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  • Ivanildo Quaresma

Entró, vio y creyó.

13 Abril 2022 3878

La Pascua, la Vida, la Resurrección, solo pueden ser entendidos desde el amor, y no un amor cualquiera, sino un amor universal, un amor a todos, un amor que lo transciende todo, que llega más allá de nuestros límites.

Eso es lo que descubre y comprende Pedro cuando visita la casa de Cornelio. El primero de los apóstoles, el que ha recibido las llaves del Reino de los Cielos, se da cuenta que el Espíritu Santo no es de su exclusividad, el Espíritu no está a sus órdenes, sino que fluye libremente y elige incluso a aquellos a quiénes él y el mensaje de la Iglesia todavía no ha llegado. El relato que escuchamos podríamos calificarlo de la primera confirmación, Pedro, confirma que Cornelio y los suyos ya han recibido el Espíritu Santo, por eso no puede negarles el Bautismo, los hace miembros de la Iglesia, e igual que él, por eso no acepta que se arrodillen ante él. Pedro, en este pasaje, me recuerda a Francisco luchando contra el clericalismo. Pedro no acepta que se arrodillen ni que le rindan homenaje, ya que él es igual que el resto de los hombres y mujeres, lo único que podría diferenciarlo es que él es testigo de Jesús Resucitado y testigo de su Espíritu, un Espíritu que él posee, pero que también se derrama sobre los otros, sobre los gentiles,… El Espíritu nos abre la mente y el corazón.

Esa es nuestra misión: Amar. En esto consiste el Evangelio, la evangelización, el seguimiento de Jesús, en vivir en el amor, un amor que en primer lugar hemos recibido de Dios, él nos amó primero, y que luego nosotros podemos vivir con los otros, amando a los otros. A esto nos debe llevar todo el misterio de Dios: la Encarnación, la Pasión, la Muerte y la Resurrección, la Pascua, nos llevan al Amor, a vivir en el amor.

Amor, alegría, dar la vida, elección, dar fruto. Son palabras de la parte del testamento de Jesús que escuchamos en la proclamación del Evangelio de este domingo. Es lo que Jesús pidió a sus discípulos, es lo que nos pide a nosotros. Amar, el que ama, el que se sabe amado, no puede menos que estar siempre alegre, alegría que procede de sentirse amado, de estar siempre con quién le ama y de poder estar con él, incluso de poder entregar por amor a quién nos ama lo más valioso que él nos ha dado, la vida, como Cristo entrego a su Padre la vida que le había dado, y, lo hizo por amor a todos. En ese amor, en esa entrega, Jesucristo nos elige, me elige, para amarme, pero también para que yo ame, sea capaz de amar, de corresponder a su amor amando a los que él ama, amando a los otros, solamente así daremos fruto.

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