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09 May 2016
2872

Carlos Collantes Díez, misionero javeriano 

Jn 1, 35-39

Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: 'He aquí el cordero de Dios.' Los dos discípulos le oyeron hablar así y Siguieron a Jesús.

Jesús se volvió, y al ver que les seguía les dice: '¿Qué buscáis?'. Ellos le respondieron: 'Rabí -que quiere decir maestro- ¿Dónde vives?' Les respondió: 'Venid y lo veréis'. Fueron, pues, vieron donde vivía y se quedaron con Él aquel día. 

Empezamos con la figura de Juan. Sin dudas era un hombre particular, además de su forma singular de vivir, tenía una mirada especial. Con su mirada profunda se fija en Jesús y descubre que es alguien muy especial… En realidad le estaba esperando. En un primer momento nos fijamos en su mirada… Nosotros en la ciudad miramos en todas las direcciones: en los coches que pasan, en la ropa de la gente... Quizás estamos como perdidos, mirando por aquí o por allá, donde hay más colores o luces o más movida. Nuestros ojos reflejan nuestra vida, nuestra búsqueda: quizás no tenemos la mirada fija, vivimos al día, buscamos la solución inmediata a los problemas, para seguir adelante sin muchas reflexiones, no existe un sentido global que unifica todas nuestras actividades, vivimos momentos aislados, sin conexión. Y esto nos deja insatisfechos. Tal vez pueda servirnos el ejemplo del jugador de ajedrez: El campeón antes de mover una pieza ve a donde quiere ir, ve los particulares hasta la última movida que quisiera hacer par dar el mate. El inexperto, al contrario, se preocupa solo de la movida inmediata, piensa brevemente en cómo comer la pieza más fácil, pero no piensa en la partida.

Por eso nos llama la atención las personas que saben mirar, que saben lo que quieren y a dónde van, que viven serenas, nada les distrae de su objetivo… como la mirada del hermano Roger, la de madre Teresa u otras personas serenas y al mismo tiempo sólidas como una roca.

Por eso nos llama la atención las personas que saben mirar, que saben lo que quieren y a dónde van, que viven serenas, nada les distrae de su objetivo… como la mirada del hermano Roger, la de madre Teresa u otras personas serenas y al mismo tiempo sólidas como una roca.

Cuando nos acercamos a estas personas, pueden surgirnos muchas preguntas: ¿En qué fijan su atención? ¿Cómo es que sus miradas reflejan tanta serenidad? ¿Qué tienen? ¿Cuál es su secreto?

Juan, sin muchas palabras, una vez que nuestros ojos se han fijado en Jesús, como los de sus discípulos, dice “Este es el Cordero de Dios”. Jesús es el enviado de Dios. Sabemos cómo los Israelitas esperaban con ansia al Mesías, que era quien los podía guiar. No estaban satisfecho con la vida que se les presentaba delante (un poco como los jóvenes de hoy que no quieren ser adultos, no es éste su ideal, ven a los adultos y su vida no les parece demasiado atractiva…). Jesús es una persona extraordinaria, aquel que ha transformado la vida de tantas personas que nos llaman la atención.

No necesitan más palabras, los dos discípulos se dan cuenta de que el secreto está en Jesús, por lo tanto se dirigen a él directamente, abandonando a Juan. Quieren relacionarse con Jesús, intuyen que él puede dar un sentido nuevo a sus vidas, puede dar sabor a su existencia.

Cuando se acercan, Jesús les pregunta “¿qué buscáis?”.

¡Qué raro! Jesús no parece estar preocupado por tener dos seguidores más, esas son nuestras preocupaciones: “que haya mucha gente que nos siga”. Jesús quiere conocer sus motivaciones. A Jesús no le interesa el número… mira en lo profundo y pregunta “¿qué buscáis?”... ¿Tú mirada está verdaderamente fija en Jesús o en otros asuntos como la muchedumbre que lo sigue después de la multiplicación de los panes… en realidad, no les interesa nada de Jesús, sólo querían llenar su estómago?

Los discípulos preguntan a Jesús: “¿Dónde vives?” No se interesan por una doctrina, por una receta, por algo material, su interés se centra en una persona, en su vida, en Jesús ¿Qué es lo que nos interesa cuando conocemos o nos encontramos con una persona especial? ¿Conocerlo en profundidad? Lo que les interesa es cómo vive Jesús, qué estilo de vida lleva… Se interesan por él.

“Eran las 4 de la tarde”. Es un encuentro que va a marcar sus vidas para siempre. Cuando encuentras una persona significativa, que te impacta, cuando tienes una experiencia fuerte... te acuerdas bien de los detalles, de las circunstancias… Podemos preguntarnos: ¿cómo encontrar a Jesús en nuestra vida? Queremos seguir los caminos de los profetas que prepararon la llegada de Jesús. Si seguimos sus caminos quizás nos ayuden a encontrar a Jesús de una forma nueva.

PREGUNTAS

* ¿Quien o qué te ha conducido a dirigirte a Jesús en tu historia personal, esta experiencia ha sido positiva o negativa?

* Ahora Jesús se fija en ti y te pregunta “¿Qué buscas?” Trata de contestar desde lo profundo de ti mismo. 

* Cuando Jesús dice “venid y veréis”, te invita a seguirlo, ¿Qué miedos surgen en ti y qué expectativas tienes?

ESTAR CON ÉL Y ENVIARLOS A PREDICAR

(Mc. 3,13-15):

Subió al monte y llamó a los que Él quiso; y vinieron donde Él. Instituyo doce, para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar, con el poder de expulsar demonios.