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35.- ¿DÓNDE ESTÁ DIOS?

24 May 2019
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¿Dónde está Dios? En todas partes, respondía el antiguo catecismo. ¿Y cómo está? Al hilo de nuestras anteriores reflexiones se me ocurre una reflexión basada en tres historias y tres símbolos que se entrelazaron en mis pensamientos y sentimientos hace unas semanas: el metro, la patera y el análisis de un periódico.

El metro, imagen de las prisas, del trabajo, del ajetreo de una gran ciudad, símbolo de una población cada vez más variopinta y multicultural, coexistencia fugaz de millares de vidas que apenas se rozan o se miran. La patera fabricada por la injusticia y las mafias, habitada por el miedo y la zozobra, empujada por olas de incertidumbre y esperanza. Y Dios, que se hizo peregrino y acampó entre nosotros en Jesús, ¿no estará en ella? Y ¿quién lo duda? Dios viaja oculto en ella, en todas ellas, con el rostro del oprimido, del asustado, del esperanzado.

Dios y el ecuador

Acababa de encontrarme con un joven africano, tres meses antes había pasado 48 horas en una patera, “al que se duerme el mar se lo traga”. Llegó sano y salvo al sur de la península. Sin conocer a nadie y tras un “corto” peregrinar (corto por España, porque previamente había pasado su tiempo atravesando medio continente africano)… un mes en un centro de internamiento y otro de acogida gratuita por un compatriota, se encontró en la calle, en lo más frío del temprano invierno, desorientado, sin entender en que mundo había caído, ni lo que le sucedía. Tras dos días de incertidumbre vive acogido por una comunidad parroquial sencilla y evangélica.

Volviendo a casa en el metro me convertí en oyente involuntario de la arrogancia de tres jóvenes, una fugaz conversación en el metro, una parada duró, se bajaron en la siguiente. Alardeaban de su rechazo a la Iglesia, y uno de ellos, en plan fanfarrón, soltó su frase, ignorante o con miga: “Si Dios existe, no pasa nunca del ecuador”, y se fueron, tan despreocupados, tal vez con una noche por delante de juerga e inconsciencia, era sábado, tal vez. Me pregunté instintivamente: ¿y si Dios estuviera presente sobre todo, más abajo, del otro lado del ecuador, en el Sur que acumula desgracias e injusticias, pero también esperanza y dignidad… y materias primas? Sí, un Sur que acumula riquezas que unos pocos muy bien organizados roban y muchos, muchos otros, millones disfrutan, disfrutamos; quienes vivimos en el Norte, en países afortunados, o privilegiados. Estos jóvenes probablemente llevarían en sus bolsillos acomodados y satisfechos algo de coltán, incrustado en sus teléfonos móviles, tal vez ignoren su procedencia incluso su existencia o prefieran ignorarlo. Es lo que tiene nuestra sociedad que, a pesar de la abundancia de información, puede adormecer las conciencias porque asfixia las preguntas.

Fronteras y acogida

Mientras muchos africanos se juegan la vida en embarcaciones de fortuna, está claro que las materias primas, el coltán del Congo entre ellas, pero también oro, cobre, cobalto, estaño, diamantes… viajan más seguras y protegidas y seguramente no tendrán problemas en las aduanas de las fronteras, al contrario serán acogidas con los brazos abiertos y una amplia sonrisa de satisfacción. Libertad total de entrada para las materias primas -“laissez passer laissez entrer”- mientras que para las personas, vallas, muros, leyes y centros de internamiento… y para algunos, viaje de vuelta ¿No sería mejor devolver las materias primas saqueadas? Mejor aun, no saquear. Y, ¿quién tiene ganas de complicarse la vida con preguntas incómodas? En el fondo preferimos a ese Dios milagrero, no nos gusta “ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar” (A Machado).

¡Cuantas veces soñamos con un Dios que arreglara los problemas del mundo a golpes de varita mágica –algunos “ateos” creerían de esta manera-! Problemas que la injusticia de algunos crea, la pasividad o resignación de otros muchos permite y tolera, y la impotencia de muchos más sufre y soporta. Sí, un Dios que “baje más allá del ecuador” de manera fulgurante y contundente ¿No tendríamos que “bajar” nosotros, no necesariamente de manera física? O tal vez ¿no bastaría con dejar subir hasta nuestra conciencia social y colectiva el grito de todos los empobrecidos del Sur, los gritos de más allá del ecuador? Bastaría con que la justicia bajara, o más bien subiera porque algunas de las leyes injustas que regulan el comercio internacional salen de la OMC y ciertas decisiones controvertidas, nocivas y no menos injustas salen del FMI y del BM, organismos todos ellos controlados por los países enriquecidos del Norte. Dios está en todas partes, claro, pero sin querer ser simplista, uno se pregunta: ¿y no estará Dios más en el Sur que en el Norte?

Silencios interesados

Y llegamos al periódico, símbolo de nuestra sociedad mediática, a esa prensa que, al mismo tiempo que informa, tergiversa y manipula, oculta la realidad o la desfigura al servicio de sus intereses económicos o ideológicos. Al tiempo que sucedían estos hechos, un analista político, un “experto” escribía en el periódico aludido su visión de la guerra de la República Democrática del Congo, y refiriéndose a algunos actores de dicha guerra -guerra de saqueo del coltán y otros muchos minerales- citaba cuatro grupos o actores que luchan por el control de los riquísimos recursos naturales: Ejército congoleño y las milicias mai-mai, hutu y tutsi. Escribía una verdad a medias, que en este caso se convierte, en mi modesta opinión, en una mentira interesada porque silencia los poderosos actores externos. Nada nos dice de la presencia de numerosas multinacionales –algunas condenadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ya en octubre del 2002-. Tampoco nos dice nada de los gobiernos occidentales que se enriquecen y amparan detrás de estas multinacionales o permiten su comportamiento. Ni de quienes venden armas a los distintos grupos y ejércitos, ni de las responsabilidades de quienes gobiernan en Uganda y Ruanda, protegidos por Estados Unidos. Un analista que utiliza el velo étnico para distorsionar y ocultar.

Miradas

Según el mito, Narciso muere contemplándose a sí mismo, enamorado de su propia belleza. La cruz se levanta frente a los “narcisos”, hijos de una sociedad anestesiada o anestesiante, enamorados de sí mismos, de sus éxitos, de sus triunfos, de su bienestar y que carecen de sensibilidad, de mirada para el mundo exterior o sufriente. Miradas despreocupadas, descomprometidas, fugaces. El rostro de Dios se encuentra en el dolor del mundo, oculto entre tanta herida, en tanto rostro desfigurado de tanto crucificado en quien se hace misteriosamente presente el Siervo de Yahveh. La mirada opuesta a la de Narciso es la del Samaritano que se deja afectar por dentro o la mirada que Jesús nos recomienda en Mateo 25, 31 ss. Hay miradas que nos molestan, que nos hieren a veces, miradas de gente herida, y sin embargo en su mirada podemos descubrir la mirada interpeladora del Dios encarnado que baja –más allá del ecuador- hasta los infiernos del dolor, miradas que roban la apacible tranquilidad de nuestras conciencias, de nuestras vidas.

La cruz-seguimiento nos indica que hace falta perderse para encontrarse, darse para llegar a la plenitud. Sin amor el hombre vivirá siempre disminuido, será menos persona porque vivirá prisionero de su yo. ¡Qué venga tu reino, Señor! Su reino está viniendo, sí, en la esperanza, serenidad, fortaleza de tantos empobrecidos; o en esa anciana que en la eucaristía, sonriente y decidida, va a dar a nuestro último hermano africano llegado en patera y todavía desorientado la paz, diciéndole: “bienvenido, te queremos”. Impresionante. Algo que nunca entenderán los poderosos de este mundo, la solidaridad de los pequeños. No sé si “los expertos” fríos analistas lo entenderán, ellos están para otros menesteres más interesados, más miopes. ¿No hay peor ciego que el que no quiere ver? Tal vez sea peor quien oculta la realidad a sabiendas, porque fabrica miopías, o lo intenta. Y miopes hay que estar para no sentir la presencia de Dios más abajo del ecuador. Un Dios fuerza y esperanza de los humillados, el Dios del Magnificat de María.

“La misión en nuestras vida”

Salmo 33 (32). “… El plan del Señor se mantiene siempre, los proyectos de su mente, por todos los siglos… Los ojos del Señor están puestos en sus fieles…”

Salmo 86 (85). “Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy humilde y pobre… Enséñame tu camino… guía mi corazón…”

Salmo 146 (145). ”… No pongáis vuestra confianza en los poderosos, seres humanos que no pueden salvar, exhalan su aliento y retornan al polvo… El Señor levanta a los humillados…”

P. Carlos COLLANTES DÍEZ sx