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  • Carlos Collantes Díez

BONGOR-CHAD EN EL CORAZÓN

10 Julio 2016 1211

Mi esposa Pilar siempre quiso ir a África para colaborar, de alguna manera, con los misioneros. La cosa a mí no me entusiasmaba mucho: “puedes coger alguna enfermedad y ¿después qué? ¡tú estás loca!” le decía yo. Por otra parte nuestros hijos eran pequeños y, por lo tanto, no pudo ir. Ahora nuestros hijos son mayores y tienen su vida. Podía ser el momento de cumplir su sueño que, en este momento, también era un poco el mío.

Hacia al mes de marzo pasado la dije: “¿Quieres que nos vayamos los dos a África a colaborar en algún proyecto misionero? con gran alegría la respuesta fue afirmativa. Comento nuestro deseo con los Misioneros Javerianos y ellos me dicen que verán la manera de hacer posible lo que queremos buscando un proyecto en el que podamos colaborar.

Bongor-Chad

La fiesta que los Misioneros Javerianos organizan todos los años en junio fue una doble fiesta para mí: me dicen que, siendo yo maestro de obras, tienen una respuesta a nuestros deseos: En Bongor-Chad necesitan reconstruir el “Área Sagrada” en donde celebran el culto y, si el tiempo da de sí, hacer alguna que otra cosa más. Mi alegría fue grande, lo único que no la hacía plena es el que mi esposa no podía venir conmigo: no era fácil encontrar un campo de colaboración para ella en esa misión y, por otra parte, pruebas médicas pendientes e inaplazables impedían su ausencia de España en el periodo apropiado para ir a Bongor. No obstante mi alegría se convirtió en plena cuando mi esposa se alegró y entusiasmó tanto de que pudiera ir yo pues, de alguna manera, yendo uno de los dos “íbamos los dos”.

En marcha   

  Estando la cosa decidida, a la ilusión por ir al Chad se une la inquietud y la preocupación que se deriva de no conocer el país, la lengua, de cómo entenderme con los que conmigo debían trabajar, las posibles dificultades del viaje, del entenderme en las aduanas… Lo mejor, pensé, es ponerme en las manos del Señor.

Marchaba para dos meses, el pasado 29 de octubre estaba el Madrid-Barajas rumbo al Chad. El javeriano P. Rolando me acompañaba y estando en el mostrador de facturación el P. Rolando oye que hay una religiosa que vuelve a Chad donde trabajaba desde hacía muchos años, habla con ella y el resultado es que viajamos en pareja, los dos iríamos acompañados, sobre todo para mí fue estupendo viajar con esta religiosa que conocía aeropuertos, hablaba francés… El haberme puesto en las manos de Dios comenzaba a dar resultados, desde el principio sentí que Él se ocupaba de mí.

Llegando a Chad la cosa se me pone un poco difícil: a la religiosa la sacan en una silla de ruedas por un lugar distinto al de los demás, me quedé sólo y llegado el momento de los controles aduaneros me hacen preguntas que yo no entiendo mucho, una joven que estaba detrás de mí me dice que me están preguntando a dónde y para qué vengo al Chad, le respondo al aduanero que voy a la Misión Católica de Bongor, el funcionario que estaba en la ventanilla contigua al que me atendía escucho la respuesta y dijo ¡ a la misión católica de Bongor! se dirige al que me atendía y le dijo: que pase. Una vez más lo de ponerse en las manos de Dios funcionó, yo volví a percibir que Dios se ocupa de los que trabajan por Él, aunque fuera modestamente como yo.

“Otro mundo”

Yo iba allí a trabajar, a realizar un proyecto determinado y así se hizo; pero nada más llegar me di cuenta que me encontraba en “otro mundo”: las personas, su situación, su forma de entender la vida, su alegría, la vivencia de su fe, sus condiciones de vida como consecuencia de la marginación y la explotación que padecen tanto desde dentro como desde fuera-los países ricos…

Me llamó mucho la atención el ver de cerca, no sólo por la televisión, lo que son y cómo viven: Lo que trabajan los niños y niñas acarreando agua y leña, lavando ropa a mano; viviendo sin luz ni agua corriente, la escasez de medios con la que viven (comida, ropa, dinero, medios para prosperar, posibilidades de adecuados cuidados sanitarios…); muchos caminan, trabajan, juegan descalzos; cosas todas injustificables en el mundo que vivimos y comparado con nuestro estilo de vida. Pensaba tantas veces en España, en nosotros, en nuestros niños…tenemos de todo y no estamos contentos. Y no obstante su situación (injustificada) son, en general, personas alegres, acogedoras, que comparten lo poco que tienen, atentas a los demás, todos trataban de ayudarme, entenderme, que me encontrara bien…

Nuestro trabajo  

Y digo nuestro pues yo fui a colaborar para reconstruir un “Área Sagrada”, lo que aquí llamaríamos una Iglesia, y que es un recinto, alrededor de un árbol, que ellos consideran sagrado y donde la comunidad cristiana celebra el culto y se reúne a celebrar lo más “sagrado” que tienen: su Fe, La Eucaristía, la fraternidad… Me impresionó como viven y participan en las Eucaristías: duran dos o tres horas, cantan, bailan, algunos vienen de muy lejos, después se quedan hablando, se reúnen en grupos, comparten…, es una verdadera fiesta, un gozoso encuentro con el Señor y entre ellos, Dios está con los pobres…, lo mismito que en España, pensé.

El tiempo, echando muchas horas de trabajo, nos dio también para hacer una pista de baloncesto en el recinto de la misión y unos servicios para cuando hacen convivencias en la parroquia.

Me he sentido muy bien trabajando con estos hermanos, a pesar de mi desconocimiento de la lengua ellos se esforzaban por entender y el lenguaje universal de las señas me ha venido muy bien. Me encontraba entre personas sencillas, acogedoras, amables, con otro ritmo de vida y de trabajo, con sus costumbres tan distintas de las nuestras, no obstante todo lo que no facilitaba mi presencia yo me he sentido casi como en mi casa.

En comunidad

Los Javerianos fueron los que me invitaron y me acogieron, vivía con ellos en la comunidad, son dos italianos, un indonesio y dos españoles; ellos llevan años allí y me facilitaron el estar, el trabajar y el “entender” un poco el mundo y las personas entre las que me encontraba, donde todo es tan diferente de “lo nuestro”. Me he encontrado muy bien entre ellos y me han tratado lo mejor que han podido que ha sido mucho.

Estar y colaborar con esta comunidad Javeriana y con la comunidad cristiana a la que sirven (como pasará con otras Congregaciones y misiones) me ha mostrado el trabajo de la Iglesia misionera en su afán por compartir su fe en Jesús expresada en las celebraciones litúrgicas, en la dedicación a impulsar el progreso de las personas, en la animación para que todos puedan vivir con relación a la dignidad que tienen como personas…

Personalmente

Dos meses no son nada en una vida, mi colaboración a sido como una gota de agua en un océano; pero esa gota ha supuesto mucho para mí, lo que yo allí he hecho no es casi nada para ellos ¡tanto habría que hacer! Me he encontrado muy bien, he sido muy bien acogido, he recibido un agradecimiento desproporcionado; el más beneficiado he sido yo por lo vivido y lo recibido, por lo feliz que me ha hecho el poder “hacer algo” por los que inmerecidamente necesitan mucho. Doy gracias a Dios por estos dos meses pasados con las gentes de Bongor que me han hecho regresar con “más” de lo que llegué.

Si Dios quiere y puedo, y haré todo lo posible por poder, quisiera volver a Bongor para terminar el “Área Sagrada” que, por falta de presupuesto, no pudimos terminar y ya de paso hacer lo que se tercie…

A últimos del pasado diciembre regresé a España con encontrados sentimientos: ALEGRÍA por volver a casa, en el aeropuerto me esperaban mi familia y los Javerianos; PESAR por dejar Bongor y sus gentes entre las cuales tan bien me había encontrado. En todo caso se puede abandonar un lugar geográfico, pero cuando éste entra en el mapa de tu corazón allí se queda para siempre.

Jorge L. García Oliva

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