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07.- ¿QUÉ SALVACIÓN ANUNCIAMOS? (1)

11 May 2016
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El Dios de Jesucristo es padre misericordioso, su amor es incondicional y gratuito, su único interés es la vida plena de sus hijos (jn 10,10). Por eso crea, y por eso entra en nuestra historia humana, -“el verbo se hizo carne”- necesitada de salvación, de plenitud, haciendo alianza con toda la humanidad. Alianza y comunidad. Llega al extremo de ponerse en nuestras manos, de ofrecer su vida por nuestra liberación.

Dios no quiere siervos, sino hijos, libres, responsables y viviendo con dignidad; quiere que viviendo de Él y en Él seamos como Él: dadores de vida, imágenes de su Hijo (Rom 8, 29). Dios nos llama a una comunión tan fuerte y profunda que no puede ser vencida por nada: “Si Dios está con nosotros ¿quién estará contra nosotros?... (Rom 8, 31-39) Cierto que esta comunión la vivimos ahora de manera muy imperfecta e inicial, en la oscuridad de la fe y en la certeza de su plenitud que da la esperanza.

La Iglesia, enviada por Jesús con la fuerza del Espíritu, vive de la Palabra encarnada y del aliento del Espíritu. El horizonte de la misión no es la Iglesia sino el Reino de Dios. Y la Iglesia está al servicio del Reino viviendo en medio de la humanidad con la que Dios ha hecho una Alianza nueva en su Hijo. La verdadera identidad de la Iglesia consiste en situarse, en permanente “estado de misión” en medio de una humanidad peregrina, misión no en favor de sí misma sino del Reino, para que llegue, sea reconocido y acogido. Y siempre en diálogo con el mundo, con las diferentes situaciones que atraviesa la humanidad en los distintos lugares y momentos. Además, todo en la Iglesia debe de estar al servicio de la persona.

Para los otros

La Iglesia está llamada a reconocerse como Iglesia en misión, es decir, Iglesia para los otros, existiendo para todos, como interpelación dirigida a todos, dejándose ella misma interpelar por necesidades, cambios, conflictos, promesas, esperanzas… por todo lo humano. La misión tiene que ver con todo lo humano, con todas las dimensiones de la existencia humana. La finalidad de la misión de la Iglesia es religiosa, misión salvífica de anunciar el evangelio, pero sin olvidar que debe aportar su contribución en favor de la instauración de la justicia, pues, de esta forma sirve a la instauración del Reino de Dios sobre la tierra.

Dios se nos revela y comunica como Salvador, esa es además la significación del nombre de Jesús: “Dios salva”. La misión tiene como finalidad, como legitimación anunciar y facilitar el acceso a la salvación, hacerla presente.

La salvación es un hecho profundamente personal porque cada persona es destinatario del cariño y del amor del Padre. Pero, durante siglos hemos concebido la salvación como una realidad individual, tal vez, individualista, como puramenteespiritual, incluso como algo intimista, salvación del alma, y como referida únicamente al más allá, al después de la muerte. Se trataba de salvar el alma después de la muerte, de entrar en el Paraíso. Era una concepción de la salvación unilateral, limitada, estrecha.

Salvación integral

Se olvidaba que además de alma somos cuerpo, somos personas y que la salvación afecta a todo nuestro ser, a todas sus dimensiones y relaciones. De la misma manera, la dimensión comunitaria aparecía muy velada, y sin embargo, Dios nos quiere salvar como Pueblo, como comunidad. El Concilio Vaticano II lo ha afirmado de manera inequívoca: “Quiso, sin embargo, el Señor santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados entre sí, sino constituirlos en un pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera santamente…” (LG 9) Además en ese modo de concebir la salvación no aparecían referencias claras, explícitas al más acá, a nuestra historia cotidiana y “mundana”, a la necesidad de transformar las estructuras injustas, al compromiso de crear una sociedad fraterna y solidaria. No se ponía de relieve que la salvación afecta a nuestro presente, a nuestra historia, incluso al cosmos entero, como tan bellamente nos relata S. Pablo en su carta a los Romanos: “la creación entera gime con dolores de parto… está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios…” (Rom 8,18-30). Y sin embargo, la salvación querida y ofrecida por Dios tiene que ver con la experiencia cotidiana, concreta, real de nuestra humanidad, experiencia que tiene que ser fecundada, envuelta, integrada en lo que llamamos salvación. La salvación tiene que ver con necesidades reales, concretas de personas de carne y hueso. Jesús, en su ministerio, anunciaba la salvación realizando actos concretos, actos salvadores en favor de personas concretas: enfermos, leprosos, endemoniados, pecadores, personas heridas por la vida. Jesús se convierte en Buena Noticia, en Gracia, ayudando a salir a todos de la desgracia.

Sin dualismos

Todo esto está en perfecta consonancia con la manera bíblica, cristiana de concebir la persona humana. Ésta es imagen de Dios, un Dios comunión de tres Personas, libre y amante, creador y transcendente, por ello la persona es un ser social, creador, libre y responsable, capaz de responder a las interpelaciones, llamadas de los otros y del Otro. El ser humano es radicalmente social y comunitario, un “ser-en-relación”, hijo y hermano, imagen de la Trinidad. Todo lo cual debe llevarnos a una comprensión solidaria y no individualista de la persona humana. Desde lo más íntimo de nuestro ser somos seres sociales, dependiente de los demás para poder existir, e interdependientes cuando maduramos.
El mundo, la historia nos han sido confiados, Dios no actúa desde fuera sino desde dentro de ese mundo y de esa historia, desde dentro de la persona que Él ha querido y constituido protagonista de su propio destino personal y colectivo, protagonista humilde, frágil, libre, responsable. Concebir la salvación de esta manera integral, global puede ayudarnos a permanecer sensibles a las necesidades concretas, reales de las personas y de la comunidad. Si no podemos separar alma y cuerpo en el ser humano, tampoco deberíamos separar la dimensión personal de la social en la experiencia de la salvación.

Camino de Vida

Ser cristiano significa en el fondo ser plenamente humano. El evangelio es una propuesta de vida más humana para cada persona, sobre todo para quien se encuentra más herido y humillado en su humanidad, propuesta que una vez aceptada implica una nueva manera de vivir. El evangelio no es simplemente la indicación que muestra el camino para salvar el alma sino una propuesta de vida más plena, por eso podemos decir que el evangelio nos enseña a vivir y por ello, vale la pena anunciarlo. La salvación que Jesús nos ofrece es una nueva manera de vivir, una salvación que humaniza nuestra vida. La salvación es una visión nueva (fe), una nueva perspectiva (esperanza) y una nueva relación (caridad). Lo cual significa asumir conceptos nuevos (verdad); comportamientos renovados (bondad), es la dimensión ética; y participación en las celebraciones de la comunidad cristiana –los ritos- (belleza), donde la ética y la estética, la bondad y la belleza deben caminar unidas.

TEXTOS

“El compromiso de Dios con la naturaleza y la humanidad queda claramente expresado en el relato mismo de la creación. El hecho de que el hombre surge como imagen de Dios y por ello como susceptible de un diálogo personal, el hecho de que Dios experimente el descanso del sábado, gozo de la bondad y de la belleza de la creación que puede convertirse en un banquete permanente para el hombre, el hecho de que el paraíso es presentado como una situación de armonía para la existencia humana en el seno de la naturaleza, deja ver con claridad que el sueño de Dios, su proyecto más profundo, consiste en una felicidad sin limitaciones y sin exclusiones para la familia humana. Dios por tanto, precisamente por su acto creador, no queda desvinculado de sus criaturas, sino unido al destino de todas sus criaturas”.

“Entre evangelización y promoción humana –desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico como el de la caridad; en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?”

PREGUNTAS

* “Durante 30 años anduve en busca de Dios; cuando al final abrí los ojos, descubrí que era Él el que me buscaba a mí”. (Proverbio chino) La iniciativa en el amor corresponde siempre a Dios. Medita I Jn 4, 7-10.

* Marcos 2,1-12. Jesús suele pedir un acto de fe a quienes se presentan delante de él con sus heridas. En este texto no pide nada al enfermo, la fe de sus amigos, la fe comunitaria –hecha valentía- mueve a Jesús.

* Lee ora con Romanos 8, 18-30. Sueño de libertad y de gloria-belleza, un canto hermoso a la esperanza, al Espíritu, una visión profunda sobre el fecundo desenlace de los gemidos de nuestra humanidad… y de los nuestros.

P. Carlos Colantes Díez sx