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  • Manos Unidas

“LUCHAMOS CONTRA LA POBREZA. ¿TE APUNTAS?”

30 Enero 2015 1216

La 56 campaña de Manos Unidas lleva como motivo de fondo e hilo conductor el siguiente enunciado: “LUCHAMOS CONTRA LA POBREZA. ¿TE APUNTAS?” Y la organización la introduce con estas palabras:

 

“Este año termina el plazo fijado por la ONU para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Es el momento de revisar qué logros hemos alcanzado y qué aspectos necesitamos mejorar en la lucha contra la pobreza. Nuestra revisión tiene que tener en cuenta la situación del mundo actual, debemos ser valientes al considerar las causas de las pobrezas, y ser audaces para adoptar las medidas necesarias para erradicar el hambre y la pobreza.”

¿Por qué no avanzamos lo suficiente?

… “A pesar de las denuncias y los trabajos por acabar con el hambre, persisten los excesos de una economía deshumanizadora, centrada en el beneficio en vez de estarlo en las personas. En su primera Exhortación Apostólica, el papa Francisco expone con graves palabras el origen de esta situación globalizada:

- Estamos inmersos en una economía de exclusión y de inequidad. (EG, 53)

- Predominan las teorías del “derrame” que suponen que todo crecimiento económico logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. (EG, 54)

- Se extiende una cultura de muerte que, despreciando el valor de cada persona, favorece el aborto y otros atentados contra la vida. (EG, 213)

- Vivimos una cultura del bienestar que nos anestesia. (EG, 54)

- La crisis económica ha puesto de manifiesto la grave carencia de orientación antropológica de las finanzas y la economía, que reduce al ser humano a la sola necesidad del consumo. (EG, 55)

- La deuda y los intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. (EG, 56)

- Se ramifica la corrupción y la evasión fiscal egoísta. (EG, 56)

- Cualquier cosa frágil queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado. (EG, 56)

- El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas. (EG, 67)”

Cómo luchamos contra la pobreza.

“La denuncia de las causas de la pobreza sólo es eficaz si ponemos en marcha acciones concretas para acabar con ella. Estas acciones deben nacer de la transformación de las relaciones entre hombres y pueblos, que deben tender hacia una verdadera solidaridad ético-social, que es la exigencia moral propia y connatural a todas las relaciones humanas, que se presenta bajo dos aspectos complementarios: como principio social ordenador de las instituciones, y como virtud moral, es decir, como la “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”, como se expone en la encíclica SRS 38, de Juan Pablo II. La solidaridad se presenta así como concreción práctica de la fraternidad que nace de reconocer que todos somos hijos del mismo padre Dios.” (Extractos del Documento Base 2015. Campaña 56, “Manos Unidas”)

Citamos de nuevo el discurso del papa Francisco a la FAO: “… espero que, en la formulación de dichos compromisos, los Estados se inspiren en la convicción de que el derecho a la alimentación sólo quedará garantizado si nos preocupamos por su sujeto real, es decir, la persona que sufre los efectos del hambre y la desnutrición. Hoy día se habla mucho de derechos, olvidando con frecuencia los deberes; tal vez nos hemos preocupado demasiado poco de los que pasan hambre. Duele constatar además que la lucha contra el hambre y la desnutrición se ve obstaculizada por la «prioridad del mercado» y por la «preeminencia de la ganancia», que han reducido los alimentos a una mercancía cualquiera, sujeta a especulación, incluso financiera. Y mientras se habla de nuevos derechos, el hambriento está ahí, en la esquina de la calle, y pide carta de ciudadanía, ser considerado en su condición, recibir una alimentación de base sana. Nos pide dignidad, no limosna.

Dos retos

El interés por la producción, la disponibilidad de alimentos y el acceso a ellos, el cambio climático, el comercio agrícola, deben ciertamente inspirar las reglas y las medidas técnicas, pero la primera preocupación debe ser la persona misma, aquellos que carecen del alimento diario y han dejado de pensar en la vida, en las relaciones familiares y sociales, y luchan sólo por la supervivencia. El santo Papa Juan Pablo II… en 1992, puso en guardia a la comunidad internacional ante el riesgo de la «paradoja de la abundancia»: hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos. Esta es la paradoja. Por desgracia, esta «paradoja» sigue siendo actual. Hay pocos temas sobre los que se esgrimen tantos sofismas como los que se dicen sobre el hambre; pocos asuntos tan susceptibles de ser manipulados por los datos, las estadísticas, las exigencias de seguridad nacional, la corrupción o un reclamo lastimero a la crisis económica. Este es el primer reto que se ha de superar.

El segundo reto que se debe afrontar es la falta de solidaridad, una palabra que tenemos la sospecha que inconscientemente la queremos sacar del diccionario. Nuestras sociedades se caracterizan por un creciente individualismo y por la división; esto termina privando a los más débiles de una vida digna y provocando revueltas contra las instituciones. Cuando falta la solidaridad en un país, se resiente todo el mundo. En efecto, la solidaridad es la actitud que hace a las personas capaces de salir al encuentro del otro y fundar sus relaciones mutuas en ese sentimiento de hermandad que va más allá de las diferencias y los límites, e impulsa a buscar juntos el bien común.

Los seres humanos, en la medida en que toman conciencia de ser parte responsable del designio de la creación, se hacen capaces de respetarse recíprocamente, en lugar de combatir entre sí, dañando y empobreciendo el planeta. También a los Estados, concebidos como una comunidad de personas y de pueblos, se les pide que actúen de común acuerdo, que estén dispuestos a ayudarse unos a otros mediante los principios y normas que el derecho internacional pone a su disposición. Una fuente inagotable de inspiración es la ley natural, inscrita en el corazón humano, que habla un lenguaje que todos pueden entender: amor, justicia, paz, elementos inseparables entre sí. Como las personas, también los Estados y las instituciones internacionales están llamados a acoger y cultivar estos valores: amor, justicia, paz. Y hacerlo en un espíritu de diálogo y escucha recíproca. De este modo, el objetivo de nutrir a la familia humana se hace factible”. (Del Discurso de Papa Francisco a la FAO con ocasión de la 2ª Conferencia Internacional sobre Nutrición)

Cruel Especulación

Terminamos con unas palabras de denuncia: “Y mientras la gente se muere de hambre, se especula con el precio de los alimentos, lo mismo que se ha hecho con el precio de la vivienda. El llamado mercado de futuros, crea unas subidas espectaculares de los precios de los alimentos, de modo que los especuladores obtienen ingentes beneficios a costa de que millones de seres humanos no puedan comprar alimentos básicos por el alto coste. Según la FAO, en el año 2008, los precios de los alimentos subieron en algunos países una media del 39%, los cereales el 71%, lo que constituyó una gran tragedia para las economías más débiles. A los especuladores (quizás habría que llamarlos de otro modo) poco les importó que sus prácticas de ingeniería financiera causaran tanta desolación y miseria. Ellos se defienden alegando que sus prácticas son legales de acuerdo con las leyes del mercado. Pero lo cierto es que los precios reales siguen paralelos a los de la especulación (lo mismo que ha ocurrido con las viviendas). El hambre es también un gran negocio del que se lucran unos pocos a costa del sufrimiento y la muerte de millones de seres humanos.” (Del blog “Paz y seguridad internacional” de Javier Jiménez Olmos)

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