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38.- ESPERANZA FUTURO ABIERTO

05 Julio 2019
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Crisis. ¡Qué la paguen los ricos! Pintadas y pasquines adornan algunas de nuestras calles. Y tienen toda la razón del mundo… del mundo de los pobres. Clamorosa y sufriente mayoría. Sí, como siempre les saldrá más cara y dolorosa a los más vulnerables. Nuestra esperanza no puede ser real y concreta si cerramos los ojos y el corazón a los más vulnerables. Crisis tiempo oportuno para recuperar valores, sueños y gritos. Una oportunidad para la esperanza.

La crisis que estamos viviendo es global: financiera, económica, energética, alimentaria. Es el resultado de un modelo de crecimiento destructor del medio ambiente y que ha provocado dolorosas e injustas desigualdades. Crecimiento sin futuro digno y humano ya que ha sido incapaz de combatir las desigualdades, la pobreza y el hambre y ha deteriorado el equilibrio ecológico. Al ser un sistema económico desigual y depredador, la prosperidad de algunas minorías se asienta sobre el sufrimiento de grandes mayorías. La crisis afecta en último término al modelo de sociedad que queremos y a los valores en los que creemos. ¿No ha llegado la hora de un cambio de rumbo de manera que nuestro mundo se construya sobre fundamentos más justos? No bastan los parches o correcciones que nos venden “los grandes” en algunas reuniones, sino que es necesario plantear con honradez y asumir otros modos de crecer, de consumir, de vivir. Es cierto que la actual fase de esta crisis ha sido provocada por la codicia de los ricos, por un capitalismo financiero-especulativo e inmoral, y sus costes recaen como siempre sobre los bolsillos, las preocupaciones, las vidas de los pobres. Parados entre nosotros, en nuestras sociedades llamadas del bienestar. Aunque en otras latitudes, en los países del Sur, la crisis es más bien una situación desgraciadamente crónica y es una inmensa mayoría quien la paga y es golpeada de manera inhumana. En tiempos de crisis, los ideales, los sueños son más necesarios que nunca.

La última palabra

Nuestros mejores sueños nos revelan un horizonte hacia el que caminamos con el corazón, con el deseo, con los hechos, aunque éstos tantas veces se queden cortos y nos dejen insatisfechos. Hay sueños que son una denuncia social de un mundo que no funciona correctamente y no podemos poner fronteras a nuestros sueños colectivos de justicia. La esperanza tiene que ver con nuestras aspiraciones de un orden social verdaderamente justo, más solidario y fraterno, como algo soñado también por Dios mismo; con una organización social que responda a las aspiraciones y necesidades fundamentales de las personas. La esperanza cristiana da contenido, motivaciones y fuerza especial a nuestros esfuerzos y luchas humanas, porque para nosotros no hay nada que sea “sólo” humano, ya que lo humano ha sido “invadido” por Dios en Jesús, aunque Dios respeta nuestra autonomía, por eso actúa desde dentro acompañando nuestros esfuerzos y anhelos. La esperanza cristiana apunta al futuro de plenitud total -don de Dios- y que nunca existirá como tal en esta tierra e historia pero cuya existencia ausente puede movilizar nuestras energías. Lo definitivo será el Reino consumado, lo provisional es nuestro peregrinar, nuestras realizaciones humanas, materiales humanos con los que vamos acogiendo y construyendo el Reino de Dios.

Nuestra fe implica una actitud de rebeldía positiva y creadora que nace del seguimiento de Jesús que se rebeló contra tantas situaciones injustas y vivió libre frente a todo poder, haciéndose siempre cercano y compasivo con los marginados. Su esperanza fue su pasión. La resurrección de Jesús nos permite vislumbrar un sentido a toda la historia humana: la última palabra corresponde a la justicia divina. Jesús víctima inocente se ha solidarizado con todas las víctimas y Dios, al resucitarlo, se pone del lado de las víctimas. Con frecuencia la esperanza es un milagro. Dichosos los que “esperan contra toda esperanza”, los que en medio de la oscuridad velan. Y la esperanza de los pobres es firme porque Dios camina en sus luchas y cansancios; en el fondo de los corazones oprimidos siempre habrá un grito irreductible, un anhelo imborrable de libertad.

Oportunidad histórica

La esperanza no puede ser ingenua, ni podemos ni debemos cerrar los ojos a la presencia del mal. No sería esperanza sino evasión. Necesitamos toda nuestra lucidez para desenmascarar y criticar el mal. Pero la crítica no puede ser hecha desde la distancia insolidaria o desde la arrogancia de quien se cree propietario exclusivo de la verdad o superior en rectitud moral. Jesús muerto y resucitado ya ha fecundado la tierra y la historia pero, ¡aun falta tanto! “Completo en mi los padecimientos que faltan a la pasión de Cristo”, dirá Pablo en frase atrevida y arriesgada. El evangelio es una ventana siempre abierta a la esperanza.

La crisis global actual es también una oportunidad histórica que puede hacernos sentir con más fuerza la urgencia de ciertos cambios necesarios en las conciencias, en los comportamientos, en las estructuras, en las relaciones entre países, en las reglas comerciales… Algunos líderes políticos afirman que hay que reformar el sistema financiero en consonancia con los objetivos del milenio, que hay que introducir valores éticos en el mundo económico-financiero. ¡Qué lo hagan!, ¿a qué esperan? “Otro mundo es posible”. Un grito de esperanza que desde hace años recorre continentes, movimientos populares, organizaciones y asociaciones ciudadanas, políticas, religiosas; un anhelo de justicia que anima a millones de personas a luchar. Podemos cambiar el rumbo de nuestro mundo. ¿La hora de la utopía? Al menos de la ética.

“Piensa globalmente, actúa localmente”, máxima de acción-reflexión que busca la eficacia histórica y la concreción de nuestros ideales, aspiraciones, exigencias de justicia. Algunos economistas nos aseguran que tendremos que aplicar cambios drásticos y profundos, que afectarán notablemente a la organización de la vida en sociedad, a nuestro modo de vida. Queremos otro mundo y los destinatarios de nuestros gritos pueden si quieren cambiar ciertas leyes, determinadas políticas. A nosotros nos queda el grito, la presión, los sueños, la coherencia, la perseverancia. Un pueblo que vive de fe es más fuerte, porque la fe le ofrece motivaciones más poderosas. (Art 41º) Dios trabaja en nuestras esperanzas humanas.

Rumor de vida

En la ya larga historia de la humanidad, nadie como Jesús ha generado tanto amor y solidaridad, tanto servicio desinteresado, por eso siempre será un manantial de esperanza. Hay algo nuevo en la esperanza que el Crucificado-Resucitado nos ofrece. La certeza de la asombrosa solidaridad de Dios con nuestro destino humano y con las esperanzas y el caminar de los pobres. Nos toca hacer visible esta certeza, encarnando y actualizando esa solidaridad en nuestras vidas y comunidades. Y muchos cristianos –personas y comunidades- lo están haciendo, acompañando a los más vulnerables y olvidados.

Dios resucitó a un crucificado, y desde entonces hay esperanza para los crucificados de la historia. No somos ingenuos. Sufrimos la fuerza del mal, pero nuestra fe en Dios nos asegura que nuestro mundo no está abandonado a su propia suerte. Nuestra vida está llena de claroscuros y como en la parábola evangélica el trigo y la cizaña coexisten en el campo de la historia. La fe no es un recetario mágico para resolver los problemas, pero nos permite mirar toda la realidad con una “hondura” diferente. No estamos solos, estamos en manos de Dios.

El susurro de Dios, de su presencia, de su ternura, es más fuerte y armonioso que los ruidos y griteríos de los poderosos. Los pobres de oído sensible y sencillo captan ese susurro que actúa en la silenciosa oscuridad de la noche –rumor de vida- y pone en pie a Jesús resucitándolo y con él, la esperanza. Caminamos en la serena oscuridad de la esperanza porque es sus entrañas ha sido sembrada la luz del Resucitado. No perseguimos nuestros sueños, es el sueño de Dios el que nos lleva, empuja y arrastra. ¡Resucita, Señor, tu fuerza en nuestra fragilidad! ¡Haz brillar tu libertad en nuestras cadenas! ¡Y que nuestras manos siempre abiertas y nuestros pies siempre en camino tengan sed de tu verdad!

“La misión en nuestra vida”

Apocalipsis 5 El rollo cerrado a cal y canto con siete sellos del que nos habla este texto contiene el designio salvador de Dios y el sentido oculto de la historia, sentido que sólo el Cordero puede desvelar porque él ha realizado ese designio amoroso del Padre. El Cordero, símbolo de debilidad, ha salido victorioso porque ha compartido el dolor de tantos hermanos humillados, crucificados a lo largo de los siglos. Cristo, Cordero pascual, de pie, victorioso, por amor ha entregado su vida y su amor le hace vivir por siempre, ofreciendo vida, esperanza y luz en medio de las sombras de nuestra condición humana.

P. Carlos COLLANTES DÍEZ sx