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  • Arturo LITÓN

COMERCIO JUSTO: REVISIÓN DE UN MERCADO CAMBIANTE

01 Diciembre 2014 1340

“El Comercio Justo es un sistema comercial basado en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional prestando especial atención a criterios sociales y medioambientales. Contribuye al desarrollo sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de productores/as y trabajadores/as desfavorecidos, especialmente en el Sur.” Definición de la Organización Mundial del Comercio Justo

 

¿SABEMOS QUÉ ES EL COMERCIO JUSTO?

El comercio justo surge en respuesta, desde el Norte, a los efectos de las políticas neoliberales implantadas por los países industrializados en los países del Sur. Es una respuesta consciente, solidaria, que trata de suavizar en parte los efectos del proteccionismo que impera en los mercados del Norte; curioso que mientras nuestras fronteras se blindan frente a la entrada de todo tipo de mercaderías (y no sólo productos, véase Melilla o Ceuta), exigimos que los países en vías de desarrollo permitan la entrada de capital europeo, norteamericano o chino sin límites ni mecanismos de defensa frente a inversiones que poco van a revertir en el desarrollo de las poblaciones locales. Así, es fácil entender a África como el granero de Europa o a muchos países asiáticos como la gran máquina textil que alimentan nuestros mercados. En este contexto surge dicha respuesta: el movimiento solidario entiende que es necesario y obligado concienciar a los consumidores del Norte de que sus hábitos de consumo son tan responsables de las crisis del Sur como las acciones de las multinacionales.

Numerosos son los criterios que pueden emplearse para clasificar un producto como de “comercio justo”. Según la Coordinadora de Comercio Justo Española, los criterios por los que se deben regir los productores son el pago de salarios y el establecimiento de condiciones de trabajo dignas, el destino de una parte de los beneficios a las necesidades básicas de las comunidades, el funcionamiento participativo, el respeto del medio ambiente, la elaboración de productos de calidad… Las distribuidoras deben pagar una parte del precio por adelantado, establecer relaciones comerciales a largo plazo, así como emprender labores de sensibilización y de promoción de los productos, para conseguir mercados a un precio justo, que permita el pago de un “sobreprecio” en comparación con los productos tradicionales.

El comercio justo se presenta como un forma de ir cambiando la mentalidad de los protagonistas (sobre todo intermediarios y distribuidores) y hacer evolucionar las prácticas hacia un comercio más sostenible, tanto económica como medioambientalmente.

¿EN DÓNDE NOS ENCONTRAMOS?

Según la Coordinadora Estatal de Organizaciones de Comercio Justo (www.comerciojusto.org), que engloba las principales entidades que trabajan el comercio justo en nuestro país a nivel de comercialización, importación y sensibilización de productos de comercio justo, el mercado de Comercio Justo en España viene experimentando crecimientos cercanos al 10% en los últimos ejercicios. En el año 2013, el monto total de facturación sobrepasó los 30 millones de euros, según datos de la propia Coordinadora junto con Fairtrade Ibérica, entidad responsable de certificar, gestionar y controlar el sello que identifica los productos de Comercio Justo en los lineales de los supermercados o en las máquinas de vending.

De esta cantidad, cifran en un 70% el volumen de facturación de productos de comercio justo en los canales tradicionales: 38% en el canal Horeca (hostelería, cafeterías y restauración) y 30% en lineales de supermercados o tiendas de alimentación. El que en sus inicios fue principal agente, las tiendas de comercio justo, representan en volumen apenas un 20% del total.

Nos podríamos preguntar si se hace de esta forma justicia al gran trabajo de sensibilización que diariamente hacen todos los miembros de estas organizaciones. Pero la irrupción de las multinacionales en busca de ese sector de la población que se encuentra concienciada hacia otro tipo de decisiones de compra ha marcado claramente el camino futuro: las organizaciones de comercio justo se encargan del trabajo concienciador y de sensibilización, mientras los consumidores siguen dirigiéndose a los canales de compra habitual, pero eso sí, reorientando sus actos de compra. La disminución de ingresos por parte de estas organizaciones les lleva inevitablemente a reducir el fantástico trabajo educativo y sensibilizador, o a depender de ser subsidiados, lo que en época de crisis económica significa la paralización de muchas actividades.

Con los datos en la mano, nos seguimos dando cuenta que España es uno de los países donde menos comercio justo se consume de nuestro entorno (al igual que ocurre con otros mercados como el agroecológico o el energético sostenible), y que dentro de las ventas los productos de alimentación siguen liderando el ranking (24% de las ventas, seguido por el azúcar y a gran distancia el cacao).

EL AVAL DE LAS ORGANIZACIONES

Aproximadamente en 2008, la realidad del mercado de Comercio Justo en España da un giro de 180 grados, al incorporarse las grandes empresas privadas a la comercialización de productos pagados mediante un “precio justo” a los productores del sur. Lo cual abre un nuevo abanico de consumidores que anteriormente no accedían a las tiendas de comercio justo a la compra de su cesta básica de café, cacao, azúcar, o incluso sus regalos de artesanía o ropa.

Pero abre el debate sobre los consumidores responsables, que van a seguir adquiriendo artículos a esas organizaciones que llevan decenios trabajando por un auténtico desarrollo integral de las comunidades en su origen, y para quienes la venta de productos textiles, artesanía o alimentación supone una gran parte de sus ingresos y por tanto de su propia subsistencia. ¿Tienen estas organizaciones que pasar por la certificación de sus productos en origen para intentar acceder a nuevos consumidores aún a costa de encarecer así los requisitos e incluso el precio? ¿Es necesario o basta con el aval del tiempo de trabajo bien hecho y la garantía del contacto directo con las comunidades productoras?

La pertenencia de las organizaciones a grupos como la Coordinadora Estatal de Comercio Justo o al Espacio por un Comercio Justo (www.espaciocomerciojusto.org) debe suponer para el consumidor un aval más que razonable que pueda disipar cualquier duda, y evidenciar que la presencia de un sello para el consumidor responsable e informado no es necesaria, aunque sí lo sea para ese nuevo nicho de compradores que las multinacionales van a acaparar, y que al menos, garantizará una compra de materia prima a un precio más justo aunque dese luego no sea garante de un cambio de estructuras comerciales cada vez más necesario.

EL CASO DEL CAFÉ

En el caso del café (segunda materia prima que más dinero mueve diariamente en el mundo, solo por detrás del petróleo, y responsable de la miseria en que se encuentran sumidas más de 25 millones de familias productoras) nos encontramos con que las grandes empresas tostadoras y comercializadoras de grano aromático ya disponen de su “café justo”.

¿Será tan sólo una forma de apropiarse de un nicho de mercado que tal vez suponga el 5% del total de los consumidores de café? Si han sido las grandes empresas las que han llevado a que los precios internacionales de café fluctúen hasta arruinar a las familias que cosechan el café, hay serias dudas sobre sus verdaderas intenciones. Suponiendo que consigan incrementar las ventas de café de comercio justo hasta el 15% de los consumidores globales, ¿qué pasaría con el resto?, ¿verían los campesinos mejoradas sus condiciones en porcentajes similares? ¿Garantizarían estas multinacionales el cumplimiento de acuerdos como la prefinanciación de las cosechas o el mantenimiento de la compra en años sucesivos cubriendo los gastos de producción y con márgenes de beneficio, aún cuando los precios en las Bolsas de Londres o Nueva York cayesen? Nuestra experiencia nos dice lo contrario.

Es, por tanto, más urgente que nunca revisar y combatir la “trivialización” del concepto de “comercio justo”, e integrarlo en un todo donde también entran los conceptos de consumo responsable, compra ética, comercio justo sur-sur o norte-norte, soberanía alimentaria, e incluso y por qué no, finanzas éticas.

Arturo Litón. Comunidad laicos javerianos

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