos momentos era testimonio de la fe que siempre había tenido en Jesús. Nos decía: «Si vivo seguiré sirviendo a mi comunidad, a mi pueblo, a los que me necesiten; si muero, por fin podré encontrarme con ese Jesús que siempre he estado buscando y amando».

     Y nos animaba a todos. Salíamos edificados de nuestros encuentros. Ella, nos devolvía la esperanza.

     Vivía su Espíritu misionero desde la reflexión y el estudio de la Palabra y estaba tan convencida de lo que iba viviendo con la comunidad que tenía ganas de anunciar a Jesús a todo el mundo. En sus oraciones y en las celebraciones especiales que hacíamos, siempre recordaba a los misioneros.

     Se planteaba la idea de ser una auténtica misionera y ¡lo has conseguido, Nati! Desde el encuentro que has tenido con el Padre, hoy nos sigues acompañando, a los misioneros y a tu comunidad, para que sigamos caminando, nosotros en Aguablanca, y los misioneros por los caminos del mundo entero.

     Su funeral fue una celebración de la vida que no acaba, la vida que esperaba Nati. A pesar del dolor que sentíamos, hemos despedido a una gran compañera, a la servidora de la comunidad, pero su espíritu sigue presente entre nosotros, para seguir construyendo un mundo de hermanos. Era tu sueño, Nati. ¿Recuerdas?

     ¡Hasta pronto, Nati! Nos veremos, como tú nos decías al final de tu vida, allí donde estaremos juntos para siempre.

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Soy de Buenaventura. Conocí a los Misioneros Javerianos desde niño, ya que vivía en frente de la parroquia del Sagrado Corazón que ellos dirigían y en la que participaba.

     Su estilo de vida me llevó a sentir la llamada y a ser uno de ellos.

     Empecé mi proceso de vivencia javeriana en 1995, en la casa regional que los Javerianos tienen en Cali; el siguiente paso me llevó a la casa de formación de Bogotá.

     En estos dos momentos pude experimentar la bonita y consciente experiencia de lo que era y es realmente la familia javeriana.

     Al seguir la llamada a la misión, siempre llega el momento en que uno tiene que abandonar a su familia, y su modo de vida para acostumbrarse a otra manera de vivir que no siempre es fácil pero que, gracias a la fe, se supera con cierta facilidad. Ese momento llegó para mí cuando, desde Bogotá, pasé a realizar la experiencia del postulantado y noviciado en México.

     En ese tiempo de noviciado fui conociendo más de cerca a la familia javeriana y a su fundador, San Guido Maria Conforti, y seguí profundizando en la vida de consagración religiosa y preparándome en la entrega del Reino, para un día anunciarlo entre los no cristianos, entre los pobres.

     Ahora, ya sacerdote, me siento de veras una persona muy amada por el Señor; y es que la vocación a la vida religioso/misionera no es poca cosa para sentirse así.

     Le doy gracias a El por haberme convocado a su vida. Por medio de la ordenación sacerdotal, me quiere al servicio de su pueblo, la Iglesia.

     Mi vida misionera la viviré más plenamente con el sacerdocio junto a aquellos hombres y mujeres a los que he sido destinado: en la República Democrática del Congo (África).

     Desde ahora, mis sueños no son otros que poder compartir, en toda su verdad y belleza, el Evangelio de Cristo con este pueblo que ya considero mío; y lo que más me motiva es el poder compartir mi fe y mi vida en su misma tierra, en el nombre del Señor resucitado que va a ser resurrección también para ellos.

     Esto es lo que me está diciendo el corazón: «Que vale la pena ser misionero, que tiene sentido entregar la vida entera al servicio del Evangelio de Cristo».

Gerardo Pretel

* * *

No es fácil expresar con palabras lo que significa para un misionero tener que regresar a su país de origen para realizar un trabajo de animación misionera vocacional.

     En esos momentos le vienen a uno a la cabeza todos los acontecimientos vividos a lo largo de los años que ha estado en misión, causa de gozo, de disfrute y de sufrimiento por anunciar la Buena Noticia de Jesucristo.

     Quiero recordar mi última Eucaristía celebrada en la capilla “Nuestra Señora de Aguablanca”. En la homilía compartí los sentimientos que la Palabra infundía en mi corazón.

     La fiesta que estamos celebrando nos invita a descubrir lo que vivimos semanalmente: la fiesta de la Eucaristía. A la Eucaristía de hoy le vamos a dar un ambiente de fraternidad misionera.

     Para celebrar la Eucaristía, necesitamos tener las ganas de alimentarnos y de hacerlo en compañía.

     Hemos escuchado en el Evangelio cómo Jesús, cuando decidió celebrar la Última Cena, mandó a unos discípulos a preparar todo lo necesario para la Pascua: “En el piso de arriba, en una sala alfombrada… Preparadlo todo”(Mc 14,12-16)

     También nosotros hemos vivido esa experiencia en la historia de nuestra comunidad. Cuando nuestros barrios comenzaban a existir, un grupo de mujeres intuyeron y descubrieron que necesitaban un lugar para escuchar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía. Tal vez escucharon las palabras de Jesús: “Id al barrio Manuela Beltrán, ocupad un terreno y haced allí una enramada para celebrar la Eucaristía”.

     Estas mujeres, ante tantas carencias que había en la comunidad, descubrieron que necesitaban como primera cosa la presencia de Jesús que las acompañara en su caminar lleno de dificultades, luchas y esperanzas.

     En la Eucaristía recordamos que estamos aquí para hacer comunidad. Todos los gestos que Jesús realizó en la Cena Pascual eran para darnos a entender que la Eucaristía nos llama a ser comunidad. “Sentarse a la mesa”, es decir sentirnos familia de los hijos de Dios; “partir el pan y repartirlo”: compartir la vida y la Palabra, las dificultades y las ganas de cambiar y de creer en Jesús. Todo esto lo podemos hacer si vivimos en comunidad, en común.

     En nuestra comunidad hemos vivido momentos verdaderamente entrañables. A mí me parece un sueño lo que veo realizado a nuestro alrededor. Y lo debo a cada uno de vosotros; por ejemplo, la existencia de las comunidades eclesiales de base donde las personas se encuentran, se valoran, se forman, se dejan acompañar y, lo que es más importante, caminan en el estilo de vida que nos va proponiendo Jesucristo.

     La Eucaristía es entrega y envío, se transforma en misión para anunciar a todos el vino nuevo del Reino de Dios.

     Y para mí, hoy, se vuelve hacer realidad esa misión ya que, con mucha tristeza, me tengo que despedir de vosotros porque he sido destinado a otra misión para compartir, en los próximos años y con las comunidades que visite, la experiencia tan rica que he vivido en medio de vosotros a lo largo de estos ocho años.

     ¿Qué sentimientos me recorren en este momento?

     Ante todo quiero dar gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de vivir y compartir la vida y la fe en medio de vosotros.

     Y quiero agradeceros a todos el haberme ayudado a crecer como persona y como cristiano. Todos, desde los pequeños hasta los grandes, habéis aportado algo en mi vida: unos, las ganas de salir adelante con fuerza a pesar de las dificultades de la vida; otros, a asumir en la vida el dolor y el sufrimiento para seguir creyendo y teniendo esperanza en un futuro mejor; y otros, me enseñasteis y me ayudasteis a querer a las personas con un corazón de carne.

     El separarme de las personas que quiero y que amo supone tristeza, pero me voy con la esperanza de que me siento misionero de vosotros.

     Uno se encariña con las personas y las personas también se encariñan con uno, tal como me lo habéis expresado en estos días personalmente y en los grupos. Estoy pensando en el camino personal que he recorrido con algunos de vosotros, camino que ha servido para orientar vuestra vida hasta el encuentro con Jesucristo. Si en estos años he sido puente para que las personas descubrieran a Jesucristo, ¡bendito sea Dios! Disculpad también si he sido motivo de escándalo para alguno.

     Estoy seguro de que el compañero que me sustituya será bien acogido entre vosotros. Retomará los proyectos que hemos venido desarrollando hasta ahora aunque le ponga el sello de su propia identidad para el bien de todos.

     Quisiera acabar recordando el programa de vida que he intentado vivir y compartir desde mi experiencia entre vosotros.

     Todo hombre y toda mujer tiene una vocación que realizar dentro de la vida, de la historia y dentro del pueblo donde trabaja y vive.

     He descubierto mi vocación sacerdotal y misionera dentro del pueblo donde he nacido. Un día en nombre de mi comunidad cristiana, siguiendo a Jesucristo, misionero del Padre y por medio de los Misioneros Javerianos, fui enviado al distrito de Aguablanca.

     He compartido con la comunidad parroquial las alegrías y las tristezas, he aprendido, en medio de la gente sencilla de la comunidad, la fe en Jesús de Nazaret. Y esta fe que he descubierto en vosotros, la quiero seguir realizando en mi vida como sacerdote y misionero, al servicio de los más pobres y de los que sufren, como fue la entrega de Jesús en medio de su pueblo.

     Quisiera compartir con otros pueblos, la experiencia de Jesús que he encontrado en este querido y amado pueblo del distrito de Aguablanca.

     Os pido que sigáis pidiendo para mí la ayuda y la protección de nuestra Señora de Aguablanca y de San Francisco Javier, para que pueda seguir siempre caminando con el pueblo de Dios al que quiero amar a través del servicio.

     Gracias a todos y que Dios os bendiga siempre».

Iñaki Larrea

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     No todos los acomodados colombianos asisten con los brazos cruzados al drama de su país. En Bogotá, la capital, hay grupos y organizaciones laicales que obran sobre todo en las zonas pobres, como Laicos comprometidos con el Evangelio a los que, como indica el nombre, se adhieren personas que, a la luz del Evangelio, se comprometen en lo social.

     Empezó hace 40 años para dignificar a los menos afortunados, para garantizar, en primer lugar, un techo a los que viven en la calle. Empezaron así los Hogares de Belén para acoger individuos o familias enteras en dificultad hasta que no encontraran un trabajo y otro lugar donde alojarse. Las solicitudes han ido aumentando con la llegada a la capital de los miles y miles de desplazados por la violencia. Edilma y Elvia son dos voluntarias que prestan su servicio en los Hogares, elección inspirada en el amor preferencial por los pobres, a ejemplo de Cristo.

     Estudiantes universitarios se ponen al lado de religiosos y religiosas de diferentes congregaciones que han elegido vivir en los barrios pobres de la periferia. Los jóvenes se unen a los“pandilleros”  y les ofrecen amistad y alternativas concretas

con cursos de instrucción profesional, actividades recreativas y apoyo psicológico.

     Está abriéndose camino, en muchas parroquias, la Nueva Evangelización, importada de El Salvador, que prevé en sus diferentes etapas la “transformación social”, o sea la implicación de profesionales, estudiantes, amas de casa en proyectos a favor de los más pobres. Con resultados positivos en el sector sanitario. En particular con los tóxico dependientes.

     Laicos de clase media aseguran, a través de colectas, loterías y bingos, los recursos indispensables para iniciativas caritativas, educativas y asistenciales (centros deportivos, bibliotecas populares, guarderías, comedores, ambulatorios…) en los barrios más pobres, en las cárceles, etc.

     Rubiela, laureada en medicina, lleva años trabajando en la pastoral carcelaria con otros seglares. Tiene un sueño: poder ir a trabajar en la región del Chocó, una de las más pobres del país.

     Marga es miembro de una asociación que lucha por la defensa de los Derechos humanos. Hasidoamenazadamásveces pero no se rinde y sigue con su trabajo particularmente ahora que la situación se ha vuelto crítica en la capital y en todo el país.

EL PAPEL DE LOS MASS MEDIA

Jorge Cardona es un cualificado periodista colombiano. Estuvo 10 años trabajando para “El Espectador” uno de los periódicos que con más fuerza ha luchado contra el narcotráfico. Actualmente da clase de periodismo en la Universidad Santo Tomás, de Bogotá. Suyas son estas consideraciones.

 

«La Iglesia Católica ha estado y sigue siendo un actor de primer planoenla historia del conflicto colombiano. Siempre tuvo a un sacerdote o a un obispo en primera línea durante todos los procesos de acercamiento entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC, en particular a partir de 1995. En todas estas situaciones ha intentado mediar. La Iglesia Católica ha pagado directamente el precio del conflicto con la pérdida de numerosos sacerdotes, religiosos y seglares. No ha sido la única. Personalidades de la política, del periodismo, de la justicia han subido duros golpes, así como la población civil. Referente a los mass media aún no han alcanzado una conciencia que ayude al plan de paz. Desgraciadamente siguen utilizando un tipo de información sensacionalista y escandalosa. La paz aún no ha llegado a ser un tema prioritario. Se habla de ella de manera retórica y sólo para anunciar masacres y asesinatos sin dar valor a los derechos humanos. Hay decididamente poca reflexión sobre las causas del conflicto que empezó hace 50 años y que no se puede resolver en quince días».

LA IGLESIA COLOMBIANA, EN LA MIRA DE LOS VIOLENTOS

La sinrazón que hace de Colombia el país más violento del mundo no ha dejado de lado a las Iglesias. Transcribimos aquí un artículo publicado el 25 de marzo de 2002 en “EL TIEMPO”, un diario de Bogotá.

 

      …Existen evidencias de amenazas de muerte contra 10 clérigos del país (entre obispos y sacerdotes) que trabajan especialmente en el norte del departamento del Valle, el Magdalena Medio, Norte de Santander y la antigua zona de distensión. Así lo reveló ayer el coronel de Policía Jorge Iván Calderón, quien fue designado Coordinador para la Seguridad de Autoridades Eclesiásticas.

      El cargo de Calderón fue creado tras el asesinato, el 16 de marzo pasado, de monseñor Isaías Duarte Cancino y las posteriores denuncias de la Iglesia católica colombiana acerca de amenazas de muerte contra varios de sus obispos y sacerdotes.

      EL TIEMPO conoció un informe de Inteligencia donde figuran como amenazados, entre otros, monseñor Jaime Prieto, de la Diócesis de Barrancabermeja; monseñor Leonardo Gómez Serna, de Magangué; y los prelados de Tibú, Ocaña y Florencia.

      Sobre el origen de estas amenazas, Calderón aseguró que provienen de grupos armados ilegales y de delincuentes comunes, pues la Iglesia está afectando sus intereses por la labor espiritual, de apostolado y de formación de conciencia moral que hace entre los colombianos.

      El oficial afirmó que ya se reunió con el presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, monseñor Alberto Giraldo, para coordinar un programa de seguridad para cada uno de los clérigos amenazados.

      «Se trata de minimizar los riesgos de los sacerdotes y de los prelados, por eso ya nos estamos reuniendo con los que están directamente afectados. Les estamos haciendo un estudio de seguridad personal», dijo Calderón.

      Finalmente, el oficial señaló que en los próximos días se designará en cada Departamento de Policía un oficial de enlace con la Diócesis o la Arquidiócesis de la región, que se fortalecerán los frentes de seguridad aledaños a las parroquias y que se establecerán medidas especiales en los actos religiosos.

      De otro lado, con motivo de la celebración de la misa de Domingo de Ramos, el Cardenal Primado de Colombia, monseñor Pedro Rubiano Sáenz, pidió sensatez y fortaleza para denunciar los actos violentos de los grupos armados. Aseguró que los portavoces de la Iglesia Católica están en la mira de los asesinos y exigió que el crimen de monseñor Isaías Duarte Cancino no quede en la impunidad.

      A la par de la designación del Coordinador para la Seguridad de Autoridades Eclesiásticas, el Ejército reveló que entre 1998 y en lo que va de 2002 han sido asesinados 26 religiosos católicos y 39 pastores protestantes.

      Según estas cifras, las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) han dado muerte a 11 sacerdotes, el ELN (Ejército de Liberación Nacional) a 2 y las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) a uno.

   En cuanto a los pastores protestantes, las FARC  hanasesinadoa 28 y el ELN y las AUC 5 cada uno. Otros grupos no identificados han dado muerte a 12 sacerdotes y a un dirigente protestante.

      Los religiosos también han padecido el flagelo del secuestro. Según el Ejército, 19 sacerdotes han sido secuestrados por las FARC, el ELN y las AUC.

      Durante los últimos cinco años han tenido que ser cerrados, por presión de los grupos armados, 338 templos e iglesias.

     

«No hubo dudas. Preguntaron quién era la Hna. Marta y le dispararon. Hermanita de los Pobres de S. Pedro Claver, con 44 años, era la superiora de una casa de ancianos y hogar para jóvenes en Mogotes (Santander – Colombia).

     Conocida por su servicio a todos, presidió en 2000 la Asamblea Municipal Constituyente, ejemplo de trabajo por la paz premiado nacionalmente.

     Tanto los obispos como la Conferencia de Religiosos han unido su voz a la del pueblo para ensalzar su figura.

     La Conferencia reitera su “gozo humano y cristiano por ofrecer la vida, cotidiana y excepcionalmente, para que nazca más vida”.

     Los cristianos del resto del mundo no podemos dar la espalda a Colombia».

 revista “Vida Religiosa”