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  • Jaime ATIENZA en ALANDAR

Colombia, oscura metáfora del mundo

12 Octubre 2016 1258

En la triste noche del 2 de octubre de 2016, el escaso 37% de colombianos que votó en el plebiscito para respaldar u oponerse al proceso de paz en aquel país entre el Gobierno y las FARC, lo hizo mayoritariamente por el No. No a la paz, no a la realización de un acuerdo que llevó cuatro años y esfuerzos imposibles, a un proceso que en sí mismo dignificó al país capaz de afrontarlo con tanto respeto, consideración e integración de víctimas de todo signo. Por un margen de menos de 50.000 votos de diferencia. Me cuesta entenderlo y digerirlo, es un trago demasiado amargo, reniego de esa mínima mayoría del tercio largo de colombianos que votaron. Y por extensión de otras mayorías que quiero creer insuficientes.

 

Días atrás veía a una lideresa irrepetible, “la Mandela africana”, Aung Saan Suu Kyi, al fin acercándose a gobernar su país, Myanmar, tras décadas de arresto domiciliario y tras superar una larga dictadura. Y decidida a perdonar, empezar, reconstruir. Esas dos figuras, junto a las de Martin Luther King, asesinado por su incesante lucha por los derechos civiles representan la esperanza de que en un mundo con dolor y violencia es posible atajar, avanzar de un gran salto hacia la civilización, hacia la vida en paz.

 

Esas creencias incorruptibles en el ser humano, aun habiendo visto lo peor, y esa mirada hacia un futuro mejor y diferente desde un presente detestable, injusto, son la inspiración que el mundo necesita para superar una oleada de intolerancia mezclada con simplicidad y simple y llana mezquindad humana.

 

Viviendo hoy en los Estados Unidos resulta sombrío escuchar la perfecta representación del populismo compitiendo muy de cerca el poder. No es sofisticado, es una mezcla entre Berlusconi y Jesús Gil, millonario, mujeriego, sin ética. Las últimas votaciones, siempre muy ajustadas me inclinan al pesimismo, a creer que sí es posible que prevalezca lo más oscuro del ser humano. En estos días hemos sabido que el multimillonario candidato lleva décadas eludiendo el pago de impuestos y empieza a usar la estrategia de revelarlo con orgullo. Pero puede ganar. Grita, con razón, que su oponente representa a “la casta política” de su país, pero ofrece a cambio el lado oscuro, simple y llanamente.

 

En medio del shock por el resultado colombiano creo que lo peor puede pasar y tiendo a creer que es la falta de un proyecto como humanidad integrador e ilusionante el que impide que avancen los mejores valores de nuestra generación. Me dirán que nunca lo hubo, y no lo niego. Pero es imprescindible para recuperar la esperanza. Y es también lo que permite que se adopten posiciones egoístas desde lo más cercano a lo más grande, desde la micropolítica hasta los Gobiernos nacionales, que acusan al diferente, al inmigrante, al refugiado, de ser la causa de nuestros miedos y peligros.

 

Creo que es exactamente todo lo contrario. Hace un año escuché una reflexión que no olvidaré de un “cura de pueblo”, de un pueblo pequeño, de 5.000 habitantes. Don Mimmo, el párroco de Lampedusa, esa pequeña isla a mitad de camino entre Túnez y Sicilia, nos decía simple y llanamente que el futuro de la humanidad se juega exactamente en esas fronteras metafóricas que son lugares como Lampedusa. Algunos quieren muros cada vez más altos, más seguros, más sólidos. Es el no en Colombia, o el hombre del muro en los EEUU. Por desgracia todavía esperamos saber qué tienen para proponernos quienes parecen querer sociedades más abiertas, humanas y creativas. Esa luz falta desde hace ya demasiados años.

Por Jaime Atienza @jaazcona

Publicado en ALANDAR octubre 2016

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