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  • Carlos Collantes Díez

LAS ALEGRÍAS DEL MISIONERO

10 Julio 2016 1161

El trabajo misionero no siempre es fácil, pero también hay que decir que produce muchas “alegrías pastorales”. Junto al trabajo que realizo como maestro de novicios, en nuestro noviciado javeriano, soy el encargado de seis (de las trece) comunidades de nuestra parroquia de Hortolandia (Brasil sur). La hemos llamado “Zona pastoral misionera San Guido Conforti”.

Las seis comunidades nos hemos comprometido en trabajar por la misión. Todos juntos nos hemos empeñado a varios niveles: oración, animación misionera, fiestas parroquiales y sociales, recogida de fondos. El dinero obtenido no es para cubrir las necesidades de la parroquia, que tenemos tantas; sino para la parroquia que, desde hace poco, tenemos en Tailandia y donde se encuentran cuatro javerianos iniciando esta nueva misión. Estas iniciativas han sido motivo de gran alegría para todos.

Reconciliación
De lunes a sábado, por turno, hemos celebrado en las seis comunidades el sacramento de la reconciliación donde muchos se han confesado y todos hemos terminado juntos la celebración. La celebración no ha seguido con precisión el rito, también hemos tratado de tener un poco de creatividad para ayudar a la comunidad a participar y a vivir lo mejor posible este momento de gracia que es el del “regreso al Señor”. Todas las tardes estaba disponible para las confesiones, o para el diálogo personal, o para las variadas consultas que quisieran hacer.

Reconciliación
Hemos comenzado recordando las palabras de San Pablo:”Hasta el día de hoy…hay un velo en sus corazones; sólo cuando se conviertan al Señor desaparecerá ese velo…”(cf.2ªCort.3,15). Con una solemne procesión se colocó la Sagrada Biblia en medio de la asamblea cubierta con un lienzo oscuro….Después del examen de conciencia y la oración de arrepentimiento se anunció: Os amo, no obstante todo, en el HIJO JESÚS que ha dado la vida por vosotros y, seguidamente, se ha colocado el Crucifijo sobre la Biblia y se ha quitado el lienzo oscuro.
Es el momento en el cual el Padre sale al encuentro del hijo pródigo que regresa y le da el abrazo del perdón, invitando a todos a la fiesta. Por ello la alegría se desborda y se expresa con cantos de fiesta, como dice el Evangelio:”Era necesario hacer fiesta y alegrarse…” (Lc.15,32).

La Caridad
Otro momento fecundo y gozoso de la vida de la comunidad ha sido la celebración de la Eucaristía con la unción de los enfermos. Estaba en la puerta del templo saludando a los que iban llegando, a lo lejos veo un anciano que, avanzando lentamente y sostenidos por dos nietos, viene a la celebración; otra señora empuja la silla de ruedas de una anciana vecina suya; un anciano que es ayudado a bajar trabajosamente del coche en el que le han traído…,es como una representación escénica del himno a la Caridad.
No se trata sólo de celebraciones. En las comunidades hay una red de hombres y mujeres, pertenecientes a la Asociación San Vicente de Paul, que visitan a los pobres a los cuales dedican tiempo, ofrecen alimentos y ayuda para paliar un poco las estrecheces en las que vi-ven. Esta actividad dura todo el año, aunque se incrementa en las fiestas. La presencia de estos voluntarios pasa casi inadvertida, pero son las manos y los corazones de la Caridad comunitaria. Los feligreses colaboran en este servicio y comparten: en el ofertorio de la Eucaristía, con el pan y el vino, llevan al altar arroz, alubias, pasta, aceite, sal…

La vida de la comunidad esta llena de pequeñas cosas, de variedad de actividades, de relaciones, encuentros…, cosas pequeñas que se con-vierten en grandes cuando se hacen por amor y sirviendo a Dios en los demás.

P. Alfiero Ceresoli s.x.

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