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  • Carlos Collantes Díez

23 MISERICORDIA POLITICA

15 May 2019 2006

“La ternura puede indicar precisamente nuestra forma de recibir hoy la misericordia divina. La ternura nos revela, junto al rostro paterno, el rostro materno de Dios, de un Dios enamorado del hombre, que nos ama con un amor infinitamente más grande que el de una  madre por su propio hijo (cf. Is 49,15).

 

Cuando el hombre se siente verdaderamente amado, se siente inclinado a amar. Por otro lado, si Dios es ternura infinita, también el hombre, creado a su imagen, es capaz de ternura”. (Son palabras del Papa Francisco reflexionando sobre la teología de la ternura)

“Un Dios enamorado del hombre”, ¿es solo una hermosa frase cargada de esperanza o una invitación al gozo espiritual? ¿No puede tener claras repercusiones sociales en las relaciones humanas, en la manera de organizar nuestra convivencia social?

La misericordia es revelación del rostro divino, rostro presente, aunque escondido y tantas veces desfigurado en el rostro del hermano. La misericordia nos revela lo íntimo de Dios, y de ese Dios misericordioso todos llevamos grabada su imagen en nuestro corazón, en nuestros anhelos más humanos, en nuestros ideales más nobles, en nuestros sueños más arraigados o imborrables.

Cuando somos misericordiosos reflejamos algo de la identidad de Dios, algo de la belleza de su corazón. “Sed misericordiosos como yo soy misericordioso”, nos recuerda el evangelio. Si somos imágenes de Dios y si su identidad más profunda es la misericordia, también esa será nuestra identidad; y su práctica nos hará más humanos, más divinos. La misericordia forma parte de nuestra identidad más genuina.

La misericordia humaniza

El evangelio nos propone un estilo de vida, unos valores, una ética, una forma de actuar: la de Jesús. Pero todo esto, siendo fundamental y significativo, es manifestación de algo previo: de la contemplación del rostro compasivo de Dios manifestado en Jesús. La mística auténtica conduce a la profecía.

Con sus gestos, Jesús nos desvela el verdadero rostro de Dios, su imagen más verdadera que llevamos en el corazón y, de esta manera, nos permite descubrir en el hermano el mismo rostro, la misma imagen y, como consecuencia, vivir todas nuestras relaciones interpersonales y sociales de otra manera, con el estilo de Jesús.

Si en la reflexión anterior hablábamos del abrazo de José a sus hermanos, abrazo liberador, podemos contemplar el toque de Jesús a tantos enfermos, un toque que sana y libera y que, al mismo tiempo, desvela injusticias, exclusiones injustas e inhumanas, poniendo al descubierto falsas imágenes de Dios. Pensemos en el abrazo al leproso (Mc. 1, 40-45).

Jesús corre riesgos, al tocar al leproso viola la ley, por amor, claro, pero la viola, y de esta manera convierte a un apestado y excluido en amado. Lo reintegra en la comunidad, en la fiesta de la vida. Podemos imaginar la inmensa alegría de este hombre. El amor hace REVIVIR. La compasión-misericordia sitúa a Jesús por encima de la ley cuando esta EXCLUYE porque él es portador de vida.

En el nombre de la misericordia y –frente a los guardianes de la ortodoxia (fariseos, escribas)- Jesús trastoca el orden cultural, social y religioso para que ese orden sea lo que Dios quiere. La misericordia humaniza cuanto toca, critica el sistema, corrige situaciones inhumanas, de muerte y las supera, por eso es fuente de vida. La misericordia humaniza las relaciones, la convivencia, la sociedad, haciéndola más habitable.

Alejados y descartados

Ya desde Pio XI la Doctrina Social de la Iglesia habla de la caridad política; de manera análoga, podríamos hablar de “misericordia política”, la vivida en el espacio público y que va a las causas de la injusticia y del sufrimiento evitable. Tal vez en parecido sentido, el Papa Francisco habla de la “ternura combativa” (EG 85 y 87).

Los leprosos en tiempos de Jesús, estaban fuera, en la periferia. Eran alejados y descartados. ¿Y si actualizamos esta realidad que nos parece hoy inhumana? ¿Y si los “leprosos” fueran esos refugiados que mantenemos lejos, en la periferia, prisioneros y bloqueados por vallas? Sucede a las puertas de nuestro continente y afecta e interpela nuestra conciencia humana y cristiana. Son –utilizando otra imagen bíblica- un inmenso y colectivo “siervo o varón de dolores” (muchas son mujeres y niños) ante el cual se ocultan los rostros… (Isaías 53, 3)

Los migrantes y refugiados no son números ni estadísticas, ni costes sociales; son hermanos con rostros concretos esculpidos por el sufrimiento y la esperanza, por la búsqueda una dignidad a la que tienen derecho. Las vallas nos recuerdan que no somos iguales: un rico tiene entrada libre, un pobre no.

Está comprobado que las solas políticas de cierre de fronteras no abordan las causas de los flujos migratorios y, por tanto, generan mayor sufrimiento y vulneraciones de derechos. La ausencia de vías legales y seguras no detiene ni va a detener la migración, sólo la hará más peligrosa. Y, en consecuencia, contribuirá a la proliferación del tráfico y la trata de personas. Cuando las rutas de migración legal son limitadas y los controles fronterizos reforzados, las personas caen en manos de redes de tráfico mafiosas y sin escrúpulos.

Un pacto mundial

 “Las vallas –escribía en un comunicado el último 22 de octubre la red eclesial de Migrantes con Derechos- siguen siendo signo de violación de derechos, sinónimos de tragedia y frustración, los muros donde se estrella la incapacidad de nuestra sociedad para transformar el drama de las migraciones en una oportunidad para la acogida, el encuentro y la hospitalidad”.

En diciembre pasado, los días 10 y 11, tuvo lugar en Marrakech (Marruecos) la Conferencia Intergubernamental encargada de aprobar el Pacto Mundial para la migración segura, ordenada y regular. Algo nuevo y pudiera ser un hito.

He aquí algunos de los 23 Objetivos de este pacto propuestos por la Asamblea General de Naciones Unidas:

Aumentar la disponibilidad y flexibilidad de las vías de migración regular (5º)

Abordar y reducir las vulnerabilidades en la migración (7º)

Salvar vidas y emprender iniciativas internacionales coordinadas sobre los migrantes desaparecidos (8º)

Reforzar la respuesta transnacional al tráfico ilícito de migrantes (9º)

Prevenir, combatir y erradicar la trata de personas en el contexto de la migración internacional (10º)

Eliminar todas las formas de discriminación y promover un discurso público con base empírica para modificar las percepciones de la migración (17º)

Ciudadanía global

Es mucho lo que los diferentes gobiernos pueden hacer para crear vías legales y seguras, adoptando medidas efectivas y de esta manera evitar que las redes de tráfico creen rutas ilegales al aumentar el número de migraciones irregulares. Nuestros gobiernos pueden pasar de un enfoque estrictamente “securitario”, de control legítimo de las propias fronteras, a otro enfoque  centrado en el respeto escrupuloso de los derechos humanos de migrantes y refugiados.

Pero la ciudadanía puede y debe jugar un papel relevante, una función crítica de control vigilando el respeto de los derechos individuales y exigiendo medidas humanitarias de acogida y hospitalidad. Si vivimos en un mundo globalizado, la ciudadanía deberá ser activa y comprometida con la justicia global.

¿Cómo hacer que la justicia y la misericordia se encuentren y abracen? ¿Cuál es nuestro papel como ciudadanos críticos y responsables, nuestra misión como cristianos seguidores de ese Jesús que trastoca el orden social, cultural y religioso? ¿Podemos recorrer un camino hacia migrantes y refugiados?

Este camino nos está pidiendo comprensión de las causas profundas y de los causantes de los flujos migratorios que tanto sufrimiento provocan. Comprensión y empatía, es decir, liberación de prejuicios, actitudes de acogida, creación de una cultura del encuentro y la solidaridad. Tarea de una ciudadanía global sensible.

P. Carlos Collantes sx

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