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16 May 2016
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MT. 19, 16ss “En esto se le acercó uno y le dijo: « Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna ? » El le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos .» «¿Cuáles?» le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo. » le dice el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta ?» Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto , anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres , y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme .» Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido , porque tenía muchos bienes. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.» Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?» Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible .»”
A la pregunta del joven "¿Qué debo hacer de bueno?", Jesús da una respuesta en dos tiempos: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que posees”. El "si quieres" parece que, efectivamente, expresa un consejo, una invitación y no un mandato, y el adjetivo "perfecto" parece señalar algo de más. En el judaísmo "bueno" Y “perfecto" eran sustancialmente sinónimos, equivalían. Aquí Mateo con su "Si quieres ser perfecto" no indica un camino para algunos, sino el camino de todos; todos los cristianos deben, si quieren adoptar el seguimiento, entrar por el camino del desprendimiento, del des-centramiento de si y de la libertad interior.
Cuando un joven corre a preguntar qué tiene que hacer para alcanzar como herencia la vida eterna, podemos ver en ello todo un símbolo de libertad, un tomarse la vida en serio, quizás la expresión de una cierta insatisfacción, de una inquietud profunda, de un anhelo de ser mas. Es un engaño frecuente confundir la libertad con mantener el mayor número de posibilidades. A veces preferimos guardarnos las espaldas, prisioneros de un cierto miedo a definirnos. He ahí un joven que ha querido vivir la aventura de la libertad, y en la única línea que la ensancha, en el horizonte de la vida, y de aquella vida que no se agota, la misma que proporciona permanencia y espacio infinito a la libertad, la de Dios.
Jesús pone a prueba la autenticidad de sus deseos, de sus inquietudes, de su búsqueda. La libertad que busca no puede ser flor de un día, entusiasmo pasajero, espuma pasajera de un momento piadoso. A veces soñamos con grandes ideales en momentos de efervescencia, entusiasmo. La aventura de la libertad puede haberse iniciado en tales circunstancias; pero exige un proceso, paciencia, perseverancia, la consistencia de unos valores asumidos e integrados personalmente, fidelidad cotidiana. A esto los antiguos llamaban virtud.
La libertad puede ser vivida en profundidad y plenitud cuando Alguien interviene en nuestra vida, Alguien que tiene la pretensión de llamarnos a la aventura de seguirle y su palabra entra, a partir de ese momento, en nuestro proyecto de libertad.
El joven no siguió a Jesús porque tenía muchos bienes. No estaba liberado de sus riquezas, estaba apegado a ellas. Y explicándolo así nos quedarnos tranquilos, suponiendo que no tuvo el coraje de hacer un acto de renuncia. Pero a través del diálogo que sigue entre Jesús y sus discípulos, el Evangelio nos revela que cabalmente ahí reside el drama de toda libertad, cuando no conoce otro espacio de realización más que su deseo, aunque este sea altamente moral y religioso.
"Entonces, ¿quién se podrá salvar?". Es una pregunta que se refiere a la actitud del hombre frente a presencia de Dios, y no solamente a la dificultad del rico frente a la necesidad del desprendimiento. El hombre, rico o pobre, no puede salvarse él mismo. Sólo el amor de Dios puede salvarle.
La aventura de la libertad no ha sido dada primordialmente a una aristocracia de pretendidos virtuosos, de voluntaristas perfectos, sino a Pedro y a cuantos como él viven la libertad a la luz del encuentro con Alguien. El joven rico vivía su libertad en el marco del propio yo. Pedro, sin embargo, más entusiasta y menos voluntarioso, conocía su libertad personal sólo en contacto con la palabra y la persona de Jesús. Este seguimiento al que todos estamos llamados implica optar por la radicalidad del amor como dinámica de la propia vida, como fuerza que nos motiva y empuja, y esto según las preferencias evangélicas a favor de los pobres. No es cumplir al pie de la letra la llamada a venderlo todo, es vivir la libertad, el desapego, el compartir: tú eres algo más que tus bienes, que lo que posees, libérate de lo que te ata para seguir a Jesús; con Dios es posible vivir esta libertad. Tenemos un buen ejemplo en Abraham, modelo de peregrinos siempre en camino.
Por Jesús sabemos -¡El que nos liberó para la libertad! (Gal. 3,5)- que la libertad no es miedo contra nada, sino vocación de Todo.
...no nos exime de la lucha por el Reino y su justicia, y ¿cómo no?, con consecuencias de enfrentamientos dolorosos, personales, sociales.

Para la Reflexión personal:

* ¿Qué te dice Jesús con este pasaje? ¿Cómo te habla a tu vida diaria?

* ¿Eres capaz de poner tu vida en manos de Dios, y solo en Dios?

* ¿Qué significado tiene esta Palabra en mi vida? ¿Qué me dice? ¿De qué me habla?

* ¿Qué te esclaviza para no seguir auténticamente a Jesús?

* ¿Qué significa para ti ser libre de verdad?