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12.- LIBERACIÓN Y OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES (4)

20 Diciembre 2017
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Nadie puede ni debe ocupar el lugar de Dios lo cual implica rechazar los ídolos; combatir toda esclavitud y opresión significa que nadie se vea reducido a una cosa, a un objeto. Estas dos afirmaciones resumen la Alianza, ese pacto de amistad entre Dios y el pueblo liberado de la esclavitud de Egipto. Un pacto cuya finalidad es salvaguardar la libertad y la justicia para todos, respetando los derechos de los más débiles y el derecho de Dios a ser el único Dios.

Dios se convierte en el garante de los derechos de los más débiles. El rostro revelado de Dios es el de un Dios solidario con los pobres. Allí donde los derechos de los pobres son ignorados, violados, Dios no es respetado ni acogido. Utilizar el nombre de Dios para dominar y oprimir a las víctimas de un sistema injusto, como el que rige nuestro mundo, es la mayor idolatría, la mayor negación de Dios.

Al inicio de los 70 la expresión “opción preferencial por los pobres” suscitaba recelos en algunos espíritus o ambientes, les parecía una expresión similar a la “lucha de clases”; y sin embargo, tal expresión, como hemos ido viendo en los últimos artículos, tiene raíces y contenido profundamente bíblico. Estaba ya implícita, en cierta manera, en algunos documentos del Vaticano II. Hoy el término forma parte del lenguaje oficial del Magisterio, para señalar un deber fundamental e irrenunciable de la Iglesia: ponerse al lado de los marginados y excluidos. Sin utilizar de manera explícita el término, Juan-Pablo II situó a la Iglesia en el camino de la solidaridad con los trabajadores. “Esta solidaridad debe estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre. La Iglesia está vivamente comprometida con esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la “Iglesia de los pobres”. (LE 8). Ya hemos visto que Dios toma partido, no es neutral, y su “parcialidad” consiste en defender al pobre. La “opción preferencial por los pobres” no es una opción de exclusión, menos aun de odio contra alguien, se trata más bien de una elección de amor a favor de alguien, que conduce a tomar posición a favor de los más vulnerables y contra la injusticia sufrida por los marginados. El mismo Juan-Pablo II afirma en otra encíclica que tal opción: “es una opción o forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia” (SRS 42). Se trata, por tanto, de una manera de actualizar y concretar el mandamiento del amor a Dios y al prójimo.

Liberación integral

Otro punto de gran tensión en la Iglesia en tiempos recientes lo ha constituido la aceptación de la categoría “liberación”. Conocidos son los debates en torno a la “teología de la liberación”. En sucesivos documentos eclesiales se purifica esta categoría de posibles desviaciones o reduccionismos; y finalmente entra en la conciencia universal de la Iglesia como una realidad central ya que tiene innegables fundamentos bíblicos. De forma progresiva, la Iglesia ha ido tomando conciencia más aguda de que “el evangelio de Jesucristo es un mensaje de libertad y una fuerza de liberación”. Ha reconocido que la aspiración de los pueblos a la liberación “constituye uno de los principales signos de los tiempos que la Iglesia tiene que escrutar e interpretar a la luz del Evangelio”. Y ha asumido que la teología de la liberación, entendida como liberación integral, es plenamente válida, como expresión y como realidad, porque es una categoría cristiana que engloba la dimensión espiritual-sobrenatural y la económico-sociológica. Ambas dimensiones van juntas en la tarea evangelizadora de la Iglesia. El testimonio de los mártires que han pagado su compromiso en favor de la justicia y la liberación con sus vidas, sobre todo en América Latina, ha hecho avanzar la reflexión y ha ayudado a la Iglesia a madurar y afinar la conciencia de su fidelidad real al Evangelio y a los desheredados, condenados por la injusticia a malvivir en situaciones inhumanas e indignas.

Doctrina Social

La persona goza de una singular dignidad por haber sido creada a imagen de Dios, dignidad que se ve realzada por la Encarnación del Hijo de Dios, que se ha hecho hermano de todo hombre y mujer, solidario de cada uno en su promoción integral. Jesús fue un hombre cercano a todos los pobres y excluidos para anunciarles el Reino de Dios y su justicia, todo ello desde una experiencia muy fuerte de la paternidad de Dios. Cristo dio su vida por la liberación de cada persona en su dignidad humana, y para que la fraternidad universal sea posible.

El carácter sagrado de la persona constituye la razón, el porqué del ministerio social de la Iglesia. La persona humana con sus necesidades y aspiraciones tiene una importancia singular. Pablo VI escribe: “Verse libres de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación estable; participar todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su dignidad de hombres; ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer y tener más para ser más: tal es la aspiración de los hombres de hoy…” (PP 6) En nuestro análisis de la sociedad debemos poner en primer lugar a la persona humana ya que es el centro y la cima de la creación y no puede ser sacrificada a nada, a ningún interés, a ninguna causa.

Principios claves

De la visión cristiana de la persona y de la comunidad humana surgen algunos principios sociales básicos: La fraternidad universal de todos, llamados a vivir unidos y en paz como hijos e hijas del mismo Padre y hermanos en Jesús. Principio que implica la búsqueda de condiciones de vida dignas para todos, con consecuencias claras en el ámbito de la cooperación socioeconómica internacional.

              El destino universal y común de los bienes de la tierra. Principio desarrollado y confirmado por los escritos de los últimos Papas, y que limita el alcance de la propiedad privada. La Biblia nos recuerda que los bienes de la tierra pertenecen a todos. El mundo, su progreso, su desarrollo ha sido confiado por Dios al ser humano, y si queremos de verdad que el desarrollo sea humano es preciso que los bienes y recursos lleguen a todos hasta alcanzar una distribución justa, solidaria, sin olvidar las generaciones futuras.

              La prioridad del bien común, entendido como la realización de la vocación integral de toda persona y de todas las personas, vocación material y espiritual, personal y comunitaria. El bien común exige la movilización de todas las energías y de todas las capacidades humanas en favor del desarrollo y del crecimiento de toda la humanidad, y de la realización de todas las personas. Es el fundamento del orden sociopolítico.

Las encíclicas sociales de los Papas ponen de manifiesto la significación ética del evangelio en términos de justicia y paz, de defensa de la dignidad humana y de los derechos humanos. El compromiso en todos estos ámbitos pertenece a la naturaleza misma de lo que significa ser Iglesia. Si la misión de la Iglesia es ser “a la vez, señal y salvaguarda del carácter trascendente de la persona humana”, este compromiso es eclesial y no únicamente moral, es decir, se trata de una responsabilidad que se enraíza en la naturaleza misma de la Iglesia. 

TEXTOS

“Salta a la vista que en nuestros tiempos no se acumulan solamente riquezas, sino se crean enormes poderes y una prepotencia económica despótica en manos de muy pocos. Muchas veces no son éstos ni dueños siquiera, sino sólo depositarios y administradores, que rigen el capital a su voluntad y arbitrio… Esta acumulación de poder y de recursos, nota casi característica de la última economía, es el fruto que naturalmente produjo la libertad infinita de los competidores, que sólo dejó supervivientes a los más poderosos, que suelen ser los que luchan más violentamente, los que menos cuidan su concien­cia”. (Pío XI Quadragesimo Anno 1931).

“Hemos perdido la ingenuidad, y el desencanto respecto de las grandes palabras y grandes proyectos de cambio del sistema cierra nuestra fantasía y, sobre todo, nuestra capacidad de ilusión. Sólo cabe apelar a la estrategia de las termitas: la constancia y persistencia en horadar el sistema. No ceder, y esforzarnos en erosionar lo que podamos del ladrillo o la piedra que nos toque en suerte… La estrategia de las termitas no significa trabajar en solitario. Las termitas forman termiteros. Ésta es la globalización desde abajo que tiene que enfrentarse y resistir a la globalización desde arriba”.  (J M Mardones “Recuperar la justicia”).

PREGUNTAS

¿Cómo podemos en nuestros grupos cristianos poner en práctica la “estrategia de las termitas”? ¿Qué piedra de nuestro ambiente sociocultural podemos horadar?

Lucas 4, 14-21. Jesús actúa siempre impulsado por el Espíritu y su misión consiste en anunciar y ser Buena Nueva. De esta forma hace más cercano a Dios.

¡Qué cosas escribía ya hace 75 años Pío XI! ¿Qué escribiría hoy? La Doctrina Social de la Iglesia es un rico manantial de formación cristiana. ¿Cómo podemos conocerla mejor?

P. Carlos Collantes Díez sx