Skip to main content

13.- MISIÓN Y DERECHOS HUMANOS

25 May 2016
1878

“La dignidad humana hunde sus raíces en la imagen y reflejo de Dios en cada uno de nosotros. Es lo que hace a todas las personas esencialmente iguales. En nuestro tiempo, la Iglesia ha llegado a comprender más profundamente que la promoción de los derechos humanos es requerida por el Evangelio y es central en su ministerio” (Mensaje del Sínodo, 1974)

El camino hacia el reconocimiento de los derechos humanos ha sido largo, sobre todo en logros reales. El individuo libre, sujeto y protagonista de su propio destino y desarrollo irá ocupando el centro del pensamiento en Occidente. Los ideales de libertad religiosa y de tolerancia se fueron abriendo camino poco a poco. En el pasado sociedad moderna e Iglesia se enfrentaron con frecuencia.

Los derechos humanos se van a universalizar de manera progresiva, se irá tomando conciencia de que pertenecen a toda persona humana por el hecho de serlo, independientemente de su raza, origen, clase social, religión, lengua, sexo, edad, condición social, opinión política o cualquier otra condición. Se trata de derechos inherentes a su dignidad y naturaleza, no son concesiones, “regalos” de ningún poder político “generoso”; los poderes públicos tienen la obligación de reconocerlos y garantizarlos. Sin embargo, para que tales derechos existan realmente en la práctica, la sociedad tiene que reconocerlos, recogerlos en normas jurídicas que prevean y garanticen su respeto.

Imágenes de Dios

La persona es fin y nunca medio o instrumento utilizable al servicio de otros fines o intereses, por ello toda persona merece un respeto incondicional, independientemente de su utilidad. Podemos decir que ha sido y es la conciencia de la dignidad humana –dignidad que se ha ido afirmando y afinando de forma progresiva a lo largo de la historia en la conciencia colectiva de los pueblos y de las personas- el fundamento último de los derechos humanos. Esta dignidad puede tener diferentes legitimaciones de orden antropológico o ético.

Para nosotros los cristianos, el último fundamento de esta dignidad es nuestra convicción de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, dignidad que se ve reforzada al haber asumido Jesucristo nuestra condición humana y haber sido redimidos por él. En Jesús Dios Padre viene a nuestro encuentro, busca a cada persona, lo cual nos otorga un valor eterno, una dignidad inimaginable. Ante Dios todos somos iguales y no caben los privilegios, aunque Dios tiene sus “preferidos”. Sabemos que Jesús se ha identificado con los últimos, los excluidos, los empobrecidos. De ahí el valor absoluto que el cristianismo otorga a la persona. De estas convicciones creyentes nace una fraternidad universal. Por ello la Iglesia afirma: “… toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino” (GS, 29)

Lenta aceptación

La Iglesia ha “necesitado” bastante tiempo para reconocerlos y apoyar decididamente la lucha en favor de ellos. Una actitud que hoy puede parecernos incomprensible y miope. Hoy nos resultan difícilmente explicables los planteamientos contrarios a algunos derechos humanos de los papas del siglo XIX. Las primeras reivindicaciones de los derechos humanos fueron acompañadas de una manifiesta hostilidad contra la Iglesia, tal vez este hecho -y sin que pueda servir de justificación- nos ayude a comprender en parte esta miopía. León XIII, el “Papa obrero”, firme defensor de los derechos sociales y económicos mantuvo una actitud distinta, de sospecha frente a otros derechos civiles y políticos. Fue sin duda Juan XXIII su firme impulsor en la encíclica Pacem in Terris consagrada en parte a este tema y en donde hace una lista de los derechos de la persona humana. Tal vez su mérito haya sido el no haber puesto el acento en las divergencias doctrinales entre creyentes y no creyentes sino en las coincidencias en la práctica y en una mínima convicción común: la dignidad de la persona humana aunque varíe el fundamento doctrinal de esta dignidad. Y tras él, Pablo VI y Juan Pablo II y toda la Iglesia tal y como aparece en los documentos del Concilio Vaticano II y de los distintos Sínodos de las Iglesias continentales. Hoy el compromiso en favor de los derechos humanos nos parece una dimensión esencial e irrenunciable del mensaje evangélico.

Con frecuencia nos encontramos ante violaciones claras y flagrantes de derechos humanos por parte de los poderes públicos. Otras veces -demasiadas desgraciadamente- determinadas situaciones sociales, económicas : pobreza, analfabetismo, paro, escasez o saqueo de recursos, sistema de patentes que protegen los enormes intereses y bebeficios económicos de las multinacionales farmacéuticas... dificultan, restringen o anulan el ejercicio de tales derechos. Nos encontramos ante limitaciones de hecho. Su existencia real está amenazada. El abismo enorme y que no ha hecho más que agravarse en los últimos años entre personas y países ricos y pobres significa una clara violación de derechos humanos. Nunca antes habíamos generado tanta riqueza, y sin embargo nunca había habido tantos millones de hermanos pasando hambre o viviendo en condiciones infrahumanas y claramente injustas.

Compromisos

Toda lucha contra la pobreza, contra el empobrecimiento y sus causas será una contribución eficaz y necesaria para extender a todas las personas el derecho a vivir con dignidad. El objetivo último, será en este sentido, la construcción de la justicia a nivel mundial, justicia que exige relaciones internacionales -y no sólo a nivel comercial- basadas en la igualdad.

Es necesario ir más allá de la ayuda asistencial y trabajar en el plano estructural y claramente político mediante acciones o presiones socio-políticas. Los campos de acción son múltiples. El inmoral problema de la deuda externa pone de manifiesto que los derechos del “capital” (de los bancos acreedores) son más importantes que los derechos primarios sociales de millones de hermanos. Trabajar, presionar, movilizarse para que esta situación tan injusta termine cuanto antes significa luchar por los derechos humanos. Exigir a nuestros gobiernos el cumplimiento del 0,7. Informarse, informar, sensibilizar la opinión pública para que con su presión actúe sobre los políticos, puede influir en el respeto real y práctico de los derechos humanos. Actuar como consumidores críticos y responsables informándose sobre la procedencia y las condiciones de producción de ciertos bienes. Vivir un estilo de vida sencillo, sobrio. La presión ciudadana, cívica y pacífica, convencida y perseverante sobre nuestro gobernantes se convierte en un camino necesario para actuar hoy como buenos samaritanos que además de curar, vendar heridas, actúan a medio y largo plazo, de manera creativa y esperanzada.

TEXTOS

La igualdad fundamental de todas las personas fundamenta y exige la universalidad de los derechos humanos. Al brotar de la naturaleza humana son naturales, anteriores y superiores al derecho positivo. Las leyes positivas no crean estos derechos, los proclaman, protegen y sancionan. Si son naturales no prescriben, ni se pierden ni se adquieren con el paso del tiempo, son imprescriptibles. Ni el Estado ni la sociedad puede mantenerse insensible a su violación, son por elloinviolables, aunque sabemos que el ejercicio del propio derecho termina donde empieza el derecho de los demás. Cada persona los tiene y no los puede transferir, lo cual quiere decir que son inalienables. Ningún poder político arbitrario puede anularlos o declararlos caducos. Ningún individuo puede ser privado de tales derechos fundamentales, ni siquiera él mismo puede enajenarlos, ello equivaldría a renunciar a su condición humana. Puede renunciar a su ejercicio, pero nunca a su titularidad. Y puesto que el sujeto de derechos es la persona humana son también indivisibles. Es decir no se pueden separar los derechos civiles, políticos, sociales, económicos, culturales.

PREGUNTAS

* Sin duda podemos colaborar con ONGs serias que trabajan en favor de los derechos humanos. Actualmente se desarrollan varias campañas de presión en nuestro País: “Sin duda, sin deuda” para exigir la condonación total de la deuda. Y, “Armas bajo control”. Todos los gobiernos son responsables del descontrol de armas. ¿Qué sabes de estas campañas? ¿Cómo puedes participar?

* Lee Lucas 16, 19-31. Hay parábolas de Jesús siempre inquietantes que nos invitan a la conversión personal y colectiva… ¡Cuántos Lázaros llegan y llegarán a nuestro satisfecho Occidente-Epulón!

P. Carlos Collantes Díez sx