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25.- AUTOESTIMA Y ESPERANZA

24 Enero 2018
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Carlos Collantes Díez, misionero javeriano

En los últimos números hemos reflexionado sobre las dificultades actuales que encuentra el cristianismo en nuestro humus cultural europeo. En nuestra sociedad «Dios no está de moda». Referirse a Él en la vida pública “no está bien visto”. Poderosos grupos mediáticos tienen a gala desprestigiar todo lo que huele a religión, ridiculizar a los creyentes o presentar simplemente la imagen más negativa de la Iglesia católica. Algunos “artistas”, amparados en la libertad de expresión, hieren nuestros sentimientos más profundos.

Somos seres sociales, no vivimos al margen de nuestro ambiente, respiramos el mismo aire social que cualquier otro ciudadano, aire que nos envuelve y condiciona; comportamientos y criterios valorados socialmente nos influyen. Las ideas que nuestra sociedad proyecta sobre nosotros influyen sobre nuestras convicciones más íntimas. Queremos ser reconocidos y valorados socialmente. No queremos desentonar demasiado, queremos hacer lo que hace la mayoría, o pasar desapercibidos; por mimetismo social nos acomodamos y adaptamos a ideas y valores dominantes o a imágenes y expectativas que nuestra sociedad tiene sobre nosotros. ¿Qué ocurre cuando el grupo social al que pertenecemos -la Iglesia católica- está en horas bajas o es objeto de burlas y de mofa frecuente? ¿Quién va adherir a un grupo desprestigiado? ¿Quién, si sus miembros viven desmoralizados?

Dios nuestra fuerza

Día 8 de septiembre, día del cooperante. La televisión pública da la palabra a uno de ellos que, entre otras cosas, dice que África es su asignatura pendiente dada la escasa presencia de ellos en este continente. Nos alegramos del trabajo de los cooperantes porque todos somos necesarios para construir un mundo más justo, para luchar contra tanta injusticia y miseria, porque el reino de Dios está presente fuera de las fronteras de la iglesia. En África –y en otros continentes- somos miles los misioneros que trabajamos y cuando todos se van nosotros nos quedamos al lado del pueblo. No, no somos cooperantes. Somos algo distinto por la motivación que nos empuja y aunque es importante hacer cosas, trabajar, moverse, mucho más es estar con la gente, vivir con ellos, participar de sus esperanzas, llantos, luchas, gozos y permanecer cuando otros se van.

A los misioneros no pueden ridiculizarnos fácilmente, prefieren silenciar nuestra presencia, porque a algunos nuestras motivaciones les molestan; no somos filántropos que están allí y trabajan únicamente por el hombre, somos creyentes y nuestra fe en Dios refuerza nuestro compromiso con el ser humano, lo hace más urgente, más exigente, más consolador. Nuestro amor al hermano tiene su fundamento en Dios -nuestra fuerza y energía- pero como se quiere expulsar a Dios de la escena pública, se pretende que esté ausente. Hay quien -los menos- va más lejos y desvirtúa nuestro compromiso con explicaciones retorcidas. Pienso en un escritor de esos que se mofan con cinismo de nuestra fe y que escriben desde un púlpito bien protegido por un poderoso grupo de información; para él, dado que creemos en el más allá, estamos “comprando” el cielo y nos viene bien que exista miseria ¡! para cimentar nuestra gloria –escribe él- para poder practicar la caridad cristiana, silenciando –entre otras cosas- que luchamos por la justicia. ¡Cuanto cinismo!

Sueños…

Día 10, el periodista –es la radio esta vez- da la noticia de la presencia del Dalai lama en Barcelona. En buen budista habla de “amor, compasión y solidaridad”, jubiloso el periodista se entusiasma hablando de “amor, compasión y solidaridad” ¿El evangelio no insisten en esto también? ¿Por qué tienen reparos en hablar del cristianismo -cuando no se burlan o hablan de él con desden- y exultan al referirse al budismo? ¿Por qué hay que callar o silenciar toda referencia cristiana?

El mismo día, una encuesta que describe y camufla la realidad. Nada nuevo, en el último lugar como posible vocación aparecemos los religiosos. Hemos cometido errores, sin duda. Aparecen periodistas, profesores ¡sorprendente y alentador! Y por supuesto deportistas de élite, actores, actrices ¡con el pastón que ganan… y cómo lo ganan! Algo habremos hecho mal y tenemos que interrogarnos, pero en una sociedad que predica sin cesar el consumo, el hedonismo, el individualismo, el pragmatismo más miope y esa libertad insolidaria y de puro disfrute ¿quién se extraña de que algunos jóvenes sueñen con lo más cómodo, lo que dora la imagen y da pasta? Viendo el insensato protagonismo y hasta un fervor ridículo y patriotero con que la TV -cada vez que juega la selección española- trata a unos jovenzuelos que ganan millones y millones corriendo detrás de un balón y dando patadas. ¿No podrían esos periodistas tan “patriotas” entusiasmarse ante otros jóvenes más “oscuros”, que ganan mucho menos y hacen mucho más por la humanidad: jóvenes voluntarios, profesores, científicos, misioneros jóvenes que también los hay?

¡Qué locura!

Si nuestro mundo se ha convertido en un gran mercado donde los grandes mercaderes -las Multinacionales- son los amos y cuando ganan menos que el año anterior hablan de pérdidas, olvidando la suerte de millones de hermanos, un mercado donde todo se compra y vende ¿cómo va a florecer la gratuidad, el gozo de una vida entregada de forma desinteresada y altruista, generosa y libre? Si lo que se persigue es el dinero, el éxito y una imagen brillante, haciendo depender la propia felicidad del consumo superfluo ¿cómo seguir un estilo de vida alejado de los valores, de los criterios, de los signos exteriores por los que nuestra sociedad valora el éxito? Hace falta estar loco, con la locura del Crucificado… que entrega su vida.

"La virginidad florece en la historia, cuando llega la plenitud de la revelación, siguiendo el modo de vivir de Cristo y de su madre, como expresión de un amor más grande y de una fecundidad sin medida. El que recibe este don (varón o mujer), no es un tarado, sino que en él/ella han cuajado los mejores valores del Reino, llevando a al persona al don más perfecto y más pleno de sí (amor de ágape)", decía Mons. Demetrio Fernández en el XVII encuentro nacional de Vírgenes consagradas. ¡Qué necedad! dirán algunos, los “sabios” hedonistas.

Ciertos valores dominantes han parasitado y colonizado el corazón de tantos jóvenes y dificultan enormemente la vivencia y el anuncio del Evangelio. Lo importante es tener éxito en un clima de competitividad exacerbada. “Serás el rey de la jungla… el poder de la tecnología”, así venden su mercancía -en una versión actualizada y demoledora de la ley del más fuerte-. ¿Venden coches o agresividad? Un anuncio totalmente irresponsable y peligroso viendo el rosario de muertes que ocurren cada fin de semana en nuestras carreteras, jóvenes muchas de ellas.

Abundan los ídolos en nuestra sociedad, en nuestro interior encuentran un eco, su brillo nos seduce, ídolos que nos alejan del único Señor, por eso se nos exige una actitud de vigilancia, de lucidez, de crítica, de conversión permanente. Si nos estimamos sólo cuando y según nos estiman los demás nuestra autoestima será vulnerable, frágil. Las circunstancias que vivimos nos invitan a una presencia serena en nuestra sociedad, al testimonio valiente, bien formado e informado, libres de complejos.

TEXTOS

Un grupo cuya autoestima colectiva es baja, emite, aun sin quererlo, mensajes subliminales que resultan más disuasorios que persuasivos. Sus miembros ofrecen acomplejadamente su fe, se vuelven propensos a excusarse de sus debilidades, y tentados de mostrar escasa adhesión a su comunidad… Hace falta tener mucha moral para acercarse siquiera a un grupo que posee esta moral. (Carta pastoral de los obispos de Pamplona, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, cuaresma-pascua 2005)

Los historiadores encuentran una de las explicaciones de la sorprendente difusión del cristianismo durante los primeros siglos precisamente en su «moral colectiva alta», en claro contraste con un mundo greco-romano muy vasto y poderoso pero tocado por el pesimismo. «Una de las causas más importantes del éxito de la primera evangelización cristiana es que mientras los paganos habían perdido la confianza en sí mismos el cristianismo aparecía a los ojos de todos como una fe por la que merecía la pena vivir porque era también una fe por la que merecía la pena morir». (ER DODS citado en la carta pastoral por los obispos)

Salmo

Podemos leer y rezar con el salmo 15. ¿Quién y dónde están esos ídolos cuyos nombres nos repitan cada día, ídolos de resplandor efímero, engañoso y aparente: imagen, dinero, éxito fácil, iconos famosos: cosméticos, perfumes, epidermis? Ídolos deslumbrantes con pies de barro, calzados por marcas sospechosas. Seres de polvo que no pueden salvar. La sabiduría rima con silencio y soledad, con escucha y serenidad, con crítica y libertad. Soledad habitada por el rostro sufriente del hermano, por una ausencia: sed de justicia, por una nostalgia: ¡cuánta sed, cuánta hambre! Por una presencia: Jesús.