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  • Carlos Collantes Díez

ENLÁZATE POR LA JUSTICIA

30 May 2014 1236

 

Por segundo año las organizaciones católicas Caritas Española, Justicia y Paz, Manos Unidas, REDES (plataforma formada por unas 50 organizaciones dedicadas a la cooperación al desarrollo y vinculadas a congregaciones e instituciones religiosas), así como CONFER (que reagrupa a las numerosas congregaciones religiosas), muy presentes en el ámbito de cooperación internacional cada una con su identidad específica pero compartiendo una común visión de la vida quieren seguir sumando fuerzas y esfuerzos, entusiasmo y esperanza, trabajo silencioso y denuncias sociales, compromisos y acompañamiento.

El 7 de mayo pasado en una veintena de ciudades españolas nos reunimos en una vigilia de oración para expresar nuestra fe en la vida y seguir alimentando nuestra esperanza en presencia del Resucitado.

Estamos perdiendo derechos sociales básicos en sanidad, en vivienda, en empleo, en educación… a causa de la profunda injusticia del sistema económico-financiero que nos envuelve, sistema que no promueve un reparto justo y equitativo de los recursos, suficientes, sin embargo, para que todos los habitantes de nuestro mundo podamos vivir con dignidad.

En muchos otros países, nunca sus ciudadanos han podido disfrutar o ejercer estos derechos sociales. Y a pesar de los esfuerzos que se vienen haciendo, la pobreza y el hambre siguen estando presentes de manera inaceptable y dolorosa: 1.300 millones de personas viven o malviven en situación de pobreza extrema, mientras se siguen desperdiciando toneladas y toneladas de alimentos.

Como instituciones católicas queremos situar en el centro de nuestros compromisos la situación concreta y real de las personas, en particular la situación que viven las poblaciones empobrecidas que acompañamos, siendo determinante para nosotros la opción por los pobres y vulnerables, opción a la que nos invita y urge el evangelio y la doctrina social de la Iglesia.

Compartimos una serie de valores determinantes: la concepción integral del ser humano y de la humanidad como familia, la centralidad de la persona y su dignidad, la opción preferencial por los empobrecidos y el destino universal de los bienes. Nos preocupa la construcción de una ciudadanía más humana y fraterna. Nuestro horizonte es el Reino de Dios, utopía de Jesús, sociedad fraterna, equitativa y solidaria. Hacia él caminamos y de él queremos ser y sentirnos servidores. Y la esperanza acompaña nuestra visión de la vida y nuestra misión.

Reproducimos el manifiesto y la oración final de la vigilia…

 

MANIFIESTO

Como miembros de organizaciones de Iglesia, estamos reunidos en oración para pedir la transformación de la realidad social y el cambio de un modelo económico injusto que crea desigualdades, vulneración de derechos y situaciones de pobreza y exclusión en todo el mundo.

Todos somos conscientes de la dramática realidad que viven muchas personas en España. La difícil situación por la que atraviesa nuestro país –calificada como “pobreza creciente, derechos menguantes”- nos muestra una pobreza cada vez más cercana, que nos puede llevar a ignorar otra pobreza que, no por más lejana, deja de ser intensa, deshumanizadora y desgarradora.

Es nuestra responsabilidad moral y nuestro deber como cristianos mirar la realidad de lo que ocurre en el mundo, analizar las causas de la injusticia –que son las mismas en todos los países– y actuar para acabar con ellas.

El Papa Francisco, en su Exhortación Evangelii Gaudium, recuerda que “la Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas”.

Estamos llamados, por tanto, a construir el reino de Dios y a buscar el bien común de toda la familia humana, de una familia formada por nuestros vecinos y amigos más cercanos, pero también por los más lejanos, como la madre congoleña que no puede dar medicinas a su hijo o por la niña que todos los días camina doce kilómetros para ir a la escuela.

No somos tan diferentes ni estamos tan lejos unos de otros. Nuestros rostros reflejan la diversidad del mundo y la misma ilusión por vivir, idéntica esperanza en el futuro y una sólida firmeza para luchar por nuestra dignidad y la de nuestras familias.

Como escribió el Papa Emérito Benedicto  XVI, en su Caritas in veritate, “el desarrollo de los pueblos depende de que se reconozcan como parte de una sola familia humana, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro”.

Nosotros somos testigos privilegiados de cómo esa colaboración entre personas y entre países de la que hablaba Benedicto XVI ha ayudado a transformar la realidad. Podemos dar fe de pequeños milagros conseguidos a través de la cooperación fraterna y recíproca: cómo un campesino del Amazonas logra su primera cosecha en muchos años; cómo una cooperativa de mujeres de Bangladesh pone en marcha un taller de costura; o cómo unos jóvenes haitianos aprenden un oficio que les permite llevar dinero a sus casas…

Desde esta presencia, pedimos la máxima responsabilidad a las Administraciones públicas para construir las bases de un nuevo modelo social y económico centrado en las personas, especialmente las más vulnerables,para articular políticas encaminadas a promover los derechos humanos y la justicia en todo el mundo; y, sobre todo, para que “no miren hacia otro lado mientras millones de personas pasan hambre”, como expresó el Papa Francisco en el lanzamiento de la campaña “Una sola Familia humana. Alimentos para todos”.

“En este marco se comprende –escribe Francisco en la exhortación Evangelii Gaudium-- el pedido de Jesús a sus discípulos: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37), lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos. La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”.

Nuestras organizaciones católicas quieren sumarse a la corriente de solidaridad con nuestrotrabajo de cooperación aportado por miles de manos: las de tantas personas voluntarias, trabajadores remunerados, y religiosos y religiosas que hacen posible los distintos proyectos de desarrollo que se llevan a cabo en más de un centenar de países de todo el mundo.

 

ORACIÓN FINAL

Padre, te damos gracias porque, siendo como somos,

organizaciones con carismas muy diversos,

nos llamas a avanzar comunitariamente

en espíritu de militancia,

de presencia y compromiso personal.

Te damos gracias porque

nuestra experiencia vital compartida

pone en el centro a las personas

y, especialmente, a los más pobres.

Nos sentimos instrumentos en la construcción del Reino.

Queremos cooperar “dando vida, y vida en abundancia”.

Contamos con tu fuerza para avanzar

en la construcción de una ciudadanía más humana y solidaria.

Queremos promover un enfoque nuevo

a la acción política y pública.

Pero no bastan solos nuestros esfuerzos.

Necesitamos tu fuerza y tu energía,

tu Espíritu de lucha, constancia y misericordia.

Y así te lo pedimos, por Jesucristo nuestro Señor.

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