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  • P. Carlos Collantes SX

28. COMPASIÓN Y VERDAD

07 Julio 2023 453

La compasión es la actitud de fondo que nos ayuda a ver en profundidad, a descubrir y acoger la verdad, porque mirar con hondura nos permite acoger la verdad. Puede ser revelador descubrir cómo Jesús va construyendo la verdad durante su ministerio público guiado por la compasión.

El corazón de Jesús estaba plenamente habitado por la belleza y era capaz, por ello, de descubrir la belleza oculta en tantos hombres y mujeres; belleza escondida detrás de una lágrima, de una herida, de una súplica desesperada; una belleza desfigurada por la marginación, por la injusticia, por el rechazo, por el sufrimiento, por la humillación, por el pecado.

Y si el corazón de Jesús estaba lleno de hermosura era porque vivía contemplando el bello rostro de Dios, y por eso surgía en él la compasión con tanta espontaneidad y fuerza y, al mismo tiempo, con una libertad serena frente a situaciones inhumanas –leyes, costumbres, prejuicios- que desfiguraban el rostro de la persona. Y por eso sanaba, dignificaba, favorecía que la belleza de Dios oculta en cada persona volviera a brillar y que se transparentara con mayor claridad la imagen de Dios que todos llevamos.

Mirar con hondura

Un corazón limpio tiene una relación correcta con el bien y con la verdad. La verdad es relación y Jesús la va construyendo de manera compasiva y dialogada en su acercamiento a los desfavorecidos, heridos y vulnerables. De este modo nos indica que la compasión abre la puerta de la verdad. Jesús se deja afectar por las situaciones personales de quienes va encontrando, abre bien el corazón, mira con la profundidad del amor de Dios y, por eso, hace surgir la vida desde dentro: desde el grito de dolor y de esperanza; y desde abajo: desde los marginados y vulnerables.

En Jesús, su corazón y su mirada coinciden, ambos están atravesados por un amor desbordante, un amor en “salida”, misionero, porque el amor siempre está saliendo hacia el hermano, no sabe esperar sentado aunque sabe discernir el momento oportuno para salir respetando la situación del hermano; el amor no atropella. El ver de Jesús no es algo epidérmico ni pasajero ni indoloro, sino que mira con empatía. “Al ver la muchedumbre sintió compasión porque…” Marcos 6, 34. La misión arranca de un corazón limpio y compasivo como el de Jesús porque ve a la persona en su fragilidad, en su búsqueda y anhelo de plenitud.

Entre los crucificados de este mundo, entre las víctimas de la injusticia, entre los pobres de espíritu, entre los sencillos o los no violentos, encontramos con frecuencia a los limpios de corazón porque no reniegan nunca de Dios aun en medio de la oscuridad e incomprensión del mal del que son víctimas. La mirada de los pobres suele estar cargada de esperanza y, a pesar de tanta maldad como se cierne sobre el mundo y pesa sobre ellos, siguen creyendo en la bondad de Dios porque la sienten en sus vidas. Es la fuerza secreta de la esperanza.

Humanizar la mirada

 “Sólo ven bien los ojos que han llorado”. La frase se atribuye al obispo Chistophe Munzihirwa, mártir de la esperanza, pastor asesinado en el este del Congo en 1996 por tropas ruandesas. Pagó con su vida su valiente apuesta por la paz y por la libertad, su defensa de la verdad y de la justicia. Estamos ante lágrimas que iluminan el sendero de la vida porque son lágrimas de solidaridad y de compasión; iluminan el corazón porque lo humanizan, iluminando con ello la mirada. Y cuando las lágrimas humanizan e iluminan son una fuente de bendición. Sin embargo, quien tiene los ojos impasibles puede que esté ciego, porque un corazón endurecido ciega la mirada.

Una mirada compasiva, creyente, marcada por la fe-esperanza se convierte y concreta en una praxis transformadora y profética. Una mirada arraigada en la mirada de Dios y en el corazón de Jesús termina siendo profética. No hay profecía auténtica sin una actitud mística, contemplativa. Mientras que la mirada superficial y descomprometida, la no-mirada es fruto de la cultura de la indiferencia; es la mirada de quien, en el fondo, se mira solo a sí mismo, una mirada clausurada sobre los propios intereses o miedos que quitan libertad y aprisionan la bondad.

Hay verdades que no se pueden descubrir desde arriba, desde lo alto del poder como si la verdad fuera un pasatiempo teórico que no implica ni complica la vida. Tal vez, por eso Jesús no quiso responder a la pregunta de Pilato.

Ocultar la realidad

Desde hace algún tiempo se ha puesto de moda una palabra: la “posverdad”. Un nombre nuevo para disfrazar mentiras interesadas y peligrosas. Falsedades, bulos, burdas manipulaciones, mentiras intencionadas, multiplicadas y amplificadas por oscuros intereses, por poderosos medios de comunicación y por las redes sociales. Los intereses del poder, del poder visible y del poder oculto que actúa en la sombra. La mentira procede siempre de la oscuridad, de lo inconfesable, de lo inadmisible.

No es difícil intuir posibles conexiones entre los amos del dinero y los fabricantes de “posverdades”, de bulos, mentiras y manipulaciones que ocultan la realidad. Ocultamiento que beneficia a las oligarquías del dinero.

La “posverdad” distorsiona y tergiversa la realidad sin escrúpulos, activa los sentimientos y las emociones manipulándonos y poniéndolos al servicio de escondidos intereses. Es la vieja técnica de manipular a la opinión pública. Una parte de la supuesta información está intoxicada, contaminada, adulterada por los intereses de los poderosos, capaces de convertir la información periodística en espectáculo, entretenimiento, distracción. Negocio.

Tanto los fabricantes de posverdades como los amos del dinero persiguen la misma función: el ocultamiento de la realidad para preservar sus intereses. Pretenden adormecer, eliminar la capacidad crítica del ciudadano y con ello debilitar la democracia, vaciándola de contenidos y de sentido. Quieren provocar el desentendimiento del ciudadano por los asuntos públicos que a todos nos conciernen. E insensibilizar frente a las víctimas del sistema. “Pan y circo”, la vieja receta anestesiante. Ocultamiento, consumo y distracciones.

El Dios de la periferia

 “Dichosos los limpios de corazón porque verán a Dios”. Esta bienaventuranza nos invita a descubrir la verdad que viene de abajo, de los marginados, de “las periferias sociales y existenciales”. Jesús nos enseña que la verdad está vinculada con la compasión y el acercamiento a los pobres. El Dios crucificado, de rostro desfigurado, el Dios entregado y desarmado se nos revela en ellos (Isaías 52, 13-53, 12 y Mateo 25, 31-46). La verdad de Jesús es una verdad capaz de transformar la existencia de quien se abre a él, capaz de salvar nuestra humanidad. La verdad de Jesús nos descubre toda la belleza y la bondad del corazón de Dios Padre y Madre.

Quien sabe mirar descubre que todos estamos vinculados, embarcados en una misma aventura: ser humanos de verdad. Quien es miope se queda en la superficie y busca el enfrentamiento, ve en el otro un competidor, un enemigo. La lógica del enfrentamiento no nos hace más humanos ni mejores personas. Se trata de vivir con el otro no contra el otro como nos empuja la lógica cultural e ideológica del capitalismo, claramente opuesta a la fraternidad evangélica. Tampoco buscamos vivir al lado del otro con indiferencia. La bienaventuranza nos invita a desactivar las prisas, es decir la mirada precipitada, distante, superficial, indiferente.

La tentación nos puede llevar a resaltar las dimensiones de la verdad que nos interesan en función de nuestros intereses y a dejar en la penumbra otras verdades que nos desestabilizan como el sufrimiento de tantos hermanos. A veces defendemos no la verdad sino nuestros intereses o prejuicios, nuestras verdades parciales. Tal vez tengamos miedo de la verdad porque no somos interiormente libres, y no siempre somos dóciles a la verdad descubierta. La compasión libera la mirada y el corazón.

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