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10.- MISIÓN, JUSTICIA Y LIBERACIÓN (2)

23 May 2016
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En el número anterior intentábamos entresacar la idea de justicia que reflejan los escritos del AT. “Idea” que refleja la experiencia –social, religiosa- del pueblo de Israel. Pueblo que se vive y se entiende a partir de una relación creyente, profunda con Dios. Un Dios que no deja “tranquilo” a su pueblo. No cesa de enviarle profetas para mantenerlo despierto, coherente, fiel a la Alianza. Nos fijamos ahora en la práctica de Jesús en cuyo comportamiento vemos reflejadas las preferencias de Dios.

Jesús anuncia y realiza el Reino de Dios, su práctica está hecha de una atención especial a los marginados y excluidos, y proclama que la relación con Dios es inseparable de la relación con el prójimo. De forma decidida Jesús comienza su misión tomando como programa una profecía de Isaías en la sinagoga de Nazaret como nos cuenta Lucas (4, 16-19). El Reino escercanía de Dios hecha visible en las palabras y en los gestos –signos o “milagros”- de Jesús. En realidad, todo arranca de esa cercanía de Dios, cercanía amorosa, gratuita, benevolente, misericordiosa, cálida que Jesús siente con intensidad y pasión. La presencia de Dios Creador y Padre, que ama a todos sus hijos le invade por completo. Por eso, el Reino es dar de comer al hambriento, de beber al sediento; es luchar para que el pan llegue a todos, el pan de la justicia, de la fraternidad, de una vida digna; es arrodillarse sin prisas, sin rodeos, como buen samaritano, a los pies de tantos heridos de la vida, derramando aceite y vino, derramando compasión y misericordia, esperanza y fiesta. El Reino es la máxima expresión de una utopía, de esa convivencia feliz y armoniosa que todos anhelamos. Una sociedad y una convivencia guiadas por la fuerza del amor y no por la lógica del dominio o del poder. El Dios que Jesús nos revela no es poder que se impone sino amor que hace crecer la vida gratuitamente.

Dios toma partido

Los pobres son los preferidos de Dios, no porque sean mejores de un punto de vista ético, sino por que están sin defensa, y Dios se constituye en su defensor. En la Biblia, el pobre no es sólo el que no tiene, sino, sobre todo, el que es víctima del hecho de que otros tengan: el maltratado y que no tiene defensa. Dios se manifiesta como el defensor de esta categoría de personas, el que les “hace justicia”; por ello Dios aparece como Misericordia. Dios -al hacer suya la causa de los oprimidos- no es neutral ante las situaciones de injusticia, Dios toma partido, es parcial, y su parcialidad consiste en defender al pobre. Dios, Padre de todos, ¿podría estar de acuerdo con que algunos hijos suyos sean despojados, tratados injustamente por otros hijos también suyos, por sus hermanos? No, Dios no está de acuerdo, por eso es parcial. Hace suya la causa de los pobres porque es el Dios de la Vida y quiere enderezar lo torcido, rectificar lo injusto. Claro que Dios quiere salvarnos a todos, su amor es universal y nadie podrá nunca ponerle barreras, pero nos salva desde los pobres y desde su misericordia. Creer significa entonces, ponerse de parte de los excluidos y oprimidos, y anunciar el evangelio significa practicar la justicia, comprometerse con los desfavorecidos, los despojados.

Fe y justicia

La fe en Jesús se manifiesta en la práctica del amor-servicio al prójimo. El mensaje cristiano integra la actitud del creyente hacia Dios y la que debe vivir hacia el hermano: el amor a Dios se hace verdadero en el amor-servicio al otro, y el amor al otro es inseparable de la práctica de la justicia. Y justicia significa reconocimiento de la dignidad y de los derechos del prójimo. Todo ello porque el hombre es imagen de Dios, y hermano en Jesucristo. El cristiano encuentra de esta manera en el otro a Dios con su exigencia absoluta de amor y de justicia. Predicar el evangelio significa trabajar por la justicia y la defensa de los derechos humanos. Derechos humanos que tienen algo o mucho de divino porque Dios quiere que todos sus hijos vivan bien, con la dignidad que a todos corresponde. Y todo esto forma parte del núcleo de nuestra fe. No se trata de algo marginal o accesorio. El compromiso en favor de la justicia pertenece al núcleo de la fe cristiana y del anuncio del evangelio. No se puede comprender el mensaje de Jesús fuera del compromiso en favor de los pobres, marginados, heridos por la vida. Es, sobre todo, a estos a quienes Jesús ha venido a anunciar la Buena Nueva. Su promoción y la restauración de su dignidad son el signo de la llegada del Reino: la esperanza que hace nacer la fe en Jesús invita a un compromiso para construir juntos un mundo más justo y fraterno. La fe no aleja al creyente de su compromiso e implicación en el ámbito social.

Jesús y los excluidos

Las diferentes actuaciones de Jesús con los leprosos (también con otros enfermos, o con los pecadores) nos dan la pauta a seguir con los excluidos de nuestra sociedad. Jesús se conmovía ante la desgracia de estos enfermos y se acercaba a ellos desde el corazón. Les hablaba, les tocaba, les escuchaba. Rompía así con la mentalidad y con las costumbres sociales de su tiempo. Jesús era diferente de los demás porque tenía una idea muy distinta de Dios: Dios no excluye a nadie y siente un amorpreferente por sus hijos más abandonados. Una imagen de Dios que tiene consecuencias sociales. Al acercarse Jesús a estos enfermos, no sólo muestra el verdadero rostro de Dios, sino que sitúa a la persona en su verdadero lugar: todos somos iguales, todos recibimos el amor de Dios, todos tenemos la dignidad de personas. Una determinada imagen de Dios provoca un movimiento de solidaridad, compromete con los excluidos de nuestra sociedad.

Nuestro planteamiento sobre la justicia no es un discurso derivado de una determinada ideología política, es unplanteamiento creyente, brota de la fe en un determinado Dios. Tampoco es un discurso puramente ideológico que afecta solamente a nuestras ideas, está implicado nuestro corazón, nuestros sentimientos, nuestra voluntad, nuestra acción. Es la justicia que brota de la fe.

Con esperanza

Jesús fue un hombre cercano a los pobres, les anunció el Reino de Dios y su justicia, desde una experiencia muy fuerte de la paternidad de Dios. El Cristo que confesamos en la fe, es el Cristo hecho pobre (II Cor 8,9), anonadado, empobrecido, despojado (Flp 2,7), hecho pecado por nosotros “para que nosotros nos hagamos justicia de Dios” (II Cor 5,21), es así como nuestra fe lo confiesa Salvador. Los primeros cristianos habían entendido bien el mensaje de Jesús. Santiago retoma en su carta la enseñanza social de los profetas y de Jesús (Sant. 2,14-17 y 5,1-6). En la misma línea, Juan desarrolla en su primera epístola la sintonía amar a Dios significa amar al hombre (I Jn. 2,7-11 y 3,17-18). Pablo confiesa que toda la creación, marcada por la debilidad y provisionalidad, está habitada, impregnada de esperanza (Rom 8, 18-25). Y esta esperanza empuja hacia delante, hacia la plenitud, hacia la justicia y la paz definitivas. El Reino está dentro de vosotros nos dice Jesús y crece como una semilla, crece en nuestro interior y a nuestro alrededor con nuestros pequeños signos, compromisos, milagros. Cada vez que sembramos esperanza, bondad, el Reino crece y la sociedad camina hacia delante, hacia la plenitud.

TEXTO

“Yo me atengo a lo dicho:
La Justicia,
a pesar de la Ley y la Costumbre,
a pesar del Dinero y la Limosna

La Humanidad,
para ser yo, verdadero

La Libertad,
para ser hombre

Y la Pobreza,
para ser libre

La Fe, cristiana,
para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día

Y, en todo caso, hermanos,
yo me atengo a lo dicho:
¡la Esperanza!

(P. Casaldáliga)

PREGUNTAS

* En Mateo 22 Jesús compara el Reino a un banquete. Todos estamos invitados al banquete de Dios: de la vida, de la dignidad y de la felicidad ya desde ahora.

* Lee Mateo 13, 31-33. ¿Qué tipo de acción, de presencia en nuestra sociedad nos corresponde como cristianos? ¿Con qué actitud debemos trabajar y hacernos presentes?

* 1 Juan 3, 1-3. El secreto de todo es la convicción profunda y vivida de que somos hijos, amados por un Dios misericordioso y cercano. De aquí brota la acción, el compromiso.

P. Carlos Collantes Díez sx