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  • Carlos Collantes Díez

04 NOS REVELAN EL ROSTRO DE DIOS

30 Agosto 2014 1455

“Hay que decir sin vuelta que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” (EG 48) Con esta y otras expresiones, el papa Francisco insiste en que el compromiso con los empobrecidos pertenece al núcleo de la fe y del evangelio.

La anterior reflexión terminaba con una pregunta ¿Qué BUENA NUEVA quiere Dios anunciarnos en los pobres? Una buena nueva de conversión. Sí, que es necesario y urgente otro modelo de sociedad, de relaciones y de desarrollo, un modelo más equitativo, justo y fraterno. No es humano, ni ético, ni viable el actual que olvida, excluye y condena a millones de hermanos a malvivir en los márgenes como población “sobrante” y “descartable”, como desechos humanos. Los empobrecidos nos están recordando sin cesar que nos hace falta una sociedad distinta, sin opresores y oprimidos, sin clases dominantes y dominadas, más humana y feliz.

Urgencia y utopía

“… para vivir esta Bienaventuranza –escribía el papa a los jóvenes- necesitamos la conversión en relación a los pobres. Tenemos que preocuparnos de ellos, ser sensibles a sus necesidades espirituales y materiales. A vosotros, jóvenes, os encomiendo en modo particular la tarea de volver a poner en el centro de la cultura humana la solidaridad. Ante las viejas y nuevas formas de pobreza –el desempleo, la emigración, los diversos tipos de dependencias–, tenemos el deber de estar atentos y vigilantes, venciendo la tentación de la indiferencia.”

Los empobrecidos nos invitan y urgen a construir un mundo más humano, más compasivo, menos violento; a colaborar para que todos puedan vivir con dignidad. Y eso es trabajar por el Reino de Dios y su justicia -como nos dice Jesús con un lenguaje religioso-. Con un lenguaje político podríamos decir, trabajar para que los derechos humanos sean respetados de manera efectiva. ¿Una utopía? Una urgencia.

Por eso insiste el papa: “La opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga su `primera misericordia´. Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos…” (EG 198). La opción por los pobres es teológica porque nos revela el proyecto y el rostro de Dios, opción que tiene también consecuencias ineludibles en el ámbito económico, social y político. Debe afectar a la manera de organizar la sociedad, de participar en ella como ciudadanos de pleno derecho, de distribuir los bienes entre todos. Por fidelidad a esta opción los profetas de todos los tiempos, comenzando por los bíblicos, denunciaron y se enfrentaron a cualquier sistema de poder económico y político injusto.

Fe y justicia

La justicia bíblica comienza cuando Dios escucha el clamor de los oprimidos, por eso la opción por los pobres es un deber de fidelidad a Dios, ya que ella nos revela las preferencias del CORAZÓN divino. DIOS toma partido por los pobres para salvar desde ellos a todos, incluidos los opresores, para convertirlos (Zaqueo). Por eso algunos teólogos escriben: “fuera de los pobres no hay salvación”. La opción de Dios no es contra nadie sino a favor de la vida, de una vida para todos, digna, justa y fraterna; pero este proyecto desvela conflictos y oposiciones. Y el conflicto lo provocan quienes quieren a toda costa defender sus privilegios e injustas situaciones.

El mártir de la justicia y por tanto de la fe, Ignacio Ellacuría, refiriéndose a quienes criticaban la teología de la liberación, escribía: “Estos ven en la teología de la liberación una politización de la fe y una radicalización revolucionaria, una forma de lucha de clases; confunden la lucha de clases con la lucha profética contra el pecado” Lucha profética contra el pecado, contra sus raíces estructurales arraigadas en un sistema económico perverso, en una “economía que mata”; contra la ideología que lo justifica y legitima; y contra sus inhumanas consecuencias en las condiciones de vida indignas –y contrarias al plan de Dios- de tantos hermanos injustamente empobrecidos.

Nos están invitando y urgiendo a una conversión global, personal y colectiva, social y eclesial, de actitudes, de estilos de vida, a una conversión saludable y salvadora. Molestan los pobres, su sola presencia es una desautorización de tantas realidades; molestan y producen desazón. Como molesta y desconcierta Jesús con sus extrañas preferencias y con sus opciones: “siendo rico se hizo pobre”. De esta manera Jesús nos está invitando a ponernos a su lado y a dejarnos enriquecer paradójicamente por ellos como él se enriqueció con nuestra pobreza.

Sistema INACEPTABLE

Dios, la fe, el evangelio tienen que ver con la vida cotidiana y no únicamente con lo que sucede en el interior de nuestros templos, por eso hablar de Dios es hablar de la vida, de los sufrimientos y esperanzas de los hombres. Hay quienes quisieran encerrar la religión en el séptimo cielo para tener las manos libres y construir esta tierra a su manera, defendiendo sus inaceptables privilegios, incluso utilizando falsamente el nombre de Dios; queriendo ocultar detrás de invocaciones supuestamente religiosas sus enormes intereses económicos, materiales y nada celestiales.

El evangelio coloca en el centro a quienes los poderes sitúan en los márgenes, en la periferia; a la población sobrante. La fraternidad cristiana debe plasmarse en leyes justas y en prácticas sociales igualmente justas, en relaciones sociales nuevas. El actual modelo económico tiende a la acumulación, con frecuencia por caminos opacos y por la vía rápida, sin reparar en los medios y menos en las consecuencias. Es un sistema que crea hirientes desigualdades, exclusión y un inmenso sufrimiento, algo que nos parece ética y humanamente inaceptable, más todavía si nos dejamos orientar por el evangelio. Es una exigencia ética rebelarse contra este sistema inicuo y contrario al plan de Dios. Más que el PIB lo que ha crecido y mucho ha sido la injusticia, la desigualdad, el sufrimiento y la fractura social. Inaceptable.

Con su sola presencia, los empobrecidos hacen visible la injusticia del mundo. En ellos se hace patente de manera dolorosa el escándalo de mal. Desvelan y desnudan nuestras incoherencias, justificaciones, pretextos, subterfugios; denuncian “las manos limpias” del sacerdote y levita de la parábola (Lc 10, 25-37) que queriendo encontrar a Dios en el templo, ni lo descubren ni lo acogen en el herido. Presencia molesta pero salvífica, porque pueden ponernos en contacto con lo mejor de nosotros mismos, transformarnos y enriquecernos.

Resistencia y dignidad

En los pobres sigue presente de manera visible y dolorosa el escándalo de la cruz. Al sentirte cercano a ellos acompañándoles, participas inevitablemente del dolor y de la esperanza, descubres y acoges su capacidad de resistencia y su dignidad, y todo esto te humaniza. Dios se humanizó para siempre en Jesús. Siendo rico se hizo pobre y al empobrecerse tanto, al vaciarse de su rango, se “enriqueció”. La humanidad de Dios nos humaniza y enriquece.

Está claro que hay que satisfacer las necesidades básicas. Es un derecho y una condición para vivir una vida humana. Hay bienes que no deben faltar en justicia a nadie para vivir con la dignidad querida por Dios, dignidad que los poderes públicos y la sociedad deben respetar, proteger y defender. Sin embargo, los pobres nos enseñan a relativizar y a poner por encima las relaciones humanas ya que los bienes están al servicio de la persona.

Los pobres nos enseñan el valor de la gratuidad. La vida no es mi propiedad privada, como el individualismo cultural en el que vivimos nos repite sin cesar; la recibimos gratis y podemos vivirla, sin aferrarnos a ella, como un don, con agradecimiento y entrega; despojarnos de ella puede hacernos sufrir, pero también llenarnos de gozo siguiendo los pasos de Jesús: “mi vida nadie me la quita, yo la entrego libremente…” La vamos entregando un poco cada día. Los pobres nos desplazan la mirada y el corazón hacia lo único necesario, hacia el compartir, hacia la creación de la “cultura de la solidaridad” que pasa necesariamente por la justicia, hacia Dios.

P Carlos Collantes sx

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