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  • Carlos Collantes Díez

EVANGELIO: VIDA, FORTALEZA y PERIFERIA

11 Julio 2016 1314

Desde Camerún nos llega Paulino Ramírez, javeriano mejicano, destinado a trabajar entre nosotros en la animación misionera y vocacional. Lleva apenas unos meses entre nosotros y se está insertando en nuestra realidad eclesial y cultural española.

- Paulino, podrías contarnos cómo surgió tu vocación misionera y cómo se fue concretando.

A los 14 años sentí el llamado a la misión, estando internado en la Ciudad del niño para que pudiera continuar mis estudios, conviví con las religiosas de “María Dolorosa” responsables del internado. Las hermanas me enseñaban a rezar cada noche por las misiones: sobre todo por Etiopia y Angola. Es así como poco a poco fui descubriendo mi vocación misionera.  Durante mucho tiempo me negué a entrar en el seminario, por diferentes razones y deseos que habitaban mi corazón. Era un joven como todos los jóvenes que estaban a mí alrededor, Bailaba, jugaba, asistía a misa y participaba a los grupos de mi parroquia “Jesús Obrero”, la cual recuerdo con mucho cariño.

No fue hasta los 23 años que comencé a tomar en cuenta el llamado del Señor, estando estudiando la carrera de administración de empresas y trabajando en una empresa maquiladora en mi ciudad natal, comencé a vivir profundamente el deseo de ir a misión. Dejando mi trabajo y mis estudios y convencido de la llamada del Señor a los 26 años entro en la congregación de misioneros Javerianos para comenzar esta aventura. Hice mi profesión religiosa el 12 de Julio 1998. En el 2001 fui destinado a Camerún donde fui ordenado diácono e hice mi profesión perpetua el 5 de Noviembre del 2006 para ser ordenado sacerdote meses después el 18 de Agosto de 2007. Mi primera destinación fue el Camerún donde terminé mis estudios teológicos en la comunidad internacional de Yaundé –capital política del país- comunidad inserta en un barrio periférico y en una parroquia -“Jesús el Buen Pastor”- confiada desde 1986 a los misioneros javerianos.

- Ahora vuelves de Camerún, allí estudiaste los 4 años de teología viviendo con hermanos nuestros de otros continentes y culturas y una vez ordenado has trabajado 7 años en una parroquia de la periferia de Douala, la capital económica… ¿Cómo es la comunidad cristiana en la que has trabajado, sus problemas y esperanzas, y cuáles son sus retos y desafíos?

Para mí ha sido una experiencia inolvidable. En la comunidad de teología de Yaundé convivíamos hermanos de 7 países: Bangladesh, Italia, República Democrática del Congo, Brasil, México, Camerún, Indonesia, lo cual fue una gran riqueza cultural que me ha ayudado a prepararme a la misión y a valorar la importancia de las culturas y los pueblos. Desde mi punto de vista supuso un gran reto y fue el testimonio más grande que podíamos dar en la comunidad cristiana más amplia en la que estábamos y vivíamos inmersos. A pesar de las dificultades culturales, ideológicas, étnicas, lográbamos convivir juntos,  compartir nuestra vida, nuestros problemas, nuestros ideales, pues nos unía un mismo objetivo, la vocación misionera: “Hacer del Mundo una sola Familia”, como era el deseo de nuestro padre Fundador San Guido María Conforti. Esta comunidad me ha preparado a convivir con los otros, así como a hacer una experiencia de Dios en medio de un pueblo acogedor, paciente, que me mostró el camino para que me sintiera en mi casa. Esta experiencia comunitaria me ha preparado para trabajar con posterioridad en la comunidad parroquial de Douala.

En Douala, la experiencia fue diferente, ya que fue mi primera destinación como misionero a tiempo completo. Llegué a la parroquia también llamada “Jesús el Buen Pastor” como la de Yaundé y que acababa de ser erigida como parroquia. Douala es una ciudad y comunidad más compleja, es una comunidad con enormes retos y con notables dificultades. Sin embargo, su gente es un pueblo que no se deja vencer.

La parroquia está situada en una zona pantanosa, llamada “Boko Plateau” situada en la periferia de la ciudad. Esta zona tiene muchas dificultades geográficas, económicas, sociales, culturales. La comunidad está conformada por una considerable diversidad de etnias que, emigrando del interior y de otras regiones de Camerún, han llegado para instalarse en la ciudad buscando mejores condiciones de vida; son grandes retos que dificultan y estimulan nuestro trabajo apostólico y misionero. En nuestros barrios periféricos y en nuestras comunidades parroquiales conviven cameruneses de distintos grupos étnicos: grupos del centro como los Beti o Bassa, otros del oeste del país, como los Bamileke, otros que vienen de la zona anglófona del Camerún. Una realidad social, cultural y comunitaria muy variada, rica y pluricultural.

En nuestra comunidad javeriana estuve trabajando con un grupo de padres y entre todos compartíamos el trabajo de la parroquia. Éramos 4, ayudados, en ocasiones, por la otra comunidad javeriana del Centro Xavier. Pues nuestra parroquia es una comunidad muy poblada. Cada domingo celebrábamos 9 eucaristías, en la parroquia y en otras cinco comunidades.

En esta comunidad parroquial trabajamos en la formación de catequistas, en la preparación de catecúmenos a los sacramentos de la iniciación cristiana, y junto con los responsables de la formación al matrimonio religioso trabajábamos intensamente en la formación del apostolado de la familia. Teníamos una coordinación de jóvenes (estos son muy numerosos en nuestros barrios y comunidades parroquiales), y una diversidad de grupos que acompañan la pastoral de nuestra parroquia. El trabajo en esta comunidad ha supuesto para mí una experiencia muy rica en humanidad. Los cameruneses me han enseñado mucho con sus ganas de salir adelante, y sobre todo con las ganas de vivir llenas de esperanza y alegría. Trabajando en grupo, mostrando el sentido de vivir juntos en comunidad, pero sobre todo el sentido de servir a aquel que tiene necesidad de nosotros, a través de las Comunidades de Base. Son comunidades de vida cristiana muy insertas y presentes en nuestros barrios periféricos y que intentan vivir y dar testimonio de su fe en la vida cotidiana.

- Puedes decirnos que te han aportado estos hermanos y cómo te has enriquecido como cristiano y como misionero.

El Camerún para mí, ha sido una gracia de Dios que me ha permitido sentir y ver su presencia en cada una de las actividades que realicé. Me siento satisfecho de haber trabajado en esta comunidad, pues me ha permitido sentirme útil en las manos de Dios y útil a mis hermanos. He descubierto la importancia de hacer presente a un Dios vivo en medio de tanta necesidad, pero sobre todo he podido descubrir los valores de un pueblo sediento de vida y paz. Este pueblo me ha enseñado a aprender. Yo vine a enseñar a Cristo, pero ellos me han enseñado a vivir en Cristo. Los cameruneses son gente llena de ambiciones, de ganas de salir adelante y me han contagiado todas estas ambiciones. He comprendido que el Camerún, no pide nada al mundo más que una sola cosa: el respecto de su dignidad, el respeto a sus valores e ideales y el respecto también a la integridad de las personas.

Doy gracias a Dios y a esta comunidad, porque estoy seguro de que la semilla sembrada producirá sus frutos. Ellos me han marcado y yo les he marcado, pienso. No puedo más que ser agradecido con esta comunidad que me ha enseñado la tenacidad de enfrentarse con las dificultades con valentía, coraje y confianza. Dios nunca me ha abandonado en este trabajo misionero. Mi gente siempre estuvo presente y caminamos juntos. Todos estos valores los guardo en mi corazón y no puedo más que agradecérselo al Señor, por todo el Bien que me ha hecho.

Ahora me encuentro en España, destinado a trabajar en esta región javeriana, en la comunidad de Murcia. Muy contento y dispuesto a seguir compartiendo y cumpliendo con la Misión que Dios nuestro Padre tiene designada para mí. Hace unos días un joven me escribía una carta respondiendo a mi deseo de regresar al Camerún, me decía: “Padre haz alegre y viva la comunidad de Murcia como hiciste la nuestra” Esta es tu misión.

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