Skip to main content

24.- LA INCULTURACION EN EUROPA 5

23 Marzo 2018
1438

La Iglesia está al servicio del Reino, y el diálogo entre el evangelio y la cultura lo vive y realiza como un servicio al Reino, para que este Reino se haga más presente. Al saberse comunidad misionera en medio del mundo está dispuesta a desafiar la cultura dominante desde el evangelio.

Somos Iglesia, seguidores de Jesús y queremos seguirle dejándonos interpelar por el evangelio en nuestra situación sociocultural específica. Hemos insistido en la libertad crítica en nombre del evangelio pero no queremos olvidar la esperanza en un mundo nuevo que no podemos esperar sentados sino construir de manera activa, decidida, confiada. Somos comunidad de peregrinos en búsqueda y en marcha hacia la plenitud. La misión es testimonio de vida, es cercanía y presencia al lado de otras personas que no comparten nuestra visión de la vida, en actitud de diálogo.

 

Pluralismo y respeto

En una sociedad tradicional el sentido de lo bueno, lo bello, lo verdadero viene establecido por un sistema de valores común y aceptado por los miembros de dicha sociedad. En una sociedad moderna coexisten distintas visiones de la vida, distintos sistemas de valores, normas y pautas también distintas sobre lo bueno, lo bello, lo verdadero; visiones distintas llamadas a convivir en actitud de respeto y diálogo en el mismo espacio social. El pluralismo ético es una manifestación de esta diversidad de concepciones de la vida que conforman el conjunto de la sociedad civil. Ningún grupo social puede imponer sus normas éticas a todos los ciudadanos que forman la sociedad; esas normas son válidas para los que comparten la visión de la vida propia y característica de dicho grupo social. ¿Sigue habiendo normas morales? Por supuesto, normas que siguen cumpliendo una función orientadora de la existencia. Sin embargo, las normas propias de cada grupo tienen que respetar una serie de valores comunes a todos: respeto a la dignidad del ser humano, salvaguarda de la vida, integridad de la persona, garantías de libertad de los ciudadanos, promoción de la igualdad, solidaridad colectiva de cara a los miembros de la sociedad en situación de “desamparo”, entre otras. No podemos confundir el pluralismo ético con ese relativismo del “todo vale” o “todo da igual”. Aunque el relativismo moral práctico sintoniza bien con el pluralismo ético.

Los constantes y rápidos cambios que vivimos afectan a todas las dimensiones de nuestra vida, al mundo de los valores, a los criterios éticos de comportamiento, a la búsqueda de la verdad. La inquietud, la zozobra se instala en muchos espíritus, porque las verdades se difuminan o disuelven y los criterios de conducta se relativizan al máximo. El “todo vale” se convierte en norma de conducta y con frecuencia predomina la eficacia, el pragmatismo, la búsqueda del propio interés.

Relativismo y miopía

Se difunde en amplios sectores sociales una visión relativista de la vida. Todo es provisional. Nada tiene importancia, todo parece dar igual. La propia verdad se convierte al final en lo único absoluto. Todo es relativo menos mi propia verdad, cambiante según conveniencias e intereses. ¿Podemos dar por bueno todo desde posiciones o actitudes permisivas? ¿Podemos confundir el relativismo con la tolerancia? ¿O la tolerancia con la indiferencia? ¿No estaremos confundiendo la tolerancia con el oportunismo o con la cobardía moral, con la falta de ideas y criterios propios? ¿Da lo mismo una visión de la vida que otra, un estilo de vida que otro? Ya no hay verdad ni mentira, bueno ni malo. Todo es subjetivo. Ya lo decía el poeta: “En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira” (Campoamor) La verdad, cada uno se la construye a su medida y en función de sus conveniencias, intereses, ganas, emociones, gustos, por tanto puede cambiarla cuando le convenga. “Todo vale, según se mire”. ¿Hay puntos fijos y sólidos dónde anclar la reflexión, las convicciones, la acción, los compromisos? Todas las opiniones son igualmente respetables, ¿lo son todas por igual? El relativismo dominante se ha convertido en un dogma de nuestra cultura. Todo puede ser discutido, cada uno puede pensar de la vida lo que quiera y da igual una visión que otra, cada uno es libre de hacer lo que quiera en función de sus apetencias, de su real gana. 

Las cosas valen si funcionan, si son útiles, si son eficaces; se ha ido creando una mentalidad utilitarista, pragmática: es bueno lo que sirve para los propios fines, importan los resultados efectivos, la eficacia más que la ética o la verdad. ¿Es útil, es eficaz?, ¿me sirve? luego es valioso. Un pragmatismo miope nos envuelve y ciega. Los cortos intereses –materiales o materialistas- predominan sobre los ideales; las opiniones flexibles, cambiantes, adaptables pesan más que las convicciones sólidas y arraigadas; y más que adherir de corazón a una causa, a un ideal, a una persona -Jesucristo en nuestro caso- hay quien prefiere tener simplemente simpatía, afición. ¿Intereses, aficiones, opiniones pueden dar sentido a la vida? Si aceptamos el todo vale nos quedamos desarmados moralmente. Es necesario tener puntos de referencia claros, materiales sólidos, sabios para poder construir ideas, ideales, creencias, valores, convicciones donde podamos encontrar plenitud y felicidad.

Palabras de Vida

Como trasfondo el hiperindividualismo. La realidad del yo lo invade y domina todo; un individuo que se deja guiar por emociones pasajeras a la hora de tomar decisiones y que, llegado al extremo, convierte el bienestar, el hedonismo -sus apetencias pasajeras- en criterio que orienta su comportamiento. ¿Dónde queda, entonces, lo demás –la realidad- y los demás –el hermano-?

Cambiamos, y al mismo tiempo hay un fondo de nosotros mismos, un núcleo personal que permanece inalterable y que tenemos que alimentar constantemente con “palabras de vida eterna”, con el agua viva que Jesús nos ofrece. Frente a un tipo de persona cerrada sobre sí, sobre sus intereses el evangelio nos propone una persona abierta a las necesidades del otro, abierta al Otro; frente a una libertad entendida de forma individualista y hedonista propone otra responsable y solidaria, dolorosa a veces, sacrificada y valiente. Podemos –como personas y como comunidades cristianas- cultivar, vivir, encarnar valores que humanizan como el servicio, la solidaridad, la acogida, la gratuidad, el desinterés, la sobriedad. Y permanecer arraigados en lo esencial: el único absoluto es Dios, cierto es que nuestro conocimiento de El siempre será limitado e imperfecto, pero los cristianos tenemos su mejor imagen y reflejo: Jesús, en quien tenemos algunas certezas: misericordia y esperanza que brotan de su amor.

RECUADROS

«Los jóvenes de las nuevas generaciones sufren el acoso despiadado de una cultura individualista en la que el consumismo de placeres y gratificaciones inmediatas es el rey indiscutible, y un relativismo hostil a los valores superiores impone el “todo vale igual”, unas botas de baloncesto de último diseño que una tragedia de Shakespeare… incluidas por supuesto las religiones. El consumismo hedonista convierte al otro en objeto de placer, trivializa toda acción humana negándole trascendencia, ridiculiza la austeridad a través de los mecanismos publicitarios, degrada la Naturaleza explotándola sin piedad, y cosifica toda la realidad, el ser humano incluido». (J González-Anleo en “Vida Nueva” nº 2556)

«… según el relativismo moral no existen valores absolutos ni cabe afirmar que al­go sea bueno o malo por sí mismo o de manera absoluta; la bondad o maldad de las cosas depende de la valoración del sujeto, también condicionado por di­versas situaciones circunstanciales, que en cada lugar y momento dictan los cri­terios e intereses de valoración. Por lo mismo, el relativismo moral entiende la moral como conjunto de usos y costumbres, cuya validez depende de cada individuo, o incluso de sus propios intereses, en un espacio o tiempo concretos». (Miguel RUBIO en Misión Joven nº 365)

“La misión en nuestras vida”

Juan 3, 1-8 De la “carne” -lo humano- nace carne -nacen realidades humanas y sólo humanas-. Sólo el Espíritu engendra algo imprevisto, nuevo. Nacer de nuevo, cambiar de mentalidad, de lógica, de corazón.

Juan 6, 61-69. Jesús escandaliza de nuevo. ¿En qué manantial vamos a beber agua viva? ¿Quién va a alimentar las raíces de nuestra existencia? Sólo él tiene Palabras de Vida.

I Corintios 1, 18-31 Unos piden milagros, señales, eficacia. Otros piden “sensatez”, moderación, tranquilidad. Pablo predica locura, escándalo… una sabiduría distinta: la del Crucificado.

P. Carlos Collantes Díez sx