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  • Robertus Kardi

“PADRE, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, VENGA TU REINO…”

21 Julio 2022 1000

En la página del Evangelio de hoy (cf. Lc 11, 1-13), San Lucas narra las circunstancias en las que Jesús enseña el “Padre Nuestro”. Sus discípulos, ya saben rezar, recitando las fórmulas de la tradición judía, pero desean poder vivir también ellos la misma “calidad” de la oración de Jesús. «Señor, enséñanos a orar»; y Jesús responde: «Cuando oréis, decid: «Padre…»». Esta palabra es el «secreto» de la oración de Jesús, es la llave que él mismo nos da para que podamos entrar también en esa relación de diálogo confidencial con el Padre que le ha acompañado y sostenido toda su vida. 
Al apelativo «Padre» Jesús asocia dos peticiones: «sea santificado tu nombre, venga a nosotros tu reino». La oración de Jesús, y por lo tanto la oración cristiana, es antes que nada un dejar sitio a Dios, permitiendo que manifieste su santidad en nosotros y dejando avanzar su reino, a partir de la posibilidad de ejercer su señorío de amor en nuestra vida. 
Otras tres súplicas completan esta oración que Jesús nos enseña, el «Padre Nuestro». El pan, el perdón y la ayuda ante las tentaciones. No se puede vivir sin pan, no se puede vivir sin perdón y no se puede vivir sin la ayuda de Dios ante las tentaciones. El pan que Jesús nos hace pedir es el necesario, no el superfluo; es el pan de los peregrinos, el justo, un pan que no se acumula y no se desperdicia, que no pesa en nuestra marcha. 

El perdón es, ante todo, aquello que nosotros mismos recibimos de Dios: sólo la conciencia de ser pecadores perdonados por la infinita misericordia divina, puede hacernos capaces de cumplir gestos concretos de reconciliación fraterna. Si una persona no se siente pecador perdonado, nunca podrá realizar un gesto de perdón o reconciliación. Se comienza desde el corazón, donde uno se siente pecador perdonado.

La última petición, «no nos dejes caer en la tentación», expresa la conciencia de nuestra condición, siempre expuesta a las insidias del mal y de la corrupción. Todos sabemos qué es una tentación.  La enseñanza de Jesús sobre la oración prosigue con dos parábolas, en las cuales toma como modelo la actitud de un amigo respecto a otro amigo y la de un padre hacia su hijo. Ambas nos quieren enseñar a tener plena confianza en Dios, que es Padre. Él conoce mejor que nosotros mismos nuestras necesidades, pero quiere que se las presentemos con audacia, con insistencia y con confianza.  

¡La oración es el primer y principal «instrumento de trabajo» que tenemos en nuestras manos! Insistir a Dios no sirve para convencerle, sino para reforzar nuestra fe y nuestra paciencia, es decir, nuestra capacidad de luchar junto a Dios por cosas realmente importantes y necesarias. En la oración somos dos: Dios y yo luchando juntos por las cosas importantes. (Fuente: Papa Francisco).

ECOS DE LA SABANA (Ecos de la vida cotidiana de los poblados de Chad y de Camerún)

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